Tercer año triunfal con rajoyina. Tercer presupuesto del país de nunca jamás a costillas de contribuyente y a gloria del comprador de bonos. Tercer ejercicio de trapisondismo contable. Los presupuestos de 2014 nacen, como los de 2012 y 2013, mancos, cojos y tuertos. Ya han llegado a un nivel de desvergüenza tal que hasta reconocen los descuadres en las ruedas de prensa con las sonrisillas de rigor. Hasta hace dos días de estas golfadas estéticas le echábamos la culpa a Julito Sánchez, ahora habrá que cargárselas en la espalda de Ana Serrano, nueva jefa de prensa de Mordor. Compadezco a ambos. Llevar la comunicación a un tipo cuyo trabajo consiste en saquear a los que tienen poco para dárselo, sonrisa mediante, a los que tienen mucho se me antoja algo prácticamente imposible.
A Ana Serrano le será más sencillo. Viene del SEPLA, el sindicato de pilotos que tan buenos momentos nos ha dado en los últimos treinta años paralizando el tráfico aéreo para que esos señoritos de millón y pico limpio al mes siguiesen llevándoselo calentito a casa, aunque fuese a costa de tener a medio Barajas durmiendo sobre las maletas en las salas de facturación. Me cuentan que la tal Serrano es cercana a Equipo Económico, el lobby que tanto ascendente tiene sobre el ministro y sus ministreces. Tiene lógica. El poder en España es siempre asunto de unos pocos que lo asaltan y lo depredan en su beneficio durante todo el tiempo que pueden. Cuando Zapatero los que hacían y deshacían a placer en el Ejecutivo eran los “sebastianes”, que se terminaron haciendo famosos por sus enredos. Enredos muy lucrativos, por cierto. Cuando los sorayos pasen a mejor vida, que lo harán más pronto que tarde, vendrán otros.
Al parecer los visitadores de Equipo Económico andan detrás del cese de Julito, que tantos días de mote y cachondeo le ha dado a esta página. No les gustaba el modo en que este hombre llevaba la comunicación del señor oscuro. “Lo mantiene muy alejado de los medios”, decían. Una decisión del todo razonable porque cuando se acercaba a las cámaras era bastante peor. En fin, que descanse en paz. Supongo que no tardarán en encontrarle un comedero, que esta gente nunca deja que los suyos pasen hambre. Total, pagamos los demás.
Pasemos página, que no he venido aquí a hablarle de Ana Serrano, que ni nos va, ni nos viene, ni nos ha invitado nunca a desayunar. He venido a hablar del tercer desastre presupuestario. Empecemos por los principios. Ni en 2012 ni en 2013 el Gobierno ha conseguido poner coto al déficit. No sé en cuanto cerrará este año, pero seguro que es muy por encima de lo previsto. En julio ya se aproximada peligrosamente al descuadre fijado para todo el año, así que imagínese donde andará a 31 de diciembre. Hace dos meses el conjunto de las administraciones públicas registraba ya un déficit del 5,27% sobre el PIB. Dicho así no parece ni poco ni mucho porque uno de los secretos de esta banda es hablar en tantos por ciento para confundir al personal y que así no preste atención al tema.
Llevémonoslo a euros contantes y sonantes. Entre el 1 de enero y el 31 de julio las comunidades autónomas gastaron 89.813 millones de euros, pero solo ingresaron 81.877 millones. Quítele ceros y déjelo en miles. Imagine que gana 81.000 euros pero gasta 89.000. Estaría ante un déficit real del 9%. Sea sincero, ¿cuánto tiempo podría aguantar con semejante descalce entre ingresos y gastos? En el mejor de los casos el banco le habría dado un toque, en el peor tendría cerrado ya el crédito y no le quedaría otra que apretarse a fondo el cinturón y proceder a liquidar bienes. Pues eso que es tan de cajón para cualquiera –incluido el zampabollos de Alberto Garzón– no lo es para los políticos y su expresión máxima que no es otra que el Gobierno.
No parece que el Gobierno vaya a apretarse cinturón alguno y, mucho menos, que vaya a liquidar nada de lo mucho que, a expensas del contribuyente, malbarata con funcionarios vitalicios, cargos de confianza de esos que nacieron con el carné del partido entre los incisivos y políticos profesionales que no conocen otro modo de ganarse la vida que el de vivir enchufados al presupuesto a perpetuidad. En España no se va a privatizar nada, a lo más conceder la gestión de ciertos servicios a empresas especializadas como ya se está haciendo en Madrid… o en la propia Andalucía. Esta concesión, que tanto cabreo suscita entre los médicos, no persigue privatización alguna sino una simple racionalización de costes. Lo mismo podríamos decir de la enseñanza concertada. Un simple parche para no abordar lo esencial que es que el Estado no debe ser ni médico ni profesor. No es su función, y cuando la ejerce lo hace de un modo lamentable. Pero, ay, alimenta inmensas clientelas que luego defienden lo suyo –que no lo público– con uñas, dientes, pancartas, manifas y huelgazos.
Si todo sale como debiera, para finales de año el déficit (sobre el PIB, no el real) tendrá que ser del 6,5%. Tal vez lo consigan aunque lo dudo mucho. La única medida que han tomado es congelar el salario a los empleados públicos. Una simple tirita que no detendrá la hemorragia. El problema del sector público no es que los funcionarios ganen mucho, sino que son demasiados. Con un millón y medio menos el problema se resolvería en el acto y no habría que andarse con miserias como quitarles –de mentirijillas– la extra de Navidad o congelarles el sueldo. Pero para hacer eso, para acometer una reforma digna de tal nombre en la función pública hace falta algo más que voluntad política, hace falta convencimiento íntimo de que es necesaria. Para hacerlo sería de gran utilidad no ser funcionario… y Montoro es funcionario, y como él Rajoy, Soraya, los sorayos y el sursuncorda. De un Gobierno de opositores sólo no se puede esperar más de lo que ya tenemos: Estado hipertrofiado, impuestos confiscatorios, déficit crónico y seis millones de parados.