Hasta ciertos ecólogos, como el fundador de Greenpeace, Patrick Moore, miran a la energía del Uranio con otros ojos. Es barata, su combustible es abundante, no se concentra en países políticamente inestables y no emite gases; ni contaminantes ni con efecto invernadero. No hay motivos racionales para frenar el desarrollo de la energía robada a los átomos. ¿Qué hay, entonces?
El ecologismo no es la ecología, es una doctrina que toma la Naturaleza como excusa para dar rienda suelta a los instintos opuestos a las sociedades libres. La energía hace funcionar la maquinaria capitalista, y la nuclear sólo depende de factores que el capitalismo ofrece en abundancia: riqueza y conocimiento. Los ecologistas la temen y han sido eficaces impregnando la sociedad con su mensaje apocalíptico de la tecnología, de la razón, del progreso. Pero gran parte de nuestro bienestar, y con él de nuestra independencia está en resistirnos a éste.