Los políticos nunca hablan de trabajar, sino de obtener dinero de los trabajadores, que no es lo mismo.
Desde que el entrañable Manuel Chaves reclamara sus minolles para Andasulía, la financiación autonómica ha dado reiteradas muestras de ser un campo fértil para la mayor demagogia posible en un Estado redistribuidor, es decir, la demagogia de quien sólo habla de lo mucho que va a hacer por el pueblo siempre que pague otro. Así, a finales del año pasado el presidente Ximo Puig auguró:
2017 será el principio del fin de la discriminación a los valencianos.
Pobres valencianos discriminados. Pero por suerte cuentan con don Ximo, que si obtiene una «financiación justa» va a acabar con la «invisibilidad» de los valencianos. Su retórica no pudo ser más dramática:
Los valencianos y las valencianas, si trabajamos juntos, atravesaremos las puertas que nos cierran el camino a la justicia.
Obviamente, no hablaba de trabajar, los políticos nunca hablan de trabajar, sino de obtener dinero de los trabajadores, que no es lo mismo. El ideal es que los trabajadores que pagan no sean votantes, o no se note. Y desde luego para el señor Puig no se notan nada, porque de hecho no los menciona jamás. Eso sí, con el dinero de estos trabajadores, que sí son invisibles de verdad, va a hacer milagros progresistas como la Ley de la Función Social de la Vivienda, la Ley de la Renta Mínima, la Agencia de la Innovación y el programa Generació Talent; va a apoyar servicios públicos como escuelas, universidades, hospitales o el sector de la dependencia, impulsará las infraestructuras en el territorio valenciano, así como una transformación basada en la economía productiva, y para combatir el desempleo, especialmente entre los más jóvenes. Uno, dos, tres… ¡será por dinero!
Claro que no, el dinero no importa, porque alguien lo pagará, para que los políticos progresistas valencianos cuenten por fin con una «financiación justa». El lirismo de don Ximo alcanzó cumbres extremas cuando habló de sus retos, como el de «coser una tierra tan diversa como la Comunidad, demasiado fracturada por la desigualdad». De la justicia fundamental, es decir, de coser los bolsillos de los contribuyentes, y que dejen de saquearlos, lógicamente, no dijo nada.