"The single currency will be fatal to the poorer countries because it will devastate their inefficient economies”. Margaret Thatcher en 1990
A finales de los años 70, Gran Bretaña sufría de tres males que nos parecerán bastante familiares a los europeos de hoy: un desempleo desbocado, un sector público hipertrofiado y una política impositiva confiscatoria.
Margaret Thatcher tenía todas las cartas en su contra. Mujer, de clase humilde, y poco dispuesta a consensuar y aceptar lo que los estamentos le imponían. Pero llegó. Y su revolución ha cambiado el mundo. Para mejor.
Cuando Thatcher llegó al poder, la inflación superaba el 20%, el país estaba en manos del Fondo Monetario Internacional, al borde de la quiebra, y secuestrado económicamente por sectores clientelistas, no sólo los sindicatos, sino también una clase empresarial extremadamente dependiente del Estado. Socialismo con oligarcas excluyentes. ¿Les suena?
El Reino Unido era “el enfermo de Europa” (the sickman of Europe), según el Banco de Inglaterra. Las recetas de los Gobiernos eran siempre las mismas. Subir los impuestos, mantener el Estado asistencialista y “estimular la demanda” desde el gasto. Para subir los impuestos de nuevo, al fracasar.
Cuando Margaret Thatcher fue expulsada del poder en 1990, dejaba un país que volvía a ser líder mundial, una economía sólida, dinámica, con reguladores independientes, donde el estado es servicio, no desincentivador de inversiones y procurador de favores, y donde las palabras empresario y éxito no son insultos. Un país donde crear una empresa se hace en un día por el coste de dos happy meals, donde se crearon pymes que hoy son líderes globales. ¿Una economía perfecta donde todo es de color rosa? No, para nada. Pero olvidamos de dónde venía.
Mucho se ha hablado de los sindicatos en los 70 y su poder (“té y sándwiches en Downing Street”, les llamaban), pero no de su impacto económico. Las huelgas constantes en el Reino Unido de mediados de los setenta creaban un impacto económico doble: recesión y rechazo del capital inversor a poner dinero en el país. Invertir en Inglaterra era garantía de confiscación por impuestos. ¿Les suena?
Hay cosas que el Gobierno de Thatcher hizo que hoy ignoramos porque lo que existía antes nos parece simplemente inimaginable. Control de capitales. Sí, el Reino Unido mantenía controles de cambio y de capitales desde los años 40. Hoy, la libre circulación de capital nos parece normal y lógica. Eso lo cambió Thatcher en dos meses.
Unos impuestos que llegaban al 83% de la renta en ciertos tramos. ¿Recuerdan aquellos discos que grabaron los Rolling Stones o The Who en países exóticos durante los setenta? No era para viajar y conocer mundo. Era para escapar del fisco. El Reino Unido era un infierno fiscal. ¿Les suena?
Austeridad, bajada de impuestos e inversores
Thatcher hizo lo que se suponía imposible: austeridad, bajar impuestos y atraer capital. Y cambió un infierno fiscal, trampa para el capital que se había gestado durante décadas, en pocos años.
Siempre dicen que su mandato tuvo dos recesiones, y es cierto, pero nadie dice cuánto se tardó en salir de las mismas. La mitad de tiempo que en sus países comparables de Europa. Porque siempre que hablamos de la era Thatcher olvidamos lo que ocurría a nuestro alrededor.
Los críticos hablan del aumento de la desigualdad en el Reino Unido durante su gestión. De nuevo, olvidando de dónde salía el país. Y la base de la que partía.
Los salarios básicos aumentaron muy por encima de la inflación, la renta disponible y su riqueza crecieron para las clases más desfavorecidas. Durante el mandato de Thatcher, el porcentaje de mujeres que trabajaban creció un doble dígito, pero además las mujeres empresarias se multiplicaron. Se hizo un país donde la gente sabía que si se esforzaba y ponía empeño, ganaría ¿Igualdad? No, libertad. Y los ciudadanos lo valoran. La inmigración que viene a este país sabe que puede prosperar y crecer. Claro que puede fallar. Pero también, curiosamente, valoran el sistema de asistencia social.
