Hervidero. Esa es la palabra de este fin de semana. Cuarenta grados en Madrid y trasiego en las redes sociales con el tema #Grexit, término con el que se denomina la posible salida de Grecia. Lo que hace poco parecía un imposible, hoy no lo es tanto. Lamento haber acertado en el pronóstico cuando Luis Herrero me preguntó en la radio el pasado jueves si habría acuerdo Grecia/troika o no este sábado. Ojalá lo hubiera habido y no se hubiera tensado tanto la cuerda.
Todo el fin de semana se han sucedido noticias alarmantes y comentarios variopintos de unos y otros. A mediodía del domingo Varoufakis afirmaba que no habría corralito, y por la tarde el Banco Central de Grecia anunciaba que el lunes ni los bancos ni la Bolsa abrirían. Es decir, corralito al canto. Unos preguntaban si no habría dinero para los cajeros y los más expertos explicaban que, aunque el Banco Central Europeo había cortado el grifo del dinero, no había cancelado los préstamos ya concedidos, pero que no habría dinero para los cajeros automáticos.
¿Qué implica eso para el resto de los países de la Unión Europea?
La sonrisa argentina
Hablando sobre el tema con un profesor argentino, de repente me plantea la desaparición del euro. Imposible, imposible… “Los políticos rara vez dicen lo que piensan, dicen lo que políticamente les conviene”. Y, sonriendo me explica que Gran Bretaña no explicó a sus súbditos que iba a abandonar el patrón oro en los años 30, el gobierno argentino tampoco sometió a debate el abandono de la convertibilidad de su moneda respecto al dólar, y nadie podía creer que pudiera suceder ni una cosa ni otra pocos años antes.
Me pongo nerviosa. Eso es verdad. Me recuerda que el mismísimo Oskar Morgenstern señalaba que el Banco de Inglaterra falseó sus cuentas durante años haciendo creer que tenía menos reservas de las reales, justo antes de tomar la decisión de abandonar el patrón oro (Ver: On the Accuracy of Economic Observations, 1950). Simplemente anotaba esas tenencias de oro bajo el epígrafe “Otros activos”. Y no es el único caso, los gobiernos europeos falsearon sus estadísticas para obtener todo el dinero posible de Estados Unidos mediante el Plan Marshall. ¿Nos fiamos de lo que dicen los gobiernos?¿de sus estadísticas?¿de lo que dicen que van a hacer? ¿o mejor tratamos de deducir qué probabilidad hay de que sucedan según qué cosas en función de lo que no dicen?
E sistema del euro no puede funcionar plenamente con una democracia al 100%. La razón es muy simple. Por un lado, los gobiernos democráticos tienen incentivos para gastar e intervenir. Por otro lado, la salud del euro como moneda europea depende de la capacidad de los gobiernos nacionales de armonizar sus presupuestos, desregular los mercados y moderar el gasto. ¿Cuál es la probabilidad de que los gobiernos nacionales en recesión o casi moderen el gasto y eliminen restricciones?
¿Grexit o Eurexit?
Un economista de un país como Argentina que, por desgracia, ha vivido lo imposible y ahí sigue vivita y coleando, con una intensa historia monetaria a sus espaldas, mira a Europa con cierto cinismo, sin escandalizarse ante lo que a mí me parece impensable. “¿Puede ser que el euro se venga abajo después de tanto tiempo?”, pregunto. “¿Cuánto duró el patrón oro o el sistema de Bretton Woods y acabaron a pesar de ello?”.
Si el euro desaparece ¿quién se beneficiaría? Todos los gobiernos que ganan más gastando su moneda nacional que recibiendo euros del BCE. Y eso depende en gran parte de la voluntad del BCE de emitir (de una manera u otra). Por fortuna para el BCE, el club de bancos centrales de los países europeos, ha sido relevado del papel de culpable y se ha tomado a Alemania como “mal de males”, y en concreto, es la cara de Angela Merkel la que se ha inoculado en el imaginario colectivo como la bruja que amenaza, tortura y mata de hambre a los griegos, y tras ellos, a todos nosotros, si hace falta. Una señora votada por sus ciudadanos que vela por los intereses de sus contribuyentes. Igual que Tsipras, un señor votado por sus ciudadanos que, antes que a él, votaron durante años a varios gobernantes que habían robado y mentido, como los políticos de los años 30 a los que se refería Morgenstern, pero de manera mucho más obscena y notoria. La democracia, el menos malo de los sistemas de elección, se torna peligroso cuando no hay sensatez económica y votantes y votados son rent-seekers, buscadores de rentas, unos vía subvención, otros vía cargo público. (Reconozco que iba a decir moralidad en vez de sensatez económica pero no me atrevo). ¿Quién va a votar a favor de las medidas necesarias para que el euro sobreviva? Y si no lo hace ¿qué gobierno español va a defender una peseta “sana” y solvente a costa de moderar el gasto?
En conclusión: la tormenta europea perfecta.