En las sociedades libres se crea riqueza ex novo, es decir, allí donde no existía, de modo que tu ganancia no es mi pérdida. Al revés, tendrás más que darme por lo que yo puedo ofrecer, de modo que en el capitalismo la ganancia del vecino es una bendición para los demás. Este presentador puede sentirse reconfortado.
Quitando esta pequeña excepción, las navidades se llenan de nuevas condenas a la sociedad libre y en concreto al consumo. Greenpeace ha acusado a San Nicolás, en ese estilo delicado y fino que se gastan, de "terrorismo medioambiental". El Papa ha condenado el "materialismo" navideño. Los comercios, es cierto, se ponen a prueba todas las Navidades para atender las demandas, cada vez más variadas, de los ciudadanos. ¿De veras es tan malo que aumente el consumo estos días?
Nos gastamos más dinero en comprar cosas que compartimos con los demás; regalos y comida. No me parece nada mal. A mí, como a Pablo, me gustan los regalos "superfluos", prescindibles, aunque no tan prescindibles como las ONGs que viven de nuestros bolsillos. Los bienes de consumo son los que más cerca están de nuestros deseos, y si tenemos buenos deseos para los demás en estos días, lo que necesitamos son bienes de consumo que los transmitan.
Siempre ha habido un personaje, habitualmente mal encarado, que no puede vivir sin aguarle la fiesta a los demás. Quieren que los demás nos sintamos mal por hacer lo que nos apetece con nuestro dinero, que a cada paso que andemos sintamos el aguijonazo de un profundo sentimiento de culpa porque hacemos regalos o nos los hacen, porque compartimos comidas con familiares y amigos, porque hacemos las compras a que hemos renunciado en el año o porque nos damos ese capricho que no nos permitimos en otro momento del año. Que con su pan se lo coman. Sus malos deseos, tan poco navideños, y su neopuritanismo.
Feliz Navidad consumista.