Las dos variables de la ecuación, la salud pública y la economía son favorables, y en especial esta última.
Los últimos datos apuntan a que Suecia ha superado los 400 muertos por Covid-19, con un número de infectados que se acerca a los 7.000. Todos miran en la misma dirección, al primer ministro de Suecia, Stefan Löfven, que ha seguido una política muy diferente a la del resto de países europeos que, como España, han impuesto un confinamiento de la población severo. Suecia mantiene abiertos bares, restaurantes y gimnasios, no ha impuesto el confinamiento de la población, y la actividad económica no sufre tan severamente como en los otros países.
Se vuelve a hablar de un ‘modelo sueco’, pero no se ve con admiración, sino con asombro y estupor ante lo que parece ser una actitud relajada ante la epidemia. El virus, que amenaza a decenas de miles de vidas, ha llevado en España, en Italia, en Francia, en Alemania, a adoptar medidas que socavan el desempeño económico y limitan gravemente nuestra libertad. En Suecia la libertad se ha cercenado menos, con todas las satisfacciones que ello supone pero también con el peligro que, entendemos, lleva aparejada. ¿Cuál es ese ‘modelo sueco’?, ¿cómo se benefician de esas pequeñas libertades que ahora anhelamos y por las que se filtra el mortal virus?
Varias son las medidas que ha adoptado el Gobierno sueco con fuerza de ley: prohibir la celebración de eventos multitudinarios por encima de las 500 personas, umbral que se rebajó posteriormente a 50. Dictar una serie de normas para que bares y restaurantes puedan operar. Prohibir la entrada de personas procedentes de países y áreas con una alta incidencia de la infección. Y cerrar las universidades e institutos.
El resto de medidas son guías de acción, recomendaciones dictadas sobre todo por la Agencia de Salud Pública, como por ejemplo recomendar a todo el que pueda que trabaje desde casa y que evite todo viaje que no sea imprescindible, así como la visita a personas que corren especial riesgo, como los más viejos. Recomienda que se haga ejercicio en espacios abiertos. Y a los mayores de 70 años y personas que estén en una situación de riesgo por tener otras patologías, les recomienda que reduzcan al mínimo sus interacciones con otras personas.
La recomendación de teletrabajar se convierte en una obligación de quedarse en casa si el ciudadano tiene algún síntoma. El Gobierno ha decretado algunos cambios para apoyar a trabajadores y empresas. Los que estén de baja por enfermedad tienen permiso retribuido de dos semanas, sin necesidad de que un médico le haga un reconocimiento.
Así, las autoridades han insistido en que no conviene aprovechar la Semana Santa para realizar viajes que no sean necesarios, e inciden en que no se debe salir de las ciudades o acudir a ellas, de nuevo si no es preciso. El motivo es que el virus se propaga más rápido en las ciudades, donde la densidad de población y la medida del tráfago humano son muy superiores. Estocolmo es, de hecho, la población más afectada por la extensión de la infección. La prohibición de abrir a institutos y universidades no afecta a los colegios, que pueden actuar de forma autónoma, pero el primer ministro, Stefan Löfven, recomendó que siguieran el mismo camino.
Por lo que se refiere al uso de los recursos públicos, el operador ferroviario eliminó una de cada cuatro rutas, medida que más tarde se ha hecho más restrictiva. Pero ello no afecta a las cercanías, ni al metro de Estocolmo. Las autoridades locales, por su parte, recomiendan a quien tenga el más mínimo síntoma que no utilice el transporte público. Y piden a los pasajeros que no se sienten en los primeros asientos, para no tener contacto con el conductor.
Una de las medidas más chocantes es que no hayan cerrado restaurantes y bares. Sólo se permite el servicio en las mesas, para que la aglomeración sea menor. Y exige que haya una distancia mínima entre sillas.
¿Han sido suficientes estas medidas para contener la evolución del contagio? Para hacernos una idea, podemos fijarnos en los modelos gráficos elaborados por Our World in Data. Una comparación adecuada consiste en controlar el número de contagiados, o de muertos, por millón de habitantes. De este modo eliminamos el sesgo debido al diferente tamaño de cada población.
Yo he escogido la comparación entre España, Italia, Francia, Alemania, Estados Unidos y Suecia, pero el gráfico permite hacer cualquier otra combinación de países. La métrica de nuevos casos diarios no es muy fiable, pues depende de cuántos test se realicen. Por eso es difícil interpretar la comparación sincrónica por países. Pero como puede que un país cambie su política de test, también es difícil hacer una interpretación diacrónica, según pasa el tiempo, de la evolución de los datos. Pero lo que vemos con los datos que tenemos es que España está muy por encima de los países que he elegido, y excepto Luxemburgo e Islandia no hay quien nos supere.
Por lo que se refiere a Suecia, el día 5 de abril la métrica muestra una pronunciada caída, después de cinco días de dramática subida, pero no tiene ni mucho menos que indicar un cambio de tendencia; la evolución día a día es muy irregular. Lo que se observa es que estamos aún en el tramo de aumento. No se observa que Suecia haya retrasado el inicio de la curva de contagio en comparación, por ejemplo, con Francia o Alemania.
Por lo que se refiere al número de muertes, en principio esos datos son mucho más fiables. Suecia ha experimentado un notable aumento en las muertes por millón de habitantes, y está ahora cerca de los cuatro muertos, como lo están Alemania o los Estados Unidos. Lejos de los 17,3 de España. Podrían corresponderse con el aumento en el número de casos de hace dos semanas, un repunte que más tarde se corrigió, para volver a aumentar en la última semana.
Por el momento, Italia y España han contenido el aumento del número de casos, e Italia lo ha hecho con el de muertos. Pero en ambos casos están muy por encima de Suecia. Esto puede deberse a que Suecia tiene menos relaciones con un país amenazado por el virus, como es Italia, que España. Y también a que allí cortaron la entrada de ciudadanos de países en riesgo muy tempranamente. En Suecia, sin embargo, no se ve esa contención en la evolución de los casos ni de los muertos. Es pronto para ver si las medidas adoptadas por el Gobierno de Löfven han sido suficientes o no.
Pero hay otro lado de esta historia, que es el económico. La Bolsa de Suecia ha caído de forma pronunciada, pero mucho menos que la española, la italiana, la francesa o la alemana, por ejemplo. El índice sueco vuelve a los niveles de diciembre, que ya había transitado en julio. El CAC 40 de París retorna a 2014, el DAX de Fráncfort a 2016, y en el caso de España e Italia el índice se pierde en el abismo.
El Banco Central de Suecia prevé una contracción del PIB de seis puntos porcentuales. En el caso de España, los cálculos se mueven entre diez y 20 puntos. El PMI es un indicador muy fiable de la marcha de la economía a pocos meses vista. Por encima de 50 puntos indica expansión, y por debajo, contracción. El PMI de servicios de Suecia está en 46,9 puntos, lo que contrasta con los 23 de España, Italia (17,4), Francia (27,4), Alemania (31,7) o los Estados Unidos (31,7). Desde el punto de vista económico, claramente el daño infringido por las medidas del gobierno en Suecia son mucho menos gravosas.
¿Ha fracasado el modelo sueco? Es muy difícil saberlo aún. No sabemos cómo evolucionará el contagio; si estamos al comienzo de una curva que verá los cielos o se contendrá en un territorio que ya hubiésemos querido para España. Sí sabemos que por el momento las dos variables de la ecuación, la salud pública y la economía son favorables, y en especial esta última.