La privatización de empresas públicas al borde de la quiebra fue otro de los pilares de la política económica de la era Thatcher. Pero la privatización era más que una manera de recuperar control sobre el déficit y reducir deuda, de mejorar la gestión. Lo realmente importante, y que también ignoramos porque lo damos por hecho, es que con Thatcher se introdujeron reguladores realmente independientes, no un brazo más de un Estado clientelista, sino unos reguladores que garantizan que las reglas de mercado son a la vez justas y transparentes.
Olvidar la base de la que partió es parte del injusto análisis que se hace a la época de Thatcher. La esperanza de vida aumentó en casi tres años entre 1980 y 1990, más que en la media de la OCDE. Curiosamente, fue la privatización de muchos servicios no esenciales la que permitió enfocarse en mejorar una seguridad social que era un auténtico desastre. ¿Era una maravilla en 1990? No. Ni hoy. Pero, de nuevo, no podemos olvidar de dónde se partía.
Ignoramos también lo que es la inflación, el impuesto silencioso, y su efecto devastador sobre la economía. En 1979 se daba por hecha, como algo “inevitable”. Bajar la inflación de un 21% al 12% fue un auténtico éxito que no se puede achacar solo al petróleo del mar del Norte, como hacen algunos. Además, dicho petróleo comienza a ser una inversión atractiva cuando los Gobiernos de Thatcher empiezan a comprender la importancia de atraer capital.
Y es ahí donde Margaret Thatcher fue, y es, un éxito rotundo. De ser un país de bajo atractivo para el inversor, el Reino Unido pasó a ser uno de los países con mayor balanza financiera positiva. Entender las dificultades de la economía y trabajar con ellas, hacer de los errores oportunidades y dejar que los sectores pujantes florezcan fue también un cambio histórico. No entorpecer, no intervenir, no usar paternalismo económico que usted paga con más impuestos. Claro que la City ha sido esencial. Pero ya existía. Thatcher contribuyó a su desarrollo como motor económico global. Hoy la City de Londres provee al país de más ingresos por impuestos que Escocia.
Coto a la casta política
Thatcher no redujo el gasto público en sus primeros años. Pero lo contuvo de manera ejemplar y luego lo redujo. Su austeridad fue atacar el gasto político, las subvenciones, los enormes costes de un Estado hipertrofiado. En el Reino Unido, uno no ve políticos con veinte asesores, chóferes, mayordomos y sequitos. Cortó muchas cabezas de muy altos cargos.
Otro de los éxitos de Thatcher fue cambiar esa casta. Hoy es primera página, dimisión y escarnio público cuando un político gasta 200 libras en cursos injustificados.
Por supuesto, donde Thatcher tuvo una absoluta clarividencia fue en rechazar la moneda única y los avances intervencionistas de Europa. Hoy nos parece normal, y hasta típico inglés, pero en aquella época la Dama de Hierro tuvo que luchar encarnizadamente contra su propio partido y la oposición para defender la libra, la independencia económica y resistirse a ser engullida por una construcción europea que ya apuntaba maneras de planificación centralizada casi-soviética.
Yo llevo muchos años viviendo en Inglaterra. La figura de Thatcher sigue generando controversia y opiniones dispares. Como todos los grandes líderes. Cometió errores, claro. Muchos. Pero, en mi opinión como observador externo, el mayor legado de la Dama de Hierro es que hoy, en este país, casi nadie, sea laborista, liberal, conservador o independiente, defiende el intervencionismo que asolaba el país en los setenta. Porque los votantes saben que no funciona. Porque nadie quiere volver a aquella Inglaterra desolada. Los principios de libertad económica, de apertura y de mercado son ya parte del ADN de un país que hace pocas décadas era un erial estatista.
No, Margaret Thatcher no era perfecta. Ni aplicó todo lo que defendía. No pudo. Pero por muchos errores que cometiera, y muchas críticas, algunas merecidas, hay mucho que los ciudadanos del Reino Unido y del mundo le debemos. Defender la libertad, el esfuerzo, ser un ejemplo de cómo se puede llegar lejos sin contar con privilegios. Haber sacado a su país del destino de ser el “enfermo de Europa”.
Siempre que voy a España me dicen que los principios de austeridad, apertura y libre mercado no se pueden aplicar porque “somos así”. El Reino Unido era “así”. Gracias a Margaret Thatcher, probablemente nunca más lo será.
Descanse en paz.