No habrá un planteamiento serio sobre las pensiones, sobre la educación y sobre la sanidad.
Una de las características de la nueva manera de hacer política en este siglo XXI es la ausencia, consentida por el respetable público, del respeto a la verdad. Vale mentir en campaña electoral. También está permitido echar en cara al otro que no cumple su programa, aunque tu propio partido incurra en el mismo error. Lo que parece tener más relevancia es el empaquetado: sorprendente y pomposo. En el terreno político esto implica mantener la corrección política, o la total incorrección política, y que parezca que tienes poder sobre el otro. Es decir, vale tanto captar la atención por la pulcritud formal, como captarla por todo lo contrario. Y, además, especialmente en los últimos tiempos, vale más ‘hacer rabiar’ al de enfrente que tener argumentos. Ya son varias las ocasiones en las que a mí (independiente y abstencionista) se me responde en Twitter con un “¡Cómo rabiáis!” ante una crítica al fondo o la forma del programa de, por ejemplo, VOX. Como si se tratara de levantar ampollas, en lugar de presentar una propuesta de gobierno, un proyecto serio, para todos los españoles. Pero se diría que se presentan con espíritu de perdedor.
En eso se parecen al Podemos de los primeros momentos. La sorpresa del éxito en aquellas elecciones europeas, similar a la sorpresa de VOX en Andalucía, fue seguida de un efecto contagio que les dio el gobierno en algunas ciudades españolas. Ya no se trataba de hacer sonar el juguete de Diego, el bebé de Carolina Bescansa que llevó a su escaño el primer día que pisaron el Congreso. Se trataba de que José María González Santos, conocido como Kichi, y condenado a más de cinco mil euros por calumnias al anterior Gobierno, levantara ese 33% de desempleo en una región como Cádiz, con un enorme problema de narcotráfico y muchos problemas sociales. No ha sucedido. Hasta Fran González, su socio del PSOE, quien le encumbró a la alcaldía, está decepcionado. Le mantienen en un puesto para el que no sirve solamente para evitar que lleguen de nuevo los rivales ‘peperos’, que tienen la mayoría de los ediles. Lo del servicio a la población va en segundo lugar. Antes hay que atornillarse al sillón del poder.
Finalmente, ha pasado lo que tenía que pasar. Aunque no soy partidaria de minusvalorar al enemigo, la división en el seno de Podemos y la falta de coherencia de sus líderes llevan a sospechar que la efervescencia ya pasó. ¿Sucederá lo mismo con VOX?
Es claro su ascenso y la previsión de unos buenos resultados el próximo 28 de abril es realista. Pero ¿qué proponen? El paraíso. Igual que hiciera Podemos en su momento, los ‘nuevos verdes’ quieren privatizar las pensiones, el sistema educativo, la sanidad, eliminar el oneroso sistema de autonomías, controlar los medios catalanes y aplicar el artículo 155 para desactivar el independentismo. Esas propuestas solamente caben como carta de buenas intenciones a sabiendas de que uno no va a tener que verse jamás en el trance de ponerlas en práctica.
Es lo que sucede cuando miras al final del camino sin pararte a pensar desde dónde partes. Pero ¿qué sucedería si, como sucedió con Podemos, VOX consigue más votos de los que esperan ellos mismos y puede gobernar en municipios o autonomías? ¿Cómo va a articular todas esas promesas? Imagino que paso a paso. Y la pregunta es ¿en qué se diferencian los pequeños avances en la dirección apuntada de lo que proponen otras alternativas que se denominan liberales, al menos en lo económico como, por ejemplo, Daniel Lacalle?
Porque si la diferencia es que Ciudadanos o el Partido Popular hablan de lo que creen que pueden ofrecer y VOX juega al idilio platónico porque se postula como partido bisagra, es muy posible que se les vaya de la mano y mueran de éxito. Como parece que le está pasando a Podemos.
Por parte de los partidos tradicionales (PP y PSOE) el problema es otro: tienen el lastre del mal comportamiento pasado. Tanto si Casado quiere aparecer como la nueva derecha moderada, no puede evitar que le afeen la conducta de quienes le antecedieron. ¿Por qué hay que pensar que ya no tienen incentivos para seguir jugando a Juego de Tronos en vez de ocuparse de los problemas reales de los españoles? Peor aún es la situación interna del PSOE, que va a ganar las elecciones. Podría parecer una contradicción. Sin embargo, la triste realidad es que a Pedro Sánchez le están haciendo la campaña electoral sus rivales. No tiene más que no meter la pata y mentir con descaro. El PSOE ha sacado a España del arroyo en ocho meses. Todos menos ellos son una panda de fascistas que vienen a quitar su salario al obrero y a precarizar la economía. El lobo, que viene de nuevo, parece decirnos Pedro.
No habrá un planteamiento serio sobre las pensiones, sobre la educación y sobre la sanidad. Y, menos aún, una reforma de la función pública y una racionalización del despilfarro político, es decir, del dinero de los españoles. No sé ni lo que es el gasto público, Hulio.