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Hasta nunca, Correa: el desastre económico del bolivarianismo ecuatoriano

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El adiós de Correa no supone el adiós del correísmo, ya que toda la maquinaria del Estado está ahora a disposición del candidato oficialista, Lenin Moreno.

Dentro de apenas unas semanas, Ecuador tendrá un nuevo Presidente del Gobierno. Aunque Rafael Correa coqueteó con la reelección indefinida, los obstáculos constitucionales y su creciente impopularidad han obrado el milagro, apartando por fin al controvertido político de izquierdas del ruedo político ecuatoriano. Eso sí: el adiós de Correa no supone el adiós del correísmo, ya que toda la maquinaria del Estado está ahora a disposición del candidato oficialista, Lenin Moreno.

Del falso «milagro» a la dura crisis

¿Qué bagaje económico deja Correa? Cuando los precios del petróleo estaban por las nubes, era habitual escuchar al mandatario andino hablando del «milagro ecuatoriano». El progresismo internacional creyó haber encontrado en Ecuador la versión ilustrada del «socialismo del siglo XXI». En realidad, la única razón por la que las cosas parecían ir mejor eran los altos precios del petróleo.

Pablo Arosemena y Pablo Lucio Paredes explican en La culpa es de las vacas flacas que, en los 35 años anteriores a la llegada al poder de Rafael Correa, los ingresos generados por la industria del petróleo equivalían a 430 dólares por habitante. Sin embargo, entre 2006 y 2014, el gobierno de la «revolución ciudadana» se benefició de una «burbuja» tan descomunal en los precios del crudo que el ingreso petrolero se movió en un monto equivalente a 950 dólares per cápita.

Este espejismo empujó al alza las cifras de crecimiento, arrojando aumentos anuales del PIB superiores al 4%. Pero bastaba con analizar con un mínimo de detalle la evolución de los fundamentales económicos para comprobar que el grueso del crecimiento se explicaba por una auténtica orgía de gasto público, que llevó el peso del Estado de menos del 25% a cerca del 45% del PIB.

Eso sí: ni siquiera este fuerte aumento de los desembolsos públicos hizo que el crecimiento en la Era Correa fuese superior al sexenio anterior. Y es que, entre los años 2000 y 2006, el crecimiento medio del PIB también fue superior al 4%. Con una diferencia, claro está: por aquel entonces, el peso del sector privado rondaba el 75% del PIB, veinte puntos por encima de los niveles en los que se mueve ahora, asfixiado por el Leviatán correísta.

Un desastre fiscal

El desastre fiscal en el que se ha movido el correísmo quedó patente en 2015, cuando el régimen empezó a promover un impuesto a las herencias que llegaba a aplicar un tipo del 77,5% a la transmisión de patrimonio entre padres e hijos. Otro ejemplo del despropósito tributario en el que se mueve la autoproclamada «revolución ciudadana» lo tenemos en la oleada de aranceles introducida también en 2015 y aplicada a más de 2.500 productos. Estas medidas generaron un encarecimiento medio del 45% en los bienes afectados.

Pero hay más. Correa también subió los impuestos en 2016. Escudándose en el terremoto que sufrió el país, el régimen acabó confiscando a todos los trabajadores el equivalente a un día de sueldo. Además, Correa subió el IVA, el Impuesto de Patrimonio, el Impuesto a las Utilidades… Sin embargo, diversos informes sobre el «paquetazo fiscal» han puesto de manifiesto que el afán de estas medidas es recaudatorio, ya que se pretende obtener más del doble de los ingresos necesarios para asumir la reparación de los daños causados por el seísmo.

Y, por si no fuese suficiente, a todas las subidas de impuestos decretadas en 2015 y 2016 hay que sumarle otras muchas adoptadas en ejercicios anteriores. El resultado es una tortura fiscal al contribuyente, que se ve obligado a lidiar con una interminable lista de tasas: Impuesto a la Salida de Divisas, Impuesto a los Activos en el Exterior, Impuesto a las Tierras Rurales, Impuesto de Espectáculos Públicos, Impuesto a los Vehículos Motorizados, Impuesto a la Compra de Vehículos Usados, Impuesto Ambiental a la Contaminación Vehicular, Impuesto a los Ingresos Extraordinarios, Impuestos Especiales, Impuesto a la Transferencia de Bienes Inmuebles…

Todo esto no ha evitado que la deuda pública haya aumentado significativamente. Correa impagó parte de las obligaciones del Estado tras su llegada al poder e hipotecó todas las ventas de petróleo hasta 2024. De hecho, Ecuador ha llegado al extremo de aprobar perforaciones petrolíferas en las zonas más biodiversas de la Amazonía. Pero ni las subidas de impuestos ni la «burbuja» petrolera han evitado que la deuda pública se dispare. De hecho, el régimen ha terminado solicitando ayuda al Fondo Monetario Internacional

Burocracia, despilfarro y pobreza

En el plano laboral, el gran reto al que se enfrentaba Correa era el de aumentar el empleo formal en Ecuador, ya que una parte muy importante de la población malvive en la economía sumergida. Sin embargo, el único salto adelante que se observa en este campo ha tenido lugar en el sector público, donde el número de burócratas ha subido de 460.000 a 715.000 personas, según los datos del Instituto Nacional de Estadística del Ecuador. Sin embargo, el empleo informal sigue siendo la dura realidad en la que se mueve cerca de la mitad de la población activa del país, hasta el punto de que el 42% de la población recibe subsidios o ayudas directas del Estado.

