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Faroles con peligro

Publicado en Libertad Digital

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Ni siquiera es necesario remontarse a lo que, en materia económica, parece la prehistoria de España –esas elecciones de marzo donde el PSOE hizo campaña con la absurda promesa electoral de lograr el pleno empleo durante esta legislatura–, basta con acudir a los Presupuestos Generales del Estado –que se votan hoy– donde aparece una previsión de crecimiento del 1% y de paro del 12,5% para 2009.

Del primer pronóstico poco se puede decir, salvo que su único cometido es justificar un gasto público mucho mayor del que podemos soportar. El FMI, institución que en el último año se ha caracterizado por ser demasiado optimista en sus vaticinios, avanza que el PIB decrecerá un 0,2% el próximo año. En realidad, será mucho peor. Si la economía española se portara "tan bien" como en el tercer trimestre de este año (es decir, antes de que la actividad se contrajera tanto como para que los Gobiernos salieran a toda prisa a rescatar a los bancos, a las automovilísticas, a las pymes y a casi cualquier empresa que quedara con vida), el PIB se hundiría alrededor del 1%. Pero que las cosas se mantengan como están no lo espera nadie, ni siquiera el propio Gobierno.

El segundo pronóstico –una tasa de paro del 12,5%– simplemente ya se ha incumplido antes de comenzar 2009. Según Eurostat, en octubre de este año ya alcanzábamos el 12,8%.Vamos, que para alcanzar la cifra del Gobierno necesitaríamos que, como promete Zapatero, el año próximo estemos creando masivamente empleo. ¿Verosímil? Sólo hace falta repasar tres datos.

Primero, históricamente, debido a las rigideces de nuestro mercado laboral, España necesita crecer por encima del 3% para reducir la tasa de paro. Ya hemos visto que estaremos algo lejos de esa marca.

Segundo, la actividad del sector de la construcción ha caído a niveles de 1997, momento en que ocupaba a 1,2 millones de trabajadores. Hoy sigue dando empleo –oficialmente– a 2,4 millones. A menos que en 11 años esta industria se haya vuelto tremendamente ineficiente, no parece que para realizar la misma tarea que en el 97 se necesite al doble de personal que entonces.

Tercero, ¿será que los planes de gasto público del Gobierno absorberán toda la destrucción de empleo? Bueno, según los cálculos inflados del Ejecutivo, con esa iniciativa se crearán hasta 200.000 puestos de trabajo; una cantidad de empleos que, para ponerla en perspectiva, se destruyó simplemente en un mes de 2008.

Sin embargo, toda esta retórica populista del PSOE tiene un problema más de fondo y es que han renunciado a favorecer la recuperación económica. El aumento del gasto público, vía déficit, que propone el Gobierno puede que cree algún puesto de trabajo en alguna ocupación innecesaria para los consumidores, pero a cambio destruirá muchos más empleos en otros sectores vitales de la economía y agravará la ya profunda crisis. Y es que el gasto público no es una liberalidad política que nos conceda un generosísimo Zapatero; más bien, consiste en quitarle el dinero a la gente que sabe cómo utilizarlo para crear riqueza y destinarlo a actividades mucho menos productivas.

El plan del Gobierno, por ejemplo, contempla utilizar parte de esos 8.000 millones de euros en la rehabilitación de inmuebles. ¿Alguien en su sano juicio cree que la crisis en España se ha desatado porque hemos invertido demasiado poco en construcción? Zapatero cogerá el dinero bien gestionado y lo tirará sobre el pésimamente invertido en un ejercicio típicamente redistribuidor de la renta y, por tanto, empobrecedor. Sí, creará algún puesto de trabajo superfluo, pero destruirá muchos más de los imprescindibles para crecer. Y lo que es peor, ¿qué haremos cuando se agoten esos 8.000 millones que no generan riqueza, esto es, cuando se corte el chorro de gasto público? Simplemente, los parados recolocados volverán al paro y todos los españoles estaremos aun más endeudados.

No es que el Ejecutivo pueda hacer muchas cosas para acabar con la crisis. Su margen de actuación se limita a liberalizar los mercados de factores productivos (especialmente el laboral y el energético) y a reducir enérgicamente los impuestos y el gasto público; pero aun con estas políticas, tardaríamos tiempo en salir del agujero. Ahora bien, el Gobierno sí tiene un amplio abanico de posibilidades para sepultarnos durante décadas en el estancamiento económico; basta, de hecho, con que siga actuando como lo ha hecho hasta el momento.

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