Hong Kong, Dubái, Luxemburgo, Singapur… Desde hace años, todos estos países o territorios encabezan las listas de los lugares más prósperos del mundo. No tienen demasiado en común. Algunos están entre dos grandes estados ricos (Francia y Alemania), mientras que otros están a miles de kilómetros del resto del primer mundo. Unos tienen recursos naturales (petróleo en el caso de los Emiratos Árabes), otros le han tenido que ganar terreno al mar para hacer hueco a su creciente población. Los hay que fueron colonias, aunque no de los mismos países. Y la mayoría eran pobres hace 60-70 años.
En realidad, su único punto en común parece ser su tamaño: son pequeños. Eso sí, desde que comenzaron a enriquecerse, también están entre los territorios más densamente poblados del mundo. Hong Kong, por ejemplo, tiene siete millones de habitantes (más o menos los mismos que Bulgaria) en apenas 1.000 kilómetros cuadrados (la mitad de la superficie de Guipúzcoa).
Eso sí, comparten algunas otras cosas además de su pequeña extensión: son economías libres, con un entorno institucional que favorece la creación de empresas, el desarrollo del talento y la atracción de inversiones.
Buscando esos territorios en un mapamundi, es curioso darse cuenta de que están más o menos repartidos por todo el globo, con una excepción: el continente americano. Sí, hay algunas islas caribeñas que podrían considerarse paraísos (o refugios, como dicen los anglosajones) fiscales. Pero no existe el equivalente a Hong Kong o Dubái, que no sólo atraen por sus beneficios fiscales, sino que se han convertido en un foco de inversión y en lugares clave como centros de negocio. Quizás, en parte, es porque no hay motivo: Nueva York, Chicago o Toronto ya ofrecen un entorno atractivo para las empresas del que a lo mejor se carecía en Asia.
Precisamente, en estos días, se está poniendo en marcha en Honduras uno de los proyectos más ilusionantes que se recuerdan en Hispanoamérica: las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE). La idea sería crear áreas especiales con un tratamiento fiscal, administrativo y legal particular. El objetivo es atraer inversiones, y hacer del pequeño país centroamericano el nuevo Dubai o Hong Kong.
En un momento en el que se está disparando el comercio entre los dos grandes vecinos ricos americanos (EEUU y Canadá) y los países en desarrollo del cono sur (Brasil, Colombia, Perú, Chile), las ZEDE quieren jugar su baza geográfica. Este jueves, uno de sus promotores, Mark Klugmann, estuvo en Madrid y Libre Mercado habló con él. Sobre este tipo de proyectos se ha especulado mucho en el pasado. Pero ahora parece que podrían hacerse realidad.
¿Cuándo?
Como apuntamos, se habla desde hace años de estas zonas de desarrollo económico. En su momento, se conocieron como "ciudades libres". Pero siempre, por una cosa o por otra, no acababan de salir adelante.
Ahora, Klugmann cree que ha llegado el momento para "este mismo año". "Hay mucho optimismo", asegura, el proyecto fue aprobado por "una mayoría muy grande y transversal [en el Congreso de Honduras], de 128 diputados, sacamos más de 100 votos. Se ha reformado la Constitución y se ha ratificado un tratado con Kuwait. Ya no sólo hablamos de legislación interna, hay también un elemento internacional".
De hecho, en febrero una delegación de empresarios coreanos estuvo en el país centroamericano visitando las posibles ubicaciones. La más probable parece estar en el suroeste del país, cerca del Golfo de Fonseca. Incluso, Klugmann, exasesor económico de Ronald Reagan, cree que podría ser sólo el inicio de un renacimiento regional: "El presidente Juan Orlando Hernández ha puesto este tema en la agencia regional de Centroamérica. La idea es que los países vecinos también tengan sus zonas especiales, que colaboren entre ellas".
¿Cómo?
Ciudades libres, paraísos libertarios… El futuro de estas zonas ha sido siempre objeto de muchas elucubraciones, en parte por la novedad. Sus promotores creen que serán mucho más terrenales de lo que algunos creen. Escuchando a Klugmann, uno se hace una idea de un territorio a medio camino entre Hong Kong y el Dubai International Financial Centre. Es decir, un lugar con cierta autonomía en lo que hace referencia a las normas empresariales (fiscalidad, mercado laboral, tribunales, administración…), pero que en todo lo demás sigue siendo parte de un Estado soberano.
"Hong Kong es un caso interesante", explica Klugmann, "existe dentro del espacio soberano de la República Popular de China. Pero si quieres invertir allí, no es necesario que entiendas o conozcas el marco jurídico de la República Popular China. En realidad, hay un sistema jurídico que opera bajo el common law (derecho anglosajón), incluso los jueces que hay allí son jueces internacionales, que vienen de otros países. Esto permite al inversor la tranquilidad de que no habrá una fuerza política nacional superior que pueda favorecer un interés sobre otro. Tiene la confianza de que habrá un sistema para resolver disputas (defender contratos, proteger derechos de propiedad, mantener estables las reglas de juego)".
