Solo hay dos soluciones: o aumentamos sus activos o recortamos sus pasivos.
Un agente económico se halla técnicamente quebrado cuando el valor de sus activos (lo que tiene) es inferior al valor de sus pasivos exigibles (lo que debe). Si con mis propiedades soy incapaz de satisfacer los compromisos presentes y futuros que he asumido hacia mis acreedores, entonces parte de mis pasivos resultarán impagados: eso es justamente la quiebra, un patrimonio neto negativo. Ahora bien, que un agente esté quebrado no equivale a decir que se encuentre en suspensión de pagos, esto es, que sea incapaz de atender ahora mismo sus obligaciones: mientras haya ahorradores dispuestos a refinanciar sus deudas, la situación de quiebra puede perdurar en el tiempo sin que se entre en situación concursal (si bien un agente quebrado y en permanente refinanciación no deja de ser el equivalente exacto a un esquema piramidal o Ponzi).
Hace unos días, el Tribunal de Cuentas publicó su ‘Declaración sobre la cuenta general del Estado del ejercicio 2017‘. En este informe, del que ya se ha hecho sobradamente eco la prensa, se refleja la información de que la Seguridad Social cuenta ahora mismo con un patrimonio negativo de 13.720 millones de euros, es decir, el valor de sus pasivos (27.360 millones de euros) supera en ese monto al valor de sus activos (13.640 millones de euros). De ahí que varios medios de comunicación hayan optado por titular que, según el Tribunal de Cuentas, la Seguridad Social está quebrada. Algo que, sin embargo, es inexacto: a la postre, el Tribunal de Cuentas tan solo está computando una pequeña parte de los activos reales de la Seguridad Social (en concreto, los activos de su Fondo de Reserva y los de las mutuas), así como una diminuta parte de las deudas de este organismo (en particular, el dinero adeudado a la Administración General del Estado por los créditos que le ha extendido hasta el momento).
Sucede que esos no son, ni de lejos, los principales activos y pasivos de la Seguridad Social: son únicamente los activos y pasivos que se hallan ahora mismo reconocidos en su balance. En realidad, de hecho, el principal activo del sistema de Seguridad Social es su derecho a apropiarse de una parte del salario futuro de los trabajadores españoles (activo denominado ‘cotizaciones sociales’); a su vez, el principal pasivo con el que carga la Seguridad Social es su promesa de efectuar pagos periódicos a los pensionistas futuros (pasivo denominado ‘pensiones contributivas’). Así pues, dado que el Tribunal de Cuentas no ha registrado ni el principal activo de la Seguridad Social ni tampoco su mayor pasivo, el patrimonio neto negativo que estima el Tribunal de Cuentas resulta escasamente informativo para conocer la verdadera situación financiera de este ente público.
Lo anterior, claro, no significa que la Seguridad Social no esté quebrada sino tan solo que la información proporcionada por el Tribunal de Cuentas es harto incompleta. Pero, tal como ya hemos explicado en numerosas ocasiones, según los ingresos esperados futuros, es decir, si reflejáramos en su balance los derechos a recaudar cotizaciones futuras así como las obligaciones a desembolsar pensiones futuras, sí sería cierto que la Seguridad Social está quebrada (tal como han concluido los medios de comunicación sobre la muy incompleta e inexacta base del informe del Tribunal de Cuentas).
Tan quebrada se halla que, de no ser por la financiación que le proporciona la Administración General del Estado, resulta harto dudoso que, como ente separado e independiente, fuera capaz de emitir deuda en los mercados para siquiera atender el abono de las pensiones actuales (es decir, que, sin la refinanciación del Estado, se hallaría también en suspensión de pagos). Esto último es algo que el propio Tribunal de Cuentas se ve forzado a admitir: “La Seguridad Social carece, por sí misma, de la capacidad financiera [para amortizar sus deudas], como demuestra el hecho de que los respectivos plazos para iniciar sus amortizaciones se van prorrogando a medida que se aproxima el momento del vencimiento, y aquellos otros préstamos que no cuentan con plazo de cancelación han permanecido en la misma situación”.
¿Y qué hacer cuando un organismo, como en este caso la Seguridad Social, está quebrado? Solo hay dos soluciones: o aumentamos sus activos o recortamos sus pasivos. En el caso de la Seguridad Social, lo primero puede lograrse por diversas vías: incrementar el número de trabajadores futuros, aumentar sus remuneraciones o subir sus cotizaciones. Aún otra forma de mejorar sus activos sería diversificar las fuentes de financiación de la Seguridad Social: por ejemplo, otorgándole el derecho a recaudar otros impuestos distintos de las propias cotizaciones. Lo segundo, el recorte de sus pasivos, pasa por minorar los pagos futuros en pensiones, es decir, por variar las condiciones de determinación de esas fuentes de renta (por ejemplo, elevando la edad de jubilación, introduciendo el factor de equidad intergeneracional, alargando el periodo de la vida laboral con el que se calcula la base reguladora, subiendo el número de años necesarios para percibir el 100% de la base reguladora…).
Históricamente, las diversas situaciones de quiebra por las que ha atravesado la Seguridad Social se han saldado con recortes en las pensiones adeudadas, esto es, con quitas en sus pasivos. Y, dado que el desproporcionado agujero actual del sistema no va a poder cubrirse realistamente con mayores ingresos, no parece que esta vez vaya a ser diferente: las últimas reformas de las pensiones de PSOE (2011) y del PP (2013) son, de hecho, formas de ir minorando progresivamente la ingente deuda pensional futura del sistema. Así que más vale que se vaya preparando: usted, estimado lector, también cuenta con derechos de cobro frente a la Seguridad Social y todo apunta a que estos serán parcialmente impagados porque, sí, la Seguridad Social está quebrada.