Otro foco caliente ha sido el despilfarro de recursos públicos. gobierno de Correa ha pretendido legitimar este fuerte aumento del gasto apelando al aumento de la inversión en infraestructuras. «Hemos invertido en vialidad seis veces más que los tres gobiernos anteriores juntos», presumía Correa a comienzos de 2016. El problema es que, como ha demostrado la revista Plan V tras evaluar casi 50 proyectos viales, estas obras acarrearon, de media, un sobrecoste del 46%.

Algo similar ocurre con la refinería de Esmeraldas, en la que la desviación del precio que se explica por los «contratos complementarios» asciende a 537 millones de dólares. Pero hay muchos más ejemplos. Ahí está el aeropuerto fantasma de Santa Rosa, el superedificio de 9.000 metros cuadrados construido para acoger a apenas 56 funcionarios, los más de 1.000 millones consignados a levantar una ciudad universitaria en medio de la nada, la millonaria sede construida para acoger oficinas de la Unasur

En lo tocante a la reducción de la pobreza, vemos que la rebaja anual media en la tasa de pobreza fue de 4 puntos entre 2000 y 2006 pero bajó a un ritmo de apenas 1,5 puntos entre 2007 y 2014. Por tanto, la reducción de la pobreza experimentó una desaceleración en plena «burbuja» petrolera, precisamente cuando Correa recorría el mundo hablando del exitoso modelo socioeconómico de su país.

Desde entonces, la situación de los más pobres no ha hecho más que empeorar. El precio de la cesta de la compra se ha disparado a raíz de las medidas proteccionistas que ha aprobado el gobierno de Correa. De hecho, aunque parezca difícil de creer, la cruda realidad dice que hacer la compra en un supermercado ecuatoriano es más caro que hacerlo en España, Estados Unidos, Colombia o Perú. Por tanto, no sorprende que los informes de pobreza arrojen un cambio a peor en 2015 y 2016.

Autoritarismo y corrupción

Pero si el legado económico de Correa es nefasto, peor aún es la herencia política que dejará a su sucesor en la presidencia. Célebre es su infame campaña contra los medios de comunicación, coronada con la aprobación de la «Ley Mordaza». Según Fundamedios, la Era Correa ha estado marcada por más de 2.000 agresiones a la libertad de información.

El estilo autoritario de Correa también ha alimentado un clima de impunidad ante la corrupción. Solamente en 2013 documenté 65 escándalos de corrupción. Evidentemente, hubo muchos más casos en años anteriores y algo parecido ha venido ocurriendo desde entonces. De hecho, en las últimas semanas hemos conocido que, a lo largo de la Era Correa, la constructora brasileña Odebrecht habría pagado 33,5 millones de dólares en sobornos a las autoridades…

Y a esta corrupción rampante hay que sumarle la sombra de sospecha que generan muchos otros escándalos. Por ejemplo, ¿qué se supone que tenemos que pensar de las próximas elecciones presidenciales sabiendo que el censo incluye a 1,5 millones de fallecidos?

¿Hay futuro?

A mediados de 2016, las encuestas de Cedatos revelaron que casi el 60% rechazaba la gestión del presidente Correa, triplicando los datos observados hace ahora una década. Cada vez son más los ecuatorianos que rechazan la figura de un presidente marcado por la nefasta gestión económica, el desastroso manejo fiscal, el aumento de la burocracia, el freno a la reducción de la pobreza, el autoritarismo y la corrupción.

Está por ver si ese creciente rechazo es suficiente para que Ecuador vote mayoritariamente por el cambio. Ya en las últimas elecciones municipales, las dos grandes ciudades del país, Quito y Guayaquil, le dieron la espalda a los candidatos oficialistas, por lo que las presidenciales del próximo 19 de febrero presentan una oportunidad de oro para dejar atrás de una vez por todas una larga noche socialista que ha condenado a Ecuador a una década perdida.

Las encuestas sitúan a Guillermo Lasso como el candidato de la oposición con más opciones de ganar en segunda vuelta. Pese a los ataques que le dirige el oficialismo y la aparición de otras candidaturas de oposición que también están cargando contra Lasso, el exbanquero se ha erigido como el símbolo del cambio liberal en Ecuador. Pronto sabremos si su candidatura logra el respaldo suficiente para abrir un nuevo capítulo en la historia del pequeño país andino. Lo que está claro es que el capítulo que se cierra, el de Correa, ha sido una pesadilla de la que muchos ecuatorianos han empezado a despertar demasiado tarde.

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