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‘Grid Girls’, las últimas víctimas del feminismo

Publicado en Libertad Digital

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Ahora tenemos a azafatas que han perdido un trabajo que les gusta y bien pagado y están cabreadas.

Aunque tenemos ejemplos en esta casa para demostrar que no es una regla universal, no cabe duda de que la mayoría de los fans de la Fórmula 1 son hombres. Hace un par de años hicieron una encuesta con más de 35.000 respuestas y más del 90% eran tíos. Y no es por nada, pero a los hombres pocas cosas nos gustan más que los coches y las mujeres, así que no es de extrañar que en las parrillas de la categoría reina del automovilismo hubiera modelos, a veces ligeras de ropa, a veces no, pero siempre muy agradables a la vista, las llamadas Grid Girls.

Pero ahora el nuevo propietario de los derechos de la competición, la empresa norteamericana Liberty Media, ha decidido tirar de feminismo moderno y eliminar a estas azafatas de una parrilla que llevaban décadas ocupando. Y bobas como Julia Otero o Almudena Ariza –que expresaba su alegría por que los triunfos de los pilotos no se celebraran con besos de chicas guapas, algo que no se hace en F1, e ilustraba su opinión con una foto del ciclista Alejandro Valverde– les aplauden. Aplauden que decenas de mujeres pierdan un trabajo que no está precisamente mal pagado. En nombre del feminismo y tal. No, en serio.

Está sucediendo cada vez con más frecuencia que instituciones políticamente neutrales y respetadas pierdan su neutralidad para caer en reivindicaciones políticamente correctas, es decir, de izquierdas, especialmente en EEUU. Conocido es el caso de la liga de fútbol americano (NFL), que tras años sancionando a jugadores por gestos religiosos o políticos conservadores ha dado su apoyo a las protestas de sus multimillonarios jugadores negros que sufren mucho el racismo, pobrecicos. O, sin salirnos del mismo ámbito, el empeño de la cadena ESPN, que es la encargada de retransmitir los principales acontecimientos deportivos del país, por introducir cada vez más carga política en sus retransmisiones y programas supuestamente deportivos. Y si miramos en ámbitos que a mí al menos me resultan más cercanos, tenemos el empeño constante de sustituir superhéroes conocidos y adorados por los fans de los cómic de Marvel por mujeres o minorías. O el empeño de que los Premios Hugo a las mejores novelas y relatos de ciencia ficción sean concedidos a escritores con pedigrí de izquierdas al margen de la calidad de su trabajo. Hasta los videojuegos han sido asaltados, siendo el llamado GamerGate esencialmente un movimiento de resistencia frente a quienes quieren que la industria refleje las preocupaciones y puntos de vista de los activistas de izquierda por encima del mero entretenimiento. Lo resumió magistralmente el Pastrana americano, David Burge: identifica una institución respetable, mátala, destrípala y vístete con su cadáver mientras exiges respeto.

No todos los casos siguen el mismo patrón, pero es bastante frecuente que estas derivas sean una medida impuesta de forma más o menos consciente desde arriba, porque al fin y al cabo la mayoría de quienes toman estas decisiones viven en enclaves progres de alguna de las dos costas. Mientras les salga gratis, ¿por qué no imponer sus propios gustos e ideas políticas? El hecho de que politicen ámbitos que nunca lo estuvieron antes no les importa, porque es ley de vida que no hay nada que un fanático no pueda politizar. Además, así en las fiestas y cenas con sus amigos concienciados éstos le perdonarán la vida, ya que aunque esté al frente de una organización machista, racista, homófoba, etc., al menos la están cambiando desde dentro, educando de paso a esos paletos que votan a Trump, obligándoles a escuchar lo importante que es la salida del armario de Caitlyn Jenner, antes Bruce, cuando lo único que quieren ver es a alguien que analice el último partido de su equipo favorito.

Los gerifaltes de Liberty Media no son especiales. También a ellos les afean en sus eventos sociales favoritos que en las parrillas de un evento del que poseen los derechos se exhiban mujeres como objetos, cosificándolas. Si al menos las Grid Girls fueran feministas de izquierdas como Cristina Pedroche, podríamos permitirles que fueran ligeras de ropa y aprovecharse del poder que les confiere tener un cuerpo y una cara bonitos. Pero esas chicas anónimas no, a ellas que las den. Ahora tenemos a azafatas que han perdido un trabajo que les gusta y bien pagado y están cabreadas contra quienes tienen «un problema en sus cerebros». Pero a las feministas de hoy les importa bien poco la opinión de las mujeres que se muestren en desacuerdo con ellas, a las que tratan con desprecio como «alienadas». Pocas cosas hay más machistas que negar a unas mujeres la capacidad de tomar decisiones por sí mismas cuando éstas no nos gustan.

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