Muerto el dictador, se generalizó el antifranquismo retrospectivo.
El historiador Enrique Moradiellos publica en Turner: Franco. Anatomía de un dictador. Dirá usted: otro libro sobre Franco, ¿es que no había suficientes? No los había, y seguramente no los habrá mientras Franco siga siendo no sólo una figura histórica sino también un símbolo que anima agendas políticas en el presente.
Esa manipulación política de la historia, auténtica obsesión de la izquierda, empeñada en que creamos que la Guerra Civil fue una lucha entre ángeles y demonios, hace que el profesor Moradiellos no sea santo de su devoción. Y este libro parece darle la razón porque, por ejemplo, el autor reconoce los crímenes perpetrados por los antifranquistas.
También reconoce que Franco era un hombre de gran inteligencia política: un alto funcionario británico se refirió en 1944 al “astuto control gallego de Franco…Franco pertenece a la clase de españoles del tipo Sancho Panza, más que a la clase del tipo Don Quijote”. Por su manejo de los equilibrios entre los diversos grupos que apoyaban al régimen, el falangista Girón de Velasco definió así a Franco: “Paso de buey, vista de halcón, diente de lobo y hacerse el bobo”.
Pero Moradiellos deja claro que Franco fue un dictador, y el franquismo un “movimiento reaccionario, contrarreformista y contrarrevolucionario, cuyo propósito fundamental era defender los intereses de las clases e instituciones tradicionalmente dominantes frente a la realidad de las reformas socio-políticas del gobierno republicano y contra la amenaza revolucionaria de una clase obrera organizada, movilizada y muy reivindicativa”.
No se habla del fraude de 1936, y se subraya que lo que sucedió fue una sublevación contra un gobierno legítimo, y que esa sublevación fue la causa de la Guerra Civil. Moradiellos no profundiza en la alternativa al franquismo, y parece ridiculizar la obsesión anticomunista de Franco y los suyos.
Todo esto gustará a la izquierda. En cambio, no le gustará que Enrique Moradiellos rechace la equiparación entre franquismo y fascismo. El franquismo fue un régimen autoritario que tuvo una peculiaridad, o más bien dos: duró mucho, y cambió durante ese largo periodo. Esto se debió a la flexibilidad y astucia del propio Franco, a quien Moradiellos no demoniza, ni retrata como un estúpido. Franco fue sin duda un dictador, pero esto no diviniza a sus adversarios. Asimismo, interpela a los historiadores para explicar por qué el pueblo español fue franquista en un amplio porcentaje. Muerto el dictador, se generalizó el antifranquismo retrospectivo, como es bien sabido, hasta hoy.
Una importante observación del profesor Moradiellos es que la transición no fue una cobardía, ni una cesión, ni una traición, sino un anhelo colectivo de convivencia en paz y de superación de la Guerra Civil y la dictadura. No pueden aceptar esta bella verdad quienes en las izquierdas ansían utilizar el pasado para hacer política hoy.