Krugman es un gran admirador de Hamilton, cuyas ideas políticas son más que cuestionables.
Se felicitó Paul Krugman porque la abolicionista Harriet Tubman va a reemplazar a Andrew Jackson en los billetes de 20 dólares, y porque se ha aplazado el plan de quitar a Alexander Hamilton de los billetes de 10.
Krugman es un gran admirador de Hamilton, cuyas ideas políticas son más que cuestionables, empezando por su proteccionismo arancelario, con lo que cabe sumirnos en la zozobra y el desconcierto, porque Krugman fue toda la vida un partidario del libre comercio, y de hecho ha criticado a Trump por su antiliberalismo en esta materia.
También apoya a Hamilton porque pedía subir los impuestos, y aquí cabría preguntarle si no conviene tomar en consideración cómo han subido de hecho en EEUU y en todo el mundo desde finales del siglo XVIII.
Y lo que más le entusiasma a Krugman es la idea de Hamilton de aumentar la deuda pública y el gasto público, con lo que se consigue un paraíso sin coste, porque los tipos de interés están bajos, el sector privado carece de activos seguros y falta demanda para que la economía funcione. Este keynesianismo también es dudoso, por lo que significa en términos de distorsión del ahorro, la inversión y la estructura productiva.
En cuanto a sus alegrías porque Tubman ocupe el lugar de Jackson, podemos recordar que Andrew Jackson fue uno de los fundadores del Partido Demócrata, y que Harriet Tubman era una mujer cristiana, que portaba armas y era republicana.