Si la deuda la heredan tus hijos y tus nietos, les estás esclavizando a ellos.
Yo ya he tomado partido. Para mí, en estos momentos, el problema no es que aumente la deuda». Esta frase la escribía una amiga en un mensaje que me enviaba el sábado. Entiendo que lo urgente son las vidas. Esa es la prioridad para todos. Pero no darse cuenta de la arista económica de esta crisis es un error de miopía que se paga muy caro. Los tests, los respiradores, las mascarillas, los equipos de protección individual (EPI), las horas de trabajo, la logística, la vigilancia, la tecnología que va a permitir descubrir una vacuna que funcione y sea viable, todo eso cuesta muy caro. Y se paga con el sudor de la frente de los españoles. Sea ahora o más adelante, son los españolitos de a pie quienes van a pagar ese coste.
El camino más eficiente para minimizar el daño hasta que llegue la tan ansiada vacuna es el de maximizar la población testada de forma que los no contagiados y no portadores puedan trabajar y el resto se aísle y si es posible, trabaje desde casa. De esta manera, el contagio se minimiza, la curación se intensifica, la economía sufre menos. Pero no tenemos un sistema sanitario apropiado. No sólo España. No creo que haya sistema sanitario preparado para una pandemia.
A pesar de lo cual, hay que tratar de manejar las variables que sí están bajo nuestro control para gestionar el desastre.
Todos los países nos encontramos con una factura inabordable. Hay que tirar de ahorro y reservas. Todos nos vamos a empobrecer. Pero no todos de la misma manera. La diferencia estriba en que punto de partida es diferente. Y eso está siendo un motivo de crispación en momentos como los que vivimos en los que, en Madrid y Bergamo, se acumulan cadáveres en las improvisadas morgues.
El asunto es la posible emisión de los llamados ‘coronabonos’, que en definitiva, no son sino títulos de deuda pública a bajo interés que habrían de pagar todos los miembros del euro y serviría para financiar los gastos extraordinarios. Pero como ya hemos dicho, partimos de situaciones diferentes y, como ya sucedió en la crisis del 2008, de nuevo el norte, se llevaría la peor parte porque sería avalista del sur.
Algunos economistas, como Benito Arruñada, se plantean que esta solución, en España, permitiría posponer unas reformas necesarias, como el ajuste presupuestario. Y alguien puede preguntarse ¿cuándo ha aprovechado España la ayuda europea para eludir reformas? Pues todo el tiempo. Por eso, algunos de nuestros socios europeos se preguntan qué pasó con nuestros ahorros si desde el año 2014 nuestro PIB se incrementa a un ritmo del 2,6% de media en el periodo 2014-1019.
Durante el mismo periodo la deuda pública como porcentaje del PIB ha sido, de media, un 99%. Es decir, lo hemos gastado. Como apuntaba Luis Torras en tuiteo, esto es también una cuestión de solidaridad. Porque los países con mejor desempeño tras la crisis no son necesariamente los ricachones que los partidos marxistas nos hacen creer. Son países esforzados que ahorran con esfuerzo para estar a la altura. Y nuestros gobiernos no han tenido esa altura de miras. Pero, claro, ahora con la población encerrada y los muertos que repuntan cada día, ¿cómo no vamos a pedir ayuda?
En Estados Unidos, algunos analistas aplaudidos por Mazzucato proponen que el gobierno se siente en el consejo de administración de las empresas a las que ayude financieramente y claman al presidente Trump para que constituya un National Pandemic Production and Financing Board.
En España, directamente, los socios de Sánchez con quienes co-gobierna, recuerdan que, de acuerdo con la Constitución española, la riqueza del país, con independencia de a quién pertenezca, está subordinada al interés general. Ya muestran abiertamente sus intenciones. Más clara aún, Teresa Rodríguez (UP-Andalucía) propone expropiar el ahorro ciudadano para crear una banca nacional. Ya sabemos cómo terminan esas medidas. Espeluznante.
Hay un aspecto de la deuda que no se suele tener en cuenta. Tu acreedor es, de alguna manera, tu dueño. En la medida en que la deuda es mayor y más dilatada en el tiempo, tanto más te atas, mayor capacidad para determinar tus decisiones, señalarte el camino, marcarte el paso le estás confiriendo a tu acreedor. Y no sólo eso. Si la deuda la heredan tus hijos y tus nietos, les estás esclavizando a ellos.
La expropiación, nacionalización, y aunque vaya contra la intuición, la «protección» viciada del Estado, nos hace sus esclavos. Y sí, endeudarse con el banco puede llevar a situaciones muy crueles que no le deseo a nadie. Pero, hasta la banca tiene que cumplir la ley. Sin embargo, el Gobierno, por desgracia, no paga con su libertad ni su patrimonio los desmanes que cometa. Y eso explica que haya banqueros archi-conocidos que han pasado por la cárcel y ningún ministro o presidente por negligencia delictiva en sus funciones. De momento.