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Está bien, defendamos la tortura

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En una operación política muy calculada, él, que no es un ápice mejor que George Bush, ha echado sobre su antecesor las toneladas de basura que, cierto es, ha generado el propio republicano. Pero luego dice que "mira hacia delante", escondiendo la mano tras haber lanzado el guijarro.

Ha habido reacciones para todos los disgustos. Una de ellas es la de Dennis Blair, nombre que no le dirá nada si no aclaro que es director de la CIA. Dice el jefe de esa banda que gracias a la tortura "se ha sacado información valiosa". Si los resultados son buenos, está moralmente legitimado, nos viene a decir el bueno de Blair. El fin lo justifica todo, si ese fin es bueno y lo que hacemos nos acerca a él. Consecuencialismo. Socialismo. Llámenlo como quieran.

Acepto el juego. No existe el mal si nos acercamos a lo bueno. Comencemos: ¿Qué objetivo político hay que sea más excelso que el que los políticos nos digan la verdad? Y todos sabemos que si para cualquier quisque la relación con la verdad es conflictiva, la de los políticos es como la de Glenn Ford con Rita Hayworth en Gilda. O, directamente, como la de los Rose. Si deciden parte de nuestra vida, si manejan parte de nuestra renta y de nuestra riqueza, si juegan con nuestros derechos como con los cromos para luego intercambiarlos con otros, ¿no tenemos, al menos, el derecho de que nos digan la verdad? Si no se conforman con que les votemos y quieren, además, que les amemos, que nos creamos lo que nos dicen, ¿no podremos hacer que, por una vez, nos digan la verdad; toda la verdad?

Hay técnicas muy buenas. Pregúntenle a Dennis Blair. Producir asfixia sin llegar a la muerte, impedir el sueño durante días, lanzar violentamente a un detenido contra un muro, falso, eso sí, para que tema por un instante por su integridad… Nada demasiado grave. Oh, lo que podrían hablar nuestros representantes. No todos, necesariamente. Sólo algunos. Aquellos que aprueban las torturas. Siempre, claro es, por nuestra propia seguridad. Bien, pues nuestra seguridad también está en ese milagro, en ese político que comienza a decir la verdad como jamás creía que fuera posible. Puestos a defender la tortura…

Pero es claro que la tortura jamás es defendible. Lo tenemos interiorizado gracias al pueblo judío, que se dijo a sí mismo aquello de que estaban hechos a imagen y semejanza de Dios, y gracias al cristianismo, que convirtió a toda persona en Su hijo. Desde entonces, las prácticas brutales contra nuestro cuerpo, que eran tan comunes como el comer en cualquier otra cultura, comenzaron a verse como lo que son: una práctica repugnante y condenable. También con los terroristas. También con los políticos.

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