Los creadores de Podemos han asesorado al régimen de Hugo Chávez directamente o por medio de una organización pantalla llamada CEPS casi desde el inicio del régimen.
La venezolana es una economía socialista. Hugo Chávez primero, y Nicolás Maduro después, han acabado progresivamente con lo que había de economía libre desde 1999. Esta no es una historia sobre el (neo-archi-ultra) liberalismo, sino sobre el dominio socialista de la sociedad por el Estado.
El gobierno ha tomado el control de gran número y de grandes extensiones de terreno cultivable.
En 2005, Venezuela era todavía el país número uno en renta per cápita en Iberoamérica, en paridad del poder de compra. En 2016, según datos del FMI, le superan 13 países de la región. Según The Economist, “la renta por persona ha vuelto a la que era en los años 50’”.
Chávez llegó al poder con el barril a 18 dólares. Desde 2005 y hasta su muerte, rondó los 80 a 100 dólares, aunque con una gran sacudida en 2008-2009. Dedicó una parte importante del ingente flujo de divisas a distribuirlo entre los más pobres o los más aislados económicamente. Con este modelo de compra masiva de votos se aseguró la victoria elección tras elección.
A comienzos de los años 2000, el régimen chavista comenzó a tomar el control de Petróleos de Venezuela, despidió a sus directivos y al 40 por ciento de su plantilla, y lo sometió a una gestión socialista. En Chile, Allende hizo lo mismo con el mercurio y el país, primer productor del mineral del mundo, pasó a importarlo. Hoy Venezuela tiene que importar petróleo ligero porque ya no sabe cómo producirlo.
Desde julio de 2014, el petróleo se ha desplomado, y el barril pasa de los 100 al entorno de los 50 dólares. Es un precio por encima del que tuvo Chávez en sus cinco primeros años en el poder, pero ahora se empiezan a ver los efectos de década y media de socialismo.
Los ingresos del petróleo dejaron de ser suficientes para comprar votos. Y los pagos se empezaron a hacer con inflación; es decir, con papelitos de un valor cada vez menor. Según Steve H. Hanke, la inflación es del 789 por ciento. El socialismo ha liberado a los venezolanos de la tiranía del trabajo asalariado, y los ha puesto a hacer cola para llevarse los restos.
Como en tantas ocasiones, el régimen quiso bajar la inflación a martillazos, es decir, imponiendo precios máximos. Al no permitir que los productores vendan a unos precios que cubran sus costes, dejaron de producir, o de vender a Venezuela. Llegó el desabastecimiento generalizado.
Los venezolanos, con un dinero que pierde valor día a día, no pueden alimentarse porque escasea la comida. El 93 por ciento dice que no puede abastecerse de alimentos suficientes, y tres de cada cuatro venezolanos ha perdido peso en el último año. Nada, por cierto, sobre lo que la FAO tenga algo que decir.
Farmacias y hospitales se han quedado sin suministros de medicinas. El año pasado la mortalidad creció un 66 por ciento.
Desesperados ante la perspectiva de morir de hambre en su país, decenas de miles de venezolanos cruzan a pie las fronteras con los países vecinos por pura supervivencia.
Esta carencia no afecta a los miembros del régimen, que utilizan como moneda los dólares del imperio yanqui, y que por tanto pueden acceder a los bienes vedados al común de los ciudadanos.
Las familias de los dirigentes viven una ostentosa opulencia sustentada sobre la explotación capitalista del narco. Venezuela ha pasado de ser un petroestado a un narcoestado. Era más digno ser una república bananera.
El socialismo se basa en que unos pocos mandan y los demás obedecen, y eso se refleja en unas diferencias de renta mucho mayores que en una sociedad libre. La reducción del número de pobres se hace en Venezuela por el expeditivo método de la muerte por inanición.
El hambre y la miseria son los negros frutos del socialismo en la economía. En la política, el socialismo también se está cobrando sus víctimas; los muertos por represión superan ya el centenar.
En 2013, tras la muerte de Chávez, Maduro ganó por un escaso margen de votos en unas elecciones con graves irregularidades. En 2015, la oposición, una alianza que va desde los comunistas a la derecha, ganó por amplia mayoría las elecciones legislativas. El fracaso económico se ha traducido en fracaso político.
El régimen ha quitado uno por uno todos los poderes de la Asamblea. Luego ha mandado a sus esbirros a atacar físicamente a sus miembros. Y finalmente la ha substituido por una “Asamblea Constituyente” cuyos candidatos están todos elegidos por el propio gobierno chavista.
La oposición ha llamado a los venezolanos a participar en un referéndum sin ninguna base institucional. Votaron 7,3 millones de venezolanos. El chavismo convocó a los venezolanos a apoyar su Asamblea Constituyente y aunque no hay datos fiables, el número de votos fue muy inferior a esos 7 millones largos.
La comunidad internacional le ha dado la espalda al régimen de Maduro. Sus únicos apoyos, Rusia y China, pueden acabar de hundir al régimen si Venezuela no puede pagar sus deudas con ellos y se la cobran directamente de sus recursos petrolíferos.
Los creadores de Podemos han asesorado al régimen de Hugo Chávez directamente o por medio de una organización pantalla llamada CEPS casi desde el inicio del régimen.
Allí, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y otros hacían de voceros del régimen, y le asesoraban sobre cómo mantener el socialismo y ganar elección tras elección, por medio de un execrable juego maquiavélico.
Hugo Chávez le entregó a estos gallardos españoles más de 7 millones de euros para “crear en España fuerzas políticas bolivarianas”.
Los dirigentes de Podemos han puesto a Venezuela como ejemplo hasta el desplome económico. Cuando no han podido mantener un estricto régimen de silencio, se ha negado a condenar una sola de las actuaciones del chavismo, han negado la legitimidad a la oposición y han ejercido el anti-antichavismo con profusión.
Quien vea lo que pasa en Venezuela y lo que puede pasar en España es porque no quiere.