En sus largas caminatas descubre un manantial, así como algunos arbustos de moras diseminados de forma aislada en distintos puntos de la isla. Durante los primeros días, Crusoe dedica todo su tiempo y esfuerzo a recolectar dichos frutos y a recoger agua para asegurarse la alimentación. Sin embargo, tras varias semanas, se percata de que es capaz de recolectar más moras de las estrictamente necesarias para su supervivencia diaria. Necesita 20 moras cada día pero, de media, consigue recolectar 25 unidades por jornada.
Además, la isla también cuenta con cocoteros que se concentran en abundante número en una de las playas descubiertas por Crusoe en sus largos paseos de exploración. El náufrago se percata entonces de que si contara con algunas dianas y una vara podría alcanzar los ansiados cocos, con el consiguiente ahorro de tiempo y trabajo en la búsqueda de agua y moras diseminadas por el extenso territorio.
Sin embargo, obtener ambas herramientas le llevará su tiempo. Así, calcula que necesitará, como mínimo, 10 días para lograr trenzar algunas dianas y buscar la rama adecuada de donde sacar una vara lo suficientemente firme y larga para alcanzar los cocos. Durante este tiempo tendrá que interrumpir su recolección de moras y agua. De este modo, el náufrago, impulsado por su expectativa de ver mejoradas sus condiciones de vida en el medio plazo, decide dedicarse el mes y medio siguiente a acumular el excedente de moras (5 unidades diarias) y la cantidad de agua necesarias para desarrollar posteriormente su plan.
Tras este período de duro esfuerzo, Crusoe cuenta ya con el capital suficiente (ahorro de moras y agua para 10 días) para dedicarse a la elaboración de sus utensilios (medios de producción). Por fin, obtiene su recompensa. El esfuerzo ha valido la pena, ya que con la vara y algunas cuerdas puede disfrutar de cocos en abundancia para su supervivencia.
De hecho, gracias a su plan, dispone ahora de toda la tarde libre para dedicarse a otras tareas, como la construcción de una pequeña cabaña y otra serie de utensilios básicos, tales como la recogida de leña y la fricción de maderas para obtener fuego, que facilitarán la vida del náufrago en un ambiente hostil. El ahorro ha salvado a nuestro náufrago de sufrir una estancia repleta de dificultades y carencias.
Sus necesidades básicas están cubiertas, ya que ahora dispone, incluso, de un pequeño almacén donde acumular los cocos y algunos otros frutos. Sin embargo, por desgracia, la suerte no acompaña por mucho tiempo a nuestro aventurero. El jefe tribal de un archipiélago vecino, llamado Alan Greenspan, decide colonizar la isla de Crusoe, escapando del hambre, la pobreza y los disturbios que azotan su antiguo reino.
Greenspan, acompañado de sus 100 vasallos más fieles, decide de inmediato organizar la vida económica en su nuevo dominio. El capital con el que cuenta son algunas barcas y redes. De inmediato, y con el fin de contentar a sus hambrientos seguidores, decide destinar 50 hombres a las tareas de pesca, 25 a la recolección de cocos y otros 25 al mantenimiento de la varas, las cuerdas, las redes y las barcas.
Durante las primeras semanas, el éxtasis se apodera de la isla y del propio Crusoe, al observar cómo la dieta de cada isleño (renta per cápita) se dispara gracias a la abundancia de pesca y frutos. Cada habitante cuenta de media con 3 peces y 2 cocos diarios, con el que colman sobradamente sus necesidades. Greenspan, desde su trono, se muestra orgulloso de su capacidad de liderazgo y planificación para organizar de forma ordenada la vida en la isla.
Dada la supuesta abundancia existente, el líder considera que ha llegado el momento de desviar un mayor número de recursos a mejorar las comodidades de sus vasallos. Puesto que en ningún caso desea ver reducida la dieta de los isleños, decide destinar 15 personas que estaban dedicadas al mantenimiento del capital (las varas, las cuerdas…) a la construcción de las cabañas. El problema es que, poco a poco, las barcas, las redes y la varas se van deteriorando por el uso, de modo que el número de peces y de cocos comienza a decrecer. Ahora, cada isleño, recibe de media 2 peces y 1 coco diario. El desánimo comienza a aumentar entre la población.
El ahorro brilla por su ausencia. Todos los esfuerzos de Greenspan se centran en lograr incrementar el consumo de peces y de cocos, así como las comodidades más alejadas de las necesidades inmediatas, tales como la construcción de chozas, descuidando, pues, los bienes intermedios. Ante tales dificultades, el jefe de la organización trata de impulsar nuevamente el consumo disponible, sin percatarse en ningún caso de las deficiencias existentes en el mantenimiento del capital. Por ello, acuerda destinar otros cinco hombres de este sector a las actividades de pesca.
Si bien, en un primer momento, consigue aumentar el número de peces a distribuir, el mal estado de las barcas, las redes y las varas reduce todavía más la renta disponible, hasta el punto de que el deterioro de estos bienes impide ocupar a toda la mano de obra dedicada a estos sectores (aparece el paro). La dieta decrece todavía más, mientras que los cinco hombres dedicados al mantenimiento de los utensilios se encuentran desbordados de trabajo.
La planificación económica ha fallado, el descontento estalla y Greenspan se ve obligado a abandonar la isla. El consumo del capital (carencia de ahorro) se ha materializado en recesión (menos renta per cápita), desempleo, y sobreinversión artificial en determinados sectores (construcción y consumo), que precisarán de un profundo reajuste.
La huida de Greenspan y, por lo tanto, la inexistencia de planificación central, permitirá ahora a los isleños organizarse de forma espontánea (libre mercado) en el desarrollo de las actividades económicas, al igual que le sucedió a Crusoe tras su llegada a la isla. La falta de ahorro y el consumo de capital son claves para comprender correctamente la actual crisis económica.