Con la llegada de internet y la digitalización de servicios, el par de cobre parece que se queda pequeño y hay que poner un tubo más grande por el puedan caber todos los servicios que se nos ocurran.
El problema es que, lógicamente, la inversión es cuantiosa, por lo que los inversores se tientan bien las ropas antes de enterrar (nunca mejor dicho) su dinero. A las dudas sobre la demanda (¿habrá gente dispuesta a pagar por los nuevos servicios? ¿cuánto?), se unen ahora las que arroja la situación económica, que dificulta enormemente el acceso al capital necesario.
Pero estas son las dudas que se espera que el inversor conviva y resuelva. Son propias del mercado. La incertidumbre que resulta inaceptable es, en cambio, la que crean otros individuos, los reguladores, en su afán por no se sabe qué.
Pues resulta que la incertidumbre regulatoria sobre el despliegue de fibra óptica es quizá la mayor en la historia de las telecomunicaciones. No creo que, en estos momentos, haya algún inversor en Europa, no digamos ya en España, que sepa a qué atenerse. Veamos la evolución en nuestro país, procurando no perder el hilo, para conocer un poco las paredes del laberinto.
En febrero, el regulador (la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones) publicó unas directrices, se supone que con la idea de dar claridad al asunto. Dichas directrices no pasaban de ser un mero inventario de las posibles ideas para regular que se le habían ocurrido hasta ese momento. Básicamente, venía a decir: "te puedo obligar a esto, o no; en unos sitios o en otros o en todos; ahora, después o siempre".
En mayo, sacó unas medidas provisionales, de aplicación mientras analizaba el mercado en cuestión para ver cuáles serían las obligaciones regulatorias adecuadas. Lo que cabe preguntarse es por qué no analizó el mercado primero y así hubiera dado algo de luz al tema, en vez de sacar algo necesariamente provisional y sobre lo que ningún inversor en su sano juicio tomaría una decisión.
La cosa mejora. En julio, ellos mismos decidieron cambiar las medidas provisionales, puesto que habían impuesto algunas de imposible cumplimiento. Increíble, pero cierto.
En septiembre, tras un recurso de uno de los interesados, la Audiencia Nacional paralizó cauteladísimamente la modificación realizada por el regulador en julio. Dejando, se supone, activa la regulación de mayo.
Unos días después de esta suspensión, la Audiencia Nacional decide que no era necesaria, que podía seguir vigente las medidas provisionales modificadas en julio. Y mientras, el citado tribunal se pensará si hay que aceptar las medidas cautelares solicitadas por el operador denunciante.
Recapitulando: estamos a la espera de ver si la Audiencia Nacional paraliza cautelarmente las medicas provisionales modificadas por el regulador, después de haber levantado las medidas cauteladísimas. Y el desenladrillador que lo desenladrillare…
Y no se vayan todavía, que aún hay más. Hace un par de semanas, el regulador ha sacado una consulta sobre la regulación para la fibra óptica, como parte del procedimiento formal que tiene que seguir para imponerla. Dicho procedimiento es complejo, e involucra a la Comisión Europea, a la Comisión Nacional de Competencia y a los agentes. Pues bien, el trámite procedimental con el que lo ha iniciado resulta no ser el mismo que ha utilizado en ocasiones similares. Por tanto, a las incertidumbres de fondo y a las jurídicas, se unen ahora las de procedimiento. ¿Hay quién dé más?
Sí, lo hay: la Comisión Europea, que ha sacado en paralelo su propia consulta pública sobre el tema. Así que a ver quién es el Teseo que se mete en el laberinto de la fibra óptica, donde tras cada esquina te espera un regulador con cuernos, rabo y tridente (me refiero al Minotauro, no me malinterpreten).