El pasado viernes la CNMV presentaba su memoria. En ella informa que durante el año 2006 el regulador impuso 30 sanciones, un 46% menos que en el año 2005, pero la cuantía de las multas aumentó un 45%. Menos trabajo, más dinero. Una de las multadas fue la peligrosa empleada de una empresa financiera por filtrar información "privilegiada" a un familiar. Más de 30.000 euros tuvo que pagar.
Si se compara la sanción con las que se imponen en el mundo no financiero se puede ver lo absurdo que es el sentido de la justicia de la CNMV y de la Justicia de este país en general. Por ejemplo, un ladrón en Barcelona fue detenido esta semana por robar aparatos GPS de los coches. El delito parece más grave que filtrar "información" a un familiar, ¿no? De hecho, esto sí que es un crimen. Pero es que además el caco ha sido detenido nada más y nada menos que en doce ocasiones en los últimos cuatro meses. Está claro que este hombre vive del robo. Aún así, el juez lo dejó en libertad el mismo día en que fue detenido.
¿No parece claro que en todo esto hay un poco de desequilibrio y falta de objetividad? Robar a alguien es un delito; tener información, no. Es un caso típico de la justicia de hoy día. Es incapaz de castigar el crimen –atentado contra la vida, propiedad o libertad– pero es especialmente duro con aquellos que ni comenten acciones criminales, ni viven de ellas. La cuestión es sacar dinero al que no se queja, al ciudadano honrado.
Sigamos. Viene el martes y sale otra noticia. La CNMV archiva definitivamente el caso Vetusta. Esta empresa era una gestora que fue suspendida por el regulador. ¿Las causas? Nadie las sabe. Se hablaba de blanqueo de dinero, estafa, falsedad de documentos. Bien, la suspensión obligó a la gestora a desvincularse de un gran acuerdo que tenía con Banesto por cuestiones de imagen. El resultado fue que tuvo que cerrar y despedir a toda su plantilla, compuesta por 50 empleados. Pasados cinco meses, la CNMV se ha pronunciado. No habrá multa para Vetusta, esto es, era inocente, pero el regulador ha provocado su cierre.
Comparémoslo con el mundo que todos conocemos. Un día vienen unos policías a su casa, se la precintan y le detienen. No le informan de nada. Al cabo de casi cinco meses alguien decreta que no es culpable de delito alguno, pero usted en este tiempo no ha podido pagar la hipoteca porque no ha trabajado y el banco se ha quedado su casa. Nadie se responsabiliza de tal error ni le dan explicaciones. Estado policial, fascismo, totalitarismo, represión… llámalo como quiera, pero así ha actuado la CNMV con Vetusta. El resultado ha sido el cierre de una empresa honrada, 50 empleados despedidos y los clientes de la gestora "con el culo al aire", pero aquí no ha pasado nada.
La semana avanza y a la CNMV le cae otra acusación grave. Ahora una empresa privada denuncia al policía financiero por prevaricación (delito de los funcionarios públicos por faltar a las obligaciones y deberes de su cargo). Entre los acusados están Manuel Conthe y el vicepresidente Carlos Arenillas (el de la cena de los 1.400 euros). Todo empezó cuando una pequeña SICAV, una Sociedad de Inversión de Capital Variable, interpuso una denuncia contra una gran entidad financiera ante la CNMV. Pasado un tiempo, el regulador decidió archivar el caso sin más. Ni siquiera se había puesto en contacto con la empresa demandada. Ahora que la SICAV ha denunciada a la CNMV, dice ésta que "siguió el procedimiento habitual, estándar y reglado". Menudo defensor de los indefensos.
Comparemos otra vez el caso con aquellos que nos son más familiares. Usted denuncia a una gran empresa porque cree que ha cometido irregularidades contra usted. Al cabo de un tiempo, la Policía o la Justicia le dicen que se vaya a paseo y que ni siquiera se han molestado en contactar con la empresa denunciada. Para colmo, le dicen que es el procedimiento habitual. Siéntase afortunado de que la administración no le multe por hacerle perder el tiempo.
La única misión de la CNMV, como demuestran sus acciones, es mantener la seguridad, pero no la del pequeño inversor, sino la de las grandes empresas y la del Estado, además de sacarle dinero a todo aquel que se le ponga a tiro. De hecho, la CNMV obtuvo el año pasado un botín (ellos le llaman beneficio cuando en realidad todo ha sido producto de la confiscación) superior a los 24 millones de euros que se repartió a partes iguales con el Estado. La CNMV contribuye día a día a mantener el mercado más opaco, ensuciar nuestra reputación ante los inversores extranjeros y cerrar las pequeñas y honestas empresas financieras con trámites, exigencias, continuos aumentos de costes y falsas acusaciones. El objetivo es mantener los actuales monopolios financieros y, por supuesto, servir como arma del Gobierno de turno para facilitarle el trabajo sucio de una forma legal. El caso Endesa lo deja claro.
Si esto ha ocurrido en menos de una semana sin contar el escándalo Conthe, Arenillas y Endesa, ¿se hace una idea de cuantos tomos se podrían escribir de la nefasta, partidista y dañina gestión de la CNMV en estos 20 años?