Es decir, que la buena aplicación de los principios a la actividad bancaria llevaría a que se casaran los plazos de los pasivos de los bancos (el ahorro que reciben) y sus activos (los préstamos que hacen). Pero no es eso lo que hacen. La actividad bancaria hoy está alejada de las buenas prácticas y se endeudan a corto plazo para prestar a largo plazo. Es decir, otorgan hipotecas con los depósitos a la vista de la gente. El ciudadano cree que puede sacar su dinero en cualquier momento, pero una parte está comprometido en préstamos del banco que no llegarán a madurar en dos o tres décadas. Lo hacen así porque se benefician de que lo que tienen que pagar por los depósitos es mucho menos que lo que tendrían que pagar por ahorro a largo plazo.
La principal consecuencia de esta desatención a los principios de la buena financiación es que se ponen en marcha muchos proyectos (empresas, construcciones, infraestructuras, nuevas tecnologías) que, en realidad, no cuentan con el respaldo del ahorro de los ciudadanos. No hay ahorro para todos los proyectos, por lo que muchos de ellos no llegarán a término. Es decir, que a la euforia inicial por la aparente abundancia de ahorro le sigue la crisis cuando se pone de manifiesto que se han saltado el sagrado criterio de casar los plazos. Han tomado los depósitos como si fuese ahorro y cuando llega la hora de la verdad, éste no está para completar todas las inversiones en marcha.
Ahora nos enfrentamos de nuevo a la crisis. Comenzamos a ver cómo serán las malas horas que nos aguardan: suben los precios, sube el paro, se detiene la actividad… Nos viene una buena encima y hay que atarse los machos. Podría ser una oportunidad para forzar a los bancos a que adecúen su actividad a los principios de una financiación sana y sostenible. Pero nos encontramos exactamente con todo lo contrario. La Reserva Federal, ese banco central que se creó en 1913 y que, junto con los demás, jamás debió haber visto la luz, ha reaccionado con un criterio distinto: en lugar de permitir que quiebren los bancos que más han sacrificado su solvencia por una mayor rentabilidad, que es como el mercado defiende a la sociedad, los premian manteniéndolos. Este es el plan de la Fed y del Secretario del Tesoro, Henry Paulson, recientemente anunciado.
Es decir, en lugar de atajar el origen del problema las autoridades económicas estadounidenses han preferido agravarlo, curiosamente en nombre de la lucha contra la crisis económica. Que Dios nos pille confesados.