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La coalición contra Qatar

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Qatar siempre ha sido una astilla clavada en las sandalias de los dirigentes saudíes, pero no una verdadera amenaza.

Un grupo de países árabes, liderados por Arabia Saudí y Egipto, han intentado aislar a Qatar, y el pasado 5 de junio le impusieron un conjunto de sanciones. La agencia saudí de noticias recogía la posición de los firmantes, según toman las medidas contra Catar como parte de sus esfuerzos para “combatir el terrorismo, secar las fuentes de su financiación, luchar contra su ideología extremista y sus medios de diseminación y promoción”, en una referencia inequívoca a la cadena Al Jazeera. Arabia Saudita acusa a Qatar de financiar a “grupos terroristas”, que es como se llama en el lenguaje diplomático de estas latitudes a los que son terroristas pero se oponen a sus intereses. En este caso, el detonante de la crisis han sido unas declaraciones pronunciadas por el emir qatarí Tamim bin Hamad al-Thani en las que criticaba a los Estados Unidos (casi un requisito formal para ocupar el puesto), mostraba su apoyo a Irán, y como parte inextricable de su posición, defendía a los grupos terroristas Hamas y Hermanos Musulmanes.

El apoyo de Qatar a estas organizaciones criminales con fines políticos no es nueva. Lo que sí parece nuevo es el apoyo que le presta la nueva Administración estadounidense a Arabia Saudita (un aliado muy importante de los Estados Unidos en la zona), y que se pudo comprobar en la visita de Donald Trump al régimen. Todos los titulares fueron para el acuerdo de venta de armas de la democracia al régimen wahabista, pero ese acuerdo lleva mucho tiempo gestándose, y la visita del presidente estadounidense no se limitaría sólo a la firma de un acuerdo, sino a estrechar los lazos entre ambas naciones. Más, cuando la Casa Blanca ha orientado su política exterior en contra de las pretensiones nucleares de Irán. De hecho, en un tuit del presidente Trump escrito con motivo de las sanciones a Qatar, éste decía: “Durante mi reciente viaje a Oriente Medio, dije que no se puede seguir financiando la ideología radical. Los líderes señalaron a Qatar. Miren”, termina diciendo en referencia a las sanciones contra el emirato.

Qatar ha decidido, desde hace varios años, jugar un papel diplomático que está por encima de su peso geográfico o geopolítico. Ha sido mediadora en la guerra dentro de Sudan o en las querellas entre Fatah y Hamas. También ha mediado dentro de la política yemení. Y, como parte de esa política exterior, ha creado un medio de propaganda terrorista, Al Jazeera, que ha progresado entre los fondos procedentes del gas de Qatar, su apuesta por el idioma inglés, y la liberalidad de los países occidentales.

De este modo, Qatar siempre ha sido una astilla clavada en las sandalias de los dirigentes saudíes, pero no una verdadera amenaza. Pero quizás la primavera árabe haya cambiado la situación. Ésta ha demostrado que los autócratas pueden caer apresados por una pinza contradictoria entre los movimientos “democráticos”, por los que se cuela el islamismo más radical, y el apoyo a los mismos de los gobiernos occidentales como la Francia de Sarkozy o los Estados Unidos de Obama. ¿Pueden ser ellos los siguientes? ¿Quién lo puede descartar? Y en una situación así, los ríos de dinero qatarí que anegan a grupos terroristas, mezquitas radicales y pantallas de televisión, pueden ser un elemento de inestabilidad que no desean en absoluto. Los intereses de Irán, que se han visto favorecidos tras el caos creado por las revueltas árabes (Ha extendido sus manos sobre Irak y Siria).

Una de las muchas y profundas divisiones que sufre el mundo árabe es el que separa a estas naciones, y otras, a Qatar e Irán o Turquía, con el yihadismo como cimitarra. ¿Qué consecuencias tendrá el bloqueo económico a Qatar? Desde el punto de vista económico, no es previsible que muchas, entre otros motivos porque los países que se han unido contra Qatar también sufren hondas divisiones.

Las implicaciones parecen estar no sólo en Qatar, sino en la coalición de Estados árabes que se han unido en su contra. Este podría ser el primer paso de la creación de una coalición contra los grupos terroristas islámicos, y en particular contra Estado Islámico. Un motivo más para pensar que la Casa Blanca ha inspirado este movimiento, y que lo que se está ensayando es una coalición que contribuya a que Trump cumpla una de sus principales promesas electorales, que es la de acabar con el Daes. ¿No hemos mencionado a Europa? No está y, por el momento, no se la espera.

Buenas noticias. Pero todo ello conduce, y por las mismas razones, a un enfrentamiento de los Estados Unidos con Irán. Malas noticias. Es cierto que hay que parar a Irán y que si la guerra es una noticia pésima, una paz temporal puede ser el augurio de un conflicto mucho, mucho peor. Recuerdo haber entrevistado a Richard Perle, y su principal preocupación entonces (año 2005) eran sendas carreras nucleares de Corea del Norte y de Irán.

De nuevo, esta coalición es endeble porque hay graves diferencias de intereses. E integra a regímenes abominables, como Arabia Saudita. Es más, su apuesta podría salir mal y complicar las cosas. Pero al menos tiene como objetivo reducir la incidencia del terrorismo islámico, que es una de las graves amenazas de nuestra sociedad.

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