Durante meses Podemos ha venido proclamando a los cuatro vientos que las empresas pagaban muchísimos menos impuestos que las familias en España; por ejemplo, hace menos de un año Pablo Iglesias afirmaba:
En este país las familias aportan alrededor del 90% de la recaudación y las empresas el 10%, menos del 2% proviene de las grandes empresas.
La narrativa es de sobra conocida: las rentas del capital no pagan apenas impuestos, por lo que las rentas del trabajo deben soportarlos en solitario. En el documento económico de Podemos (página 52), de hecho, se pide una reforma del IRPF "que someta a una sola tarifa todos los tipos de rentas": esto es, que las rentas del capital dejen de estar sometidas a un tipo marginal máximo del 27% en 2014 y las rentas del trabajo a uno del 52%.
Fuimos muchos los que ya en su momento tuvimos ocasión de explicarles que estos cálculos estaban profundamente sesgados: un accionista o un bonista no sólo paga impuestos por el cobro final de dividendos o de intereses, también por el Impuesto sobre Sociedades que abona la empresa de la que es accionista o acreedor. Por ejemplo, supongamos que en 2014 poseo el 1% de una empresa que gana cien millones de euros antes de impuestos. Si no existiesen tributos, a mí me correspondería un dividendo de un millón de euros. Sin embargo, esta empresa tendrá que pagar, en primera instancia, el Impuesto sobre Sociedades del 25%, de modo que sus ganancias después de impuestos se reducirán a 75 millones de euros. A su vez, y en segunda instancia, cuando mi empresa me abone el dividendo de 750.000 euros, yo tendré que abonar aproximadamente 200.000 euros en IRPF por rentas del capital.
¿Resultado final? El millón de euros en dividendos queda reducido a 450.000 euros: una tributación efectiva del 45%; bastante superior, por cierto, a la fiscalidad efectiva de las rentas del trabajo (el tipo efectivo medio por rentas del trabajo tras computar todas las deducciones y exenciones no supera en ningún caso el 34% y se ubica por debajo del 25% para las clases medias). Las quejas, pues, eran infundadas: apenas un ejemplo más de política del frentista y del odio contra el ahorrador y el empresario.
Afortunadamente, parece que el caso Monedero sí ha servido para que Podemos consulte a expertos en tributación y descubra que, como tantos les dijimos, las rentas del trabajo y las rentas del capital padecen una fiscalidad análoga. Escuchen si no la confesión del propio Juan Carlos Monedero (minuto 1:30:00):
Adjuntamos un informe para todos ustedes para que puedan ver cómo, según la opinión de expertos muy cualificados, cualquiera de las dos vías existentes [1º) tributar un ingreso como renta del trabajo por IRPF; 2º) tributar un ingreso como beneficio por Impuesto sobre Sociedades y posteriormente tributar los dividendos repartidos como renta del capital por IRPF] eran legales y legítimas. Tanto hacer una declaración de un trabajo como IRPF como pagar dividendos, porque al final la recaudación para Hacienda era la misma. Y por tanto no había ninguna posibilidad de presentar el pago de dividendos como un intento espurio de hacer nada contra Hacienda.
Esperemos que este singular hallazgo fiscal no permanezca encerrado en autojustificativas ruedas de prensa dirigidas a resolver la papeleta del momento y, en cambio, termine permeando todo su programa electoral. Por ejemplo, desde Podemos podrían comenzar por abandonar esa confiscatoria propuesta de equiparar rentas del trabajo y de capital en el IRPF, olvidándose de que las segundas ya han pagado antes el Impuesto sobre Sociedades. Sería lo consecuente con su renovado discurso fiscal, ¿no?