Aunque creo que el resultado va a ser mucho más ajustado de lo que hablan las encuestas, John McCain ha desaprovechado la ocasión para postularse como el mejor candidato para liderar su país, sin tiempo ahora para reaccionar.
Estas elecciones se han centrado en el cambio. Por eso Hillary Clinton no hubiese podido hacer nada frente a McCain, de haber tenido la oportunidad de presentarse. Quizá por eso Hillary no pudo sobreponerse al fenómeno Obama. Pero esa misma razón es la que ha lastrado a McCain hasta hacerle quedar por detrás en todas las previsiones. McCain jamás ha sido un seguidor de Bush; su independencia está fuera de toda duda. Pero forma parte del mismo partido, ahogado en una crisis notable, creada por la política de Bush, tan alejada de la de Ronald Reagan. Y hablar de cambio con 72 años no deja de ser chocante.
John McCain tiene madera de presidente y cuenta con cualidades extraordinarias. Su independencia de criterio es sólo una de ellas. Es honrado a carta cabal, tiene el coraje de decir lo que piensa (mientras que Obama lo esconde en pomposos discursos) y para tomar decisiones, una cualidad que echaremos en falta si Obama se sienta en el Despacho Oval. Pero la economía vuelve a centrar el debate y los estadounidenses confían más en el Demócrata. Quizás simplemente porque es mucho más joven y piensan que la crisis que se nos ha echado encima no nos abandonará en unos cuantos años.
McCain, además, conoce el terreno que pisa. Apoyó el aumento de las tropas a Irak en un momento en que la guerra era muy impopular en Estados Unidos. Ese aumento ha rendido sus frutos y ha contribuido, paradójicamente, a que las amenazas exteriores, el terreno en que Obama más tiene que perder frente al republicano, hayan pasado a un segundo plano. Pero se ha conducido mal en la campaña. No basta con preguntarse quién es Obama. También hay que decirlo. Y no ha alertado del riesgo de que Presidencia y Congreso se concentren en un único partido, con Obama en la Casa Blanca, Nancy Pelosi de Speaker de la Casa de Representantes y Howard Dean liderando el Partido Demócrata. Eso sí, los republicanos van a tener un par de buenos años para reflexionar sobre su propia deriva.