A nadie escapa, además, el elemento populista, la fácil venta ante el electorado que tiene poner al votante como teórico accionista y hablar de devolver a Bolivia unas riquezas que “le pertenecen”. Al fin, ¿Qué importancia puede tener un cambio de titular en la explotación de un recurso, cuando solo hay que extraerlo y acaso vendérselo a los distribuidores? Pues la tiene, y mucha.
Producir no es una cuestión técnica, sino económica: se trata de hacer el uso más productivo de un recurso. Para ello, los empresarios cuentan con un delicado sistema de señales, que son los precios y los costes, y que le van indicando qué es lo más conveniente en cada momento. El gestor público no se mueve por el beneficio, sino por otro tipo de consideraciones que nada tienen que ver con hacer el mejor uso del recurso, por eso todas las gestiones públicas caen en el fracaso. Allende logró arruinar nada menos que la minería chilena de cobre, y Castro ha hecho de Cuba un país importador de azúcar. En toda la historia, Estados y grupos de toda ralea han intentado agarrar la riqueza de otros, para ver cómo se les escapaba de las manos como la arena del mar. Y es que confundían la riqueza con las cosas, en lugar del quehacer diario, libremente encaminado a satisfacer las necesidades sociales.