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‘Infinity War’: cuando el supervillano es ecologista

Publicado en Libertad Digital

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La humanidad no ha hecho más que prosperar mientras los agoreros proclamaban su inminente fin.

Acostumbrados como estamos a que los malos de las películas sean empresarios y los héroes valerosos servidores públicos, hay que reconocer que el argumento de la última película de la factoría de Marvel sorprende. Porque el villano Thanos es un ecologista malthusiano. Su objetivo es hacerse con las seis gemas del infinito, lo que le daría el poder de acabar con la mitad de la población del universo con un mero chasquido de sus dedos. ¿Y por qué querría matar a la mitad de todas las razas inteligentes del universo? Para salvar a la otra mitad, desde su viciado punto de vista.

Los guionistas de la película tenían sin duda un problema. Al contar con decenas de superhéroes resultaba imposible desarrollarlos como personajes, de modo que ni siquiera se molestaron en intentarlo. Pero para que no fuera un film completamente plano desde ese punto de vista decidieron dedicarle tiempo al personaje del supervillano al que tienen que derrotar, que fuera alguien un poco más complejo, que tuviera un propósito, que desde su punto de vista estuviera haciendo el bien al querer cometer el mayor genocidio de la historia del universo.

Así, Thanos parte de la base de que los recursos son finitos y que si se deja que la población crezca libremente a su rito, la creciente demanda de recursos los agotaría, provocando una suerte de pobreza crónica. Es una falacia que nació con el reverendo Thomas Malthus y la publicación en 1798 de su famoso Ensayo sobre el principio de la población, donde argumentaba que «Cuando no lo impide ningún obstáculo, la población se va doblando cada veinticinco años, creciendo de período en período, en una progresión geométrica. Los medios de subsistencia, en las circunstancias más favorables, no se aumentan sino en una progresión aritmética». Si se deja a la gente seguir sus instintos, «la población crece más que los medios de subsistencia». Parecen los diálogos de una película rodada más de dos siglos después.

La realidad se encargó de desmentir a Malthus. En los países desarrollados, donde se dejaba libre al ingenio humano y la inventiva, fuimos perfectamente capaces de incrementar los medios de subsistencia a un ritmo mucho mayor que la demografía, de modo que dejamos el hambre atrás. Eso no impidió que mucho tiempo después otros intelectuales siguieran apostando por esta teoría, desde Keynes hasta Paul Ehrlich, y fueran publicitadas por organizaciones como el Club de Roma y su informe Los límites del crecimiento. Pese a que una y otra vez la realidad se ha encargado de desmentir estas teorías, lo cierto es que permanecen indómitas en la derrota, aunque a veces se vistan con otros ropajes, como el popular cuento ecologista de la huella ecológica o el apocalíptico pico del petróleo.

La idea de que los recursos son finitos y que debemos economizar y repartirlos es algo que tenemos muy arraigado en nuestra psique desde los tiempos en que vivíamos en tribus de cazadores y recolectores. Es intuitiva, lógica y en ese momento, además, era cierta. Hay que tener cierta capacidad de abstracción para darse cuenta de que los recursos sólo son útiles en la medida que colman necesidades y que empleando la ciencia y la tecnología podemos lograrlo usando cada vez menos recursos. Desde ejemplos tan triviales como que ya no necesitamos usar la mitad de la plata que consumíamos gracias a la fotografía digital, o tan importantes como que gracias a las innovaciones agrícolas y la revolución verde producimos muchos más alimentos sin emplear más tierra, la historia reciente está llena de demostraciones de que Thanos no tiene razón. La humanidad no ha hecho más que prosperar mientras los agoreros proclamaban su inminente fin.

Pero la idea nos sigue pareciendo intuitivamente cierta. Así que vemos a ese supervillano en pantalla y simpatizamos con su preocupación por el bienestar del universo, aunque nos horroricen sus métodos. Pero no estaría de más que, una vez terminados los títulos de crédito, y tras ver la escena con la que Marvel nos obliga siempre a quedarnos hasta el final, recordemos que las malas ideas tienen consecuencias más allá del celuloide. En nombre de ellas se esterilizó por la fuerza a millones de personas en México, Bolivia, Perú, Indonesia, Bangladesh y la India y se obligó a todos los chinos a tener un solo hijo. Los Thanos que tomaron estas decisiones recibieron el aplauso de los concienciados de entonces. Los Thanos de hoy quieren prohibir la prosperidad en nombre del clima.

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