Si hasta diciembre la Fed sólo extendía el crédito contra activos bancarios de calidad (como letras del Tesoro), desde entonces lo está prestando contra casi cualquier basura que los bancos le presenten (por ejemplo, hipotecas subprime que ni siquiera cotizan en el mercado). Por supuesto, este programa de expansión crediticia masiva tiene una consecuencia muy clara: el envilecimiento del dólar y la consecuente inflación de los precios.
¿Meterían dinero en un banco que prestara a cualquier persona, incluso a morosos recurrentes y a inversores sin solvencia alguna? Probablemente no. Todo el mundo puede entender que ese banco estaría abocado a la quiebra. Lo mismo le sucede a la Reserva Federal, cuyos activos han sufrido un enorme deterioro desde agosto de 2007, cuando estalló oficialmente la crisis financiera.
Éste es el motivo por el que la Fed, según el WSJ, tiene pensado pedir al Tesoro que emita deuda en su propio beneficio. Sí, es una subvención encubierta que recapitalizaría al banco central y, a través de él, a los bancos comerciales. Ayer mismo, el Banco de Inglaterra adoptó una medida similar: prometió canjear durante tres años sus letras del Tesoro (activos de calidad) por las hipotecas (basura) europeas de los bancos comerciales. O sea, que se comerá durante ese tiempo la deuda de mala calidad de los bancos británicos.
Así las cosas, uno sólo puede sorprenderse de que la mayoría de la profesión económica siga saludando un proceso que avanza indefectiblemente hacia la nacionalización completa del sistema bancario. Los canjes de deuda entre los bancos centrales y los comerciales son, de momento, de carácter temporal. ¿Pero es que acaso no se vislumbra en el horizonte la perennidad? De hecho, mucho me temo que, cuando la crisis se recrudezca, la nacionalización recibirá la bendición tanto de los socialistas como de los liberales de opereta que pueblan las universidades.
Al fin y al cabo, los socialistas ya se han volcado en criticar las intervenciones de la Reserva Federal sobre la sabe de que se van a socializar las pérdidas pero no los beneficios. Sin duda, están en lo cierto; y, por cierto, aquí reside la razón de que se creara la Fed: había que disponer de un prestamista de última instancia que rescatase a los bancos privados cuando éstos se desmadraran.
Ahora bien, la consigna socialista de "beneficios privados y pérdidas públicas" no aboga por que, como defendemos los liberales, los bancos sean responsables de sus obligaciones contractuales y, llegado el caso, quiebren, sino por que tanto sus pérdidas como sus ganancias sean públicas.
Hace dos semanas, Ulrich Beck escribía esto en El País:
Muchos problemas no se pueden resolver sin una acción colectiva en la que participen muchos países y grupos. Ni la más liberal de todas las economías funciona sin coordenadas macroeconómicas.
Pero que nadie piense que estas coordenadas supuestamente estabilizadoras (pero que en realidad sólo terminarán por emponzoñar la economía) les saldrán gratis a los individuos. El propio Beck recuerda que no resulta permisible que en los años de bonanza los banqueros y especuladores acumulen las ganancias y en los de vacas sea el Estado quien les saque las castañas del fuego:
Al Estado sólo le queda hacer por el interés común lo que siempre le reprocharon quienes ahora lo reclaman: poner fin al fracaso del mercado mediante una regulación supranacional.
El Gobierno, pobrecito, no tiene otra salida que salvarnos de la bancarrota. Si pudiera hablar, diría, como el Franco de Vizcaíno Casas: "No se os puede dejar solos".
Sin embargo, tampoco espero que los liberales de boquilla (los monetaristas, por ejemplo), que se pasan el día diciendo que creen en el libre mercado… supervisado por un banco central, se opongan a la nacionalización de la banca. Al fin y al cabo, existe un paso muy pequeño entre pedir que el dinero sea un monopolio público y pedir que lo sea también el crédito (sobre todo, cuando también favorecen que los bancos centrales manipulen los tipos de interés para expandir o restringir el crédito).
Esa gansada teórica suya de que la estabilidad bancaria es un "bien público" que sólo un supervisor puede manejar les abocará a clamar por la nacionalización de la deuda basura de los bancos, así como la de las propias entidades de crédito. ¿O es que acaso no han aplaudido casi sin discrepancia alguna la nacionalización del Northern Rock y de Bear Stearns? (Y sí, hablo de nacionalización, ya que la Fed es la encargada de gestionar y en su caso liquidar los activos de este último).
La conclusión lógica del monetarismo, de su adoración por el dinero fiduciario público y los bancos centrales monopolísticos, es el sometimiento total de la inversión y del crédito al Estado, esto es, el socialismo. Si los bancos centrales tienen que proteger a la banca, deberán regularla para que no cometa excesos; y si aun así los comete, deberán abortar, dirigir o racionalizar sus inversiones.
Puede que por ahora la idea de nacionalizar la banca suene a un catastrofismo sin fundamento. Sin embargo, economistas muy destacados han comenzado a reclamarla sin tapujos. Véase, por ejemplo, Nouriel Roubini, el gurú de la teoría de la contracción crediticia en EEUU, un tipo que, por lo general, realiza análisis muy correctos, sensatos y cabales:
Sólo una actuación mucho más radical del Gobierno podrá limitar el alcance del colapso financiero (…) Este plan incluye la nacionalización efectiva de las hipotecas, la nacionalización de FannieMae y Freddie Mac y el cierre o la nacionalización de los bancos y de otras instituciones financieras significativas que van a quebrar durante la actual crisis financiera (si bien se las puede volver a privatizar cuando hayan sido restructuradas).
El camino hacia la nacionalización de la banca está siendo adoquinado poco a poco desde los ambientes políticos y académicos. Se trata del ataque definitivo a nuestra libertad y de la garantía de una miseria económica estructural.