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La 2 quiere que siga habiendo pobres

Publicado en Libertad Digital

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Le ha dado el altavoz más grande que tenía a mano a una colección de trogloditas dispuestos a cargarse las bases de la civilización occidental, decididos a impedir que avancemos hacia una sociedad en la que la libertad del individuo traiga prosperidad para todos. Menuda selección: Carlos Taibo, Manu Chao, José Bové, Susan George, Vittorio Agnoleto, Ignacio Ramonet, María José Fariñas, Federico Mayor Zaragoza, Ramón Fernández Durán, Giovanni Sartori o Jeremy Rifkin son algunos de los más destacados.

El programa está concebido como una lluvia de meteoritos que al caer sobre la mente del espectador lanzan el sencillo mensaje: el neoliberalismo y la globalización matan.

El primer tema fue la pobreza. Carlos Taibo cuenta que "no podemos permitir que la gente se muera de hambre en muchas partes del planeta por razones relacionadas con el egoísmo". Para Taibo ese egoísmo no es otro que las reglas del sistema liberal. Después, José Bové, el quemador de hamburgueserías (se rumorea que ha sido contratado por Elena Salgado para trabajar en Burger King), nos cuenta eso de que el 80% de la riqueza está en manos del 20% de la población. Estos dos lumbreras no se han planteado que a lo mejor resulta que la riqueza se produce allí donde existen relaciones libres, mientras que en los países en los que al ser humano no se le permite perseguir los fines que considera más urgentes, debido al intervencionismo social que ellos defienden, es imposible prosperar. La riqueza no está dada sino que se crea. Pero ellos siguen empeñados en hablar de ella como si de un pastel se tratara. Estos autoproclamados defensores de los pobres son en realidad defensores de la pobreza y del gran poder político, siempre que esté en sus manos, claro. Entre sus adoradas infamias se encuentra la vergonzosa política agraria de la Unión Europea, que impide a los habitantes de muchos países pobres salir adelante gracias al comercio libre. Y no ven la contradicción.

A partir de este punto se suceden las consignas. "El neoliberalismo construye gigantescos muros para detener la inmigración". Resulta curioso observar que los sistemas que defienden estos fanáticos liberticidas construían y siguen construyendo enormes muros para evitar que la gente pueda salir de sus países-cárcel. El hambre que sus políticas económicas ha regado por el mundo impulsa a millones de individuos a alcanzar países con mayores cotas de libertad. Sí, ante esta situación, algunos países erigen grandes barreras a la inmigración. Pero suelen ser precisamente los menos liberales y los más influidos por los lobbys sindicales.

La globalización se resume como un proceso injusto que expolia lo mejor de los países pobres y deja allí lo peor de nuestra sociedad. No entienden que la globalización sólo otorga oportunidades y que cada cual decide si las toma o las deja. Los intercambios se producen cuando todas las partes que intervienen salen beneficiadas. Por eso, la historia de la globalización, de ese proceso que multiplica las posibilidades de intercambio, es la historia del mayor incremento de la calidad de vida jamás experimentado sobre la tierra para aquellos que han participado en él.

Taibo participa en esta fase de la operación propagandística advirtiendo que si uno piensa que la deslocalización tiene un efecto positivo para los países pobres a los que se trasladan las empresas, no están viendo la realidad tal como un taibanés la debería ver. Donde la gente sensata y realista ve un beneficio para el país pobre, un taibanés ve un "designio descarnado de acumular más beneficios". A esta gente no hay quien la entienda. Dicen que las empresas que se van no crean riqueza en el lugar en el que se instalan pero montan grandes manifestaciones cada vez que una quiere irse de aquí. Por cierto, ¿dónde estaban estos especimenes cuando las multinacionales dejaban sus países de origen para instalarse en España?

Giovanni Sartori intentó convencer al telespectador de que China representa la catástrofe para Europa y que el modelo americano no funciona. Así que, ¡seamos felices en el Estado del Malestar! En cambio, Vittorio Agnoleto, del Foro Social, es algo menos sutil y anima a todos los televidentes a organizarse contra el capitalismo y las multinacionales.

Y son éstas, las multinacionales y las grandes empresas en general, las culpables de casi todos los males del planeta. A juzgar por los ataques de Ramonet a WalMart, ésta debe ser la peor de todas. ¿Será porque la cadena de supermercados ha incrementado sustancialmente el nivel de vida de millones de familias de clase media y baja en los Estados Unidos? A este hombre eso de que el mercado mejore las condiciones de vida de forma tan clara no le gusta. Lo que seguro que le gustaría sería verse en el cargo de superintendente general de miles de comedores obligatorios que, como ocurre con la sanidad pública, costarían un ojo de la cara y a cambio recibiríamos una comida de vergüenza. Mientras esta pesadilla no se haga realidad disfrutemos de los precios "siempre bajos" de las grandes cadenas de distribución como WalMart.

Lo cierto es que como reza el lema del programa, otro mundo es posible. Y es que no hay necesidad de avanzar por la senda totalitaria que se vislumbra en las recomendaciones de los expertos antiglobalización. Otro mundo es posible en el que los individuos sean libres y responsables de sus acciones. Un mundo donde el proceso de cooperación social del mercado libre promueva la prosperidad global, donde el único uso legal de la fuerza sea el defensivo y donde la justicia no sea un juego en mano bandas políticas sino un sistema que gire en torno al respeto de la propiedad privada y la vida de las personas. Ese mundo es posible y saludable, pero no lo anuncian en la televisión pública española.

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