Echando la vista atrás, no cabe duda de que el pronóstico se ha cumplido: acabamos de sufrir la mayor recesión económica de las últimas décadas tras registrar una caída del PIB superior al 5% –si se descuenta el peso de los estímulos públicos–; un paro muy próximo al 20%; y un intenso descuadre en las cuentas estatales, con un déficit superior al 7% a cierre de año.
Ahora bien, ¿qué cabe esperar de 2010? Organismos y analistas ofrecen sus previsiones para el año entrante. En este sentido, lo primero que cabe resaltar es que este tipo de pronósticos son inútiles, ya que fallan estrepitosamente en la inmensa mayoría de los casos. Son meras adivinanzas carentes de valor porque, entre otras cosas, hacen uso de modelos estáticos de naturaleza matemática que, partiendo de teorías económicas erróneas, no contemplan un principio básico en economía: el futuro está por hacer. Por ello, si fallaron en 2009, es muy probable que también lo hagan en 2010.
Sin embargo, sí es posible atisbar ciertas tendencias en España de cara a los próximos 12 meses. En concreto, una positiva y dos negativas. La buena noticia es que, tal y como cabía esperar, la recesión ha logrado purgar en 2009, al menos parcialmente, los excesos que generó la expansión crediticia orquestada por la banca central en la última década. El sobredimensionado sector inmobiliario se está ajustando, aunque muy lentamente, el consumo y la demanda de crédito caen con fuerza, el ahorro crece a tasas históricas y las empresas reducen costes y ajustan plantillas. Es decir, los agentes privados se están apretando el cinturón para sobrellevar su pesada deuda.
Como resultado, la crisis se ha llevado por delante 300.000 empresas y casi dos millones de puestos de trabajo. Sin embargo, la sana limpieza que aplica el mercado aún no se ha completado y, de hecho, se está postergando sine die por culpa de la intervención estatal. Como era de esperar, el Gobierno se ha puesto manos a la obra y, haciendo uso de la deuda pública, ha hecho lo peor que podía hacer.
Esto es, intentar salir al rescate de la economía mediante políticas de gasto: entre otras medidas, crear empleo artificial (Plan E); subvencionar la compra de coches; ampliar prestaciones por desempleo; comprar stock inmobiliario e impulsar la construcción de VPO; ingentes ayudas públicas a sectores industriales (industria, carbón, renovables…); concesión de créditos públicos (ICO); permitir trampas contables y refinanciaciones inútiles con el fin de retrasar la necesaria reestructuración y la quiebra de entidades financieras.
Los efectos de estas políticas ya son visibles: aumento récord del déficit público, subida de impuestos y restricción del crédito a empresas y familias solventes (crowding out). Si a ello se suma la inexistencia de reformas estructurales para mejorar la competitividad de nuestras empresas en el exterior, tan sólo cabe concluir que el Gobierno está impidiendo la ansiada recuperación económica.
Así pues, 2010 será una continuación de 2009. La agonía se prolongará gracias a la intervención del sector público. Si bien es posible que el PIB repunte en algún trimestre, el crecimiento económico será prácticamente nulo e incluso no se descarta un nuevo cierre en negativo. De este modo, España corre el riesgo de enquistarse con una tasa de paro estructuralmente elevada, próxima al 20%, ante la imposibilidad de generar empleo. Además, no cabe esperar ningún cambio de rumbo o corrección por parte del Gobierno.
Y es que es muy probable que el Ejecutivo socialista mantenga su estrategia de estímulos públicos e inexistencia de reformas y austeridad en las cuentas para mantener la pax social y asegurarse la reelección en 2012. Eliminar partidas presupuestarias y recortar de forma drástica ayudas públicas es un precio electoral que, hoy por hoy, no está dispuesto a pagar el PSOE. Así, de mantener esta senda, 2010 podría ser, sin duda, el inicio del fin. Un punto de inflexión a peor ya que, en ese caso, el Gobierno aumentará aún más la deuda y subirá otra vez los impuestos, convirtiendo en depresión lo que hoy es ya una intensa y larga recesión económica.