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Hazte rico o muere en el intento

Publicado en Libertad Digital

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Es irónico que el Gobierno nos diga que no hemos de obsesionarnos con el dinero cuando son los políticos quienes mayor amor desenfrenado sienten por nuestros billetes. No tiene ningún escrúpulo para expropiar nuestra producción con impuestos y multas; crean inflación para aumentar sus beneficios y entran unilateralmente en déficits que tendrán que pagar nuestros hijos, es decir, aquellos a quienes ahora adoctrinan.

También es sumamente irónico que el Gobierno se crea autorizado a dar clases de cómo hacer un uso responsable del dinero. Ningún Gobierno ha destacado por su responsabilidad económica precisamente. Como dijo Ronald Reagan, el Gobierno gasta el dinero como un marinero borracho. Luego tuvo que pedir disculpas a los marineros borrachos porque ellos, al menos, se gastan su propio dinero. Y es que el Estado tiene tanta autoridad moral para impartir valores como la mafia.

Como se suele decir, el dinero no da la felicidad, pero ayuda mucho. Si queremos que nuestros hijos sean personas prósperas hemos de hacerles ver que las cosas cuesta ganarlas. Cuando antes aprendan los niños que los logros provienen del esfuerzo y trabajo personal, antes estarán preparados para enfrentarse al mundo real y ser así unos triunfadores. Cuando antes se den cuenta que sus habilidades y aptitudes tienen un precio, más se esforzarán en servir a los demás y conseguir su justa recompensa económica mediante el intercambio pacífico del libre mercado.

Por el contrario, si siguen los mandatos educativos de Zapatero, lo único que aprenderán es a vivir de la mendicidad del Estado y a costa del trabajo de los demás. El actual Gobierno socialista quiere un futuro de funcionarios mentalmente estériles que sirvan al Estado como robots. ¿Así quiere ver a su hijo?

Veamos el ejemplo de un triunfador y cuán diferente era su punto de vista. André Kostolany era estudiante de Filosofía e Historia del Arte. Su padre le dijo que dejara los estudios y se pusiera a trabajar como bróker en París. Así lo hizo y empezó ofreciendo sus servicios gratuitamente. Tardó años en aprender cómo funcionaba el mundo de la bolsa y las finanzas. Además, se arruinó en diversas ocasiones llegando a pensar en el suicidio, pero su trabajo constante, su vitalidad y amor por el dinero le mantuvieron a flote. Afirmó que "el que quiere ser rico ha de estar hipnotizado por el dinero como una serpiente por su encantador", una de las claves de su éxito. Los valores de su padre y no del Gobierno, junto con su pasión por el triunfo financiero-empresarial le convirtieron en un hombre increíblemente rico y en alguien adorado por millones de personas que aspiran hoy día incluso a ser como él.

Probablemente, Kostolany, de estar educado en los valores de Zapatero y haber desoído a su padre, no habría sido más que un chupatintas de tres al cuarto en alguna universidad de Budapest. ¿Quiere ver a su hijo como un súbdito más, como un robot programado por el Estado, o como un moderno Kostolany con millones de euros, dólares y acciones en algún paraíso fiscal bien lejos de las zarpas del Gobierno?

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