En el caso de Dubái, su emir "quiso crear una zona financiera y pensó que sólo con la pata económica (aranceles, impuestos, normas laborales, reglamentos,…) no iba a ser suficiente. Por eso, en 2006, estableció un elemento muy fuerte institucional-legal: tribunales, jueces, cultura judicial… Lo que hizo es decir: ‘En esta zona no habrá leyes ni jueces nacionales, habrá un sistema anglosajón’. Contrató a magistrados muy distinguidos de Singapur, Nueva Zelanda, Gran Bretaña".
¿Qué son las ZEDE?
Como apuntamos, las facilidades económicas para los inversores y un sistema legal estable son dos aspectos fundamentales. Pero los promotores de las ZEDE aseguran que el proyecto no estaría completo sin las otras dos patas de la silla, la administrativa y la política.
Klugmann defiende que "la pata administrativa también es de importancia fundamental. En la práctica es la diferencia entre lo que está escrito y lo que de verdad ocurre. Es un poder ejecutivo eficiente y transparente. Por ejemplo, en Hong Kong uno trata con el servicio civil, que tiene normas y cultura del Civil Service inglés. En Singapur, hay un poder ejecutivo con el que uno siente que no envejecerá mientras espera a la burocracia. Hay países donde el efecto de tratar con el poder ejecutivo es lento, burocrático, corrupto… En otros países, tienen grandes problemas de inseguridad u orden público. Problemas en la parte policial, no sólo en la jurídica".
Por último está la pata de la "estabilidad y la transparencia políticas". Ésta quizás sea la gran duda del proyecto. Ahora mismo, el Gobierno hondureño está muy implicado, pero quién asegura que en un futuro no logre el poder un populista que intente expropiar o controlar las ZEDE.
Klugmann apuesta por dos caminos para evitar este peligro. Por una parte, los tratados internacionales en los que estará implicado el estado hondureño y que protegerán a las empresas. Además, recuerda los altos porcentajes de apoyo que obtuvo en el Congreso del país la creación de esta zona. Y los promotores creen que una vez que esté en marcha y generando riqueza, será muy difícil que nadie lo detenga. Eso sí, es consciente de que sin esta estabilidad, nada será posible.
"El inversor quiere saber si todo va a cambiar después de la siguiente elección. Por ejemplo, en Suiza uno puede invertir en un proyecto sin tener angustia sobre lo que pasará con las elecciones. La estabilidad en el modelo y las garantías de que estará protegido del populismo son muy importantes".
¿Sin impuestos?
Cada vez que se habla de las ZEDE, lo primero que viene a la cabeza es un paraíso tributario, con tipos cercanos al 0% para empresas y residentes. Pero no es esto lo que han diseñado sus promotores.
Sí, habrá una baja fiscalidad, pero Klugmann asegura que su mayor atractivo no será éste: "Lo interesante es que la gran mayoría del capital productivo del mundo no está en zonas libres de impuestos. Parece una paradoja. El gran instrumento de los países en desarrollo para atraer inversión es decir ‘aquí no tiene que pagar impuestos’. Hay 3.500 zonas en todo el mundo libres de impuestos. Pero las grandes inversiones están en EEUU, Canadá, Suiza, Suecia, Singapur…"
Para explicar esta situación, pone un ejemplo muy gráfico: "Imagine un mundo en el que la única forma en la que compiten los restaurantes sea por el precio. En ese modelo, el límite sería un restaurante con la comida gratuita. Pero no sería el modelo dominante, porque en un restaurante de comida gratuita la comida sería mala, la atención lenta, las mesas sucias… Mientras, al lado, abrirán otro restaurante que pondrá una comida tan deliciosa y un servicio tan bueno que la gente estaría dispuesta a pagar. En el mundo real, se compite por calidad. Aunque claro, debe haber precios conforme a lo que está ofreciendo".
En lo que tiene que ver con las inversiones, Klugmann recalca que lo fundamental para una empresa es la seguridad jurídica (que no es incompatible, por supuesto, con un sistema fiscal muy atractivo).
"Si una empresa está pensando en hacer una inversión de 100 millones, su mayor riesgo es perderlo todo por una expropiación, por problemas jurídicos, etc… En ese contexto, imaginemos un impuesto del 10% sobre mis ganancias, que son de 10 millones al año. Sí, yo pierdo 1 millón cada año, pero estoy asegurando la inversión inicial de 100 millones. Es preferible esto, a cambio de estabilidad, instituciones sólidas, un buen sistema jurídico, etc… Imaginemos que le decimos a un inversor: ‘No va a pagar impuestos, pero no le damos seguridad’. Eso es lo que le garantizamos en la ZEDE: un sistema legal que conoce, seguridad, estabilidad política, jueces… Y también un modelo económico y fiscal muy atractivo".