Más nos vale ser conscientes de la sangría fiscal con la que pretenden castigarnos a todos los españoles.
En las próximas elecciones generales del 28 de abril, se enfrentan tres propuestas muy divergentes acerca de la política fiscal que ha de seguir España: primero, el bloque PSOE-Podemos pretende incrementar los ingresos del Estado hasta, como poco, equipararlos con la media europea (desde el 37,9% hasta el 44,8% del PIB); segundo, el bloque PP-Ciudadanos aspira a mantener los ingresos del Estado en sus niveles actuales (o incluso incrementarlos, desde el 37,9% al 41% del PIB) aun rebajando determinados tributos, y tercero, Vox busca recortar los ingresos del Estado respecto a sus niveles actuales (desde el 37,9% del PIB al 35%).
Muchos ciudadanos no ven una amenaza en el proyecto fiscal de la izquierda por cuanto tienden a pensar que esta incrementará los ingresos públicos subiéndoles los impuestos a los ricos. Sin embargo, en una sociedad donde el Estado ya es tan gigantesco como el actual, existe muy poco margen para aumentar la recaudación significativamente por la vía de gravar única o mayormente a los ricos.
A este respecto, el último informe de la OCDE sobre el declive de las clases medias (que ya tuvimos ocasión de comentar) incluye un gráfico que resulta altamente relevante para arrojar algo de luz sobre esta cuestión: España es uno de los países de la OCDE donde las clases medias aportan un menor porcentaje de los ingresos públicos totales y, a su vez, donde las clases altas proporcionan una mayor parte de los ingresos públicos totales. En concreto, en el año 2015, las clases medias españolas aportaron el 54,4% de los ingresos totales del Estado (frente al 41,4% de las rentas altas), sustancialmente por debajo del 64,4% que aportaron en la OCDE, del 64,9% en Francia, del 66,7% en Alemania, del 69,1% en Suecia, del 73,5% en Finlandia y del 74% en Dinamarca. O dicho de otra forma: acercarnos fiscalmente a Europa no solo supone que los ingresos públicos aumenten, sino que lo hagan especialmente a costa de las clases medias (recordemos que, de acuerdo con las definiciones de la OCDE, un hogar unifamiliar sería clase media en España si ingresa entre 11.400 y 30.400 euros anuales; y una pareja con dos hijos lo sería si ingresa entre 22.800 y 60.800 euros anuales).
Ahora bien, cabría pensar que este análisis yerra en un aspecto: si las clases medias son mucho más abundantes en la OCDE y en el resto de países anteriormente mentados de lo que lo son en España, estas pueden proporcionar un mayor porcentaje de los ingresos totales del Estado sin necesidad de soportar una más onerosa carga fiscal de la que ya soportan en nuestro país. Por ejemplo, en una sociedad donde el 100% de la población fuera clase media, por definición todos los ingresos públicos procederían de las clases medias.
Y, ciertamente, las clases medias son algo más voluminosas en el conjunto de la OCDE que en España, pero estas diferencias no explican la totalidad de la brecha de sus contribuciones entre países. Por ejemplo, la clase media absorbe el 60,8% del PIB en España frente al 66,4% de la OCDE (5,6 puntos de diferencia); sin embargo, como decíamos, la clase media española solo aporta el 54,4% de los ingresos públicos frente al 64,4% en la OCDE (10 puntos de diferencia). O expresado en otras palabras, para que las clases medias españolas —con su tamaño actual— contribuyeran en la misma medida que las de la OCDE, deberían estar aportando el 59% de los ingresos públicos y no el 54,4%.
Por consiguiente, conviene plantearse qué presión fiscal adicional deberían soportar las actuales clases medias españolas para equipararnos fiscalmente con nuestros socios europeos, tal como pretende la izquierda. Así, en 2015, la presión fiscal de Alemania era 4,7 puntos de PIB superior a la española: y, de ellos, 4,85 puntos proceden de una mayor presión sobre las clases medias (es decir, para equipararnos con Alemania, habría que subir la presión fiscal en 4,85 puntos de PIB sobre las clases medias y bajarla en 0,15 puntos a las clases no medias); a su vez, la presión fiscal francesa era 11,9 puntos de PIB superior a la española, de los cuales 7,5 puntos implicaban una mayor presión fiscal sobre las clases medias; por su parte, la presión fiscal sueca era 9,4 puntos superior a la española, de los cuales 7,2 puntos se debían a la mayor aportación de las clases medias; asimismo, la presión fiscal finesa era 10,2 puntos superior a la española, de los cuales 8,5 puntos eran imputables a la mayor imposición sobre las clases medias, y, finalmente, la presión fiscal danesa era 12,8 puntos mayor que la española, de los cuales 10 eran atribuibles a las clases medias.
En definitiva, emular fiscalmente a Europa supondría cargar salvajemente las tintas fiscales sobre las clases medias españolas: entre cinco y 10 puntos de presión fiscal adicional, esto es, entre 55.000 y 110.000 millones de euros más en impuestos pagaderos por las actuales clases medias. Teniendo en cuenta que las clases medias españolas incluyen a 13,4 millones de familias, eso significaría que habría que castigar a cada hogar medio con unos impuestos adicionales de entre 4.100 y 8.200 euros anuales. Esa es la agenda oculta de la izquierda que quiere equipararnos fiscalmente con Europa: más nos vale ser conscientes de la sangría fiscal con la que pretenden castigarnos a todos los españoles.