Por lo menos, lo hace por puros motivos estéticos, profilácticos y ecológicos, eso sí; de la moral privada no ha llegado a decir nada, al menos que yo sepa. Que si resultaba feo, que si el "pulmón verde" de Madrid –viva la cursilería– está para el tránsito a patita de los ciudadanos, que si los coches jamás debieron haberla cruzado…
Así, ha hecho suya "una reivindicación histórica del PSOE", como ha declarado la temporera portavoz socialista en el Ayuntamiento, Pilar Gallego. Muy bien, pero ahora ¿qué van a hacer ellas? ¿Van a dedicarse a otro oficio o a otra acera? Los fugaces encuentros entre prostitutas y clientes se seguirán produciendo, pero ahora tendrán que descubrir el sitio de Madrid en que las primeras puedan acortar sus esperas y los segundos sepan dónde encontrarlas. Lo que no cabe duda es que, por más que resulte hiriente para los demás, la relación es totalmente consensuada y los dos son dueños de su cuerpo y de su tiempo y pueden hacer con ellos lo que les plazca.
La antigua inquisición, al menos, tenía un cuerpo doctrinal de peso. Los neoinquisidores son capaces de prohibir algo tan propio y consensuado porque les parece inmoral, para acto seguido defender que una madre acabe con la vida que ha engendrado porque "puede hacer con su cuerpo lo que quiera". Esto es doblepensar, o en el caso de nuestros progres, del PSOE o del PP, ceropensar.
Me topo en La Razón con la vida de Carolina. Tiene 32 años y hace doce tomó la decisión de prostituirse en Madrid. "Experimentas, valoras y decides", dice. Prefiere la calle, porque "en un club te paga tu jefe y trabajas para él. En la calle, tú mandas. Decides tu horario y al cliente. Te vas con quien quieres y cuando quieres. Yo soy mi jefa". ¿Tiene pinta de no saber lo que hace? Claro que hay otros casos, con circunstancias en ocasiones muy duras, pero han tomado el camino de la prostitución como podían haber elegido otro. La responsabilidad es suya, pero la libertad también.
Ya puestos, Gallardón ha seguido con su guasa, y ahora quiere prohibir los sex shops. Gallardón lava más blanco, advierte, y todo lo feo, inmoral, desaconsejable, comienza a peligrar en Madrid. ¡Qué bien! ¡Con la cantidad de ministerios que tenemos!