En España, el Instituto de Crédito Oficial (ICO) ha manifestado que ampliará sin límite el crédito a las empresas si les falta liquidez y no paran de llover críticas de los grupos de presión a la liberalización de los horarios comerciales en Madrid.
¿Se imagina que el Estado empezara a intervenir en todos los sectores económicos para lograr que nada cambiara? ¿Qué pasaría con los bancos que han hecho una gestión negligente, con las empresas que han sido incapaces de sopesar el riesgo de sus inversiones y con los comerciantes que prefieren vivir de las leyes y subvenciones del Estado que de los designios y necesidades del consumidor? Nada. Recibirían premio la ineptitud, los negocios suicidas, el parasitismo y el cortoplacismo a expensas del pagador de impuestos. La responsabilidad individual desaparece para convertirse en rentismo. Es una situación en la que no hay cambios, las empresas negligentes o que ya no sirven al cliente se mantienen con artificiales mecanismos estatales que a la vez se nutren de la extorsión que ejerce el Gobierno al hombre libre mediante el cobro de impuestos, multas, tasas, etc.
El gran economista Ludwig von Mises llamó a este tipo de situación donde nunca cambia nada Economía de Giro Uniforme. No se trataba de nada real, sino de un supuesto en base al cual, empleando la lógica deductiva, estableció qué condiciones deben darse para que algo así fuera posible Concluyó que la Economía de Giro Uniforme implica necesariamente que el hombre no tiene aspiraciones ni valora el riesgo e implicaría considerar como insolubles preguntas tan básicas como por qué el individuo trabaja, asigna precios a las cosas o valora más el presente que el futuro.
El comunismo y el fascismo fueron los primeros sistemas contemporáneos, porque antes ya había existido otros, que intentaron convertir la economía, y por lo tanto al individuo, en un mecanismo del giro uniforme. Todos los países que han abrazado cualquiera de los sistemas económicos que niegan el cambio y la libertad empresarial y de mercado han acabado muriendo, como la URSS; o han tenido que abrirse para no terminar en la más pura miseria. Incluso Cuba está cediendo.
A pesar que la lógica nos dice claramente que una Economía de Giro Uniforme contradice las bases mismas de la economía política y que, desde el punto de vista histórico, cualquier intento de alcanzar tal estado es un fracaso, los burócratas se están obsesionando otra vez en reimplantar este tipo de socialismo. Si en el siglo XIX alguna confederación de carreteros hubiese instado al Gobierno a rescatarles por su crisis de liquidez, un eufemismo para ocultar que la empresa está en pérdidas debido a su incompetencia, o hubiese exigido prohibir los coches a motor por ir en contra de los sistemas tradicionales tal y como hacen ahora los lobbies comerciales de Madrid, lo máximo que tendríamos ahora serían carretas tiradas por caballos con neumáticos de goma en lugar de seguros y rápidos autos. Si alguna agrupación del sector del vinilo hubiese pedido su rescate frente a la competencia desleal de los casetes, los CD o el MP3, ahora cuando habláramos de "bajar música" nos referiríamos a llevar el disco de la estantería al tocadiscos.
La intervención estatal, y por tanto, la imposición de una Economía de Giro Uniforme, no sólo supone riesgo moral (moral hazard), oportunismo, monopolio, retroceso innovador y económico; también que el Estado usará su poder de coacción contra nosotros para usurparnos nuestro dinero y libertad para financiar su sistema estático y de compra de votos e intereses.