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La lección de Raúl Castro a la política occidental

Publicado en Libertad Digital

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¿Se imagina que habría pasado si algún político del PP hubiese pronunciado algo semejante? Los periodistas lo habrían tildado de retrógrado, el Gobierno socialista correría para aprobar alguna ley que prohibiese hacer apología del anti-igualitarismo, con su ministra de igualdad Bibiana Aído a la cabeza, y los actores habrían pedido directamente la ilegalización del PP.

Castro ha dado una importante lección a los políticos del mundo que intentan cambiar las cosas con pactos, acuerdos de decenas de países y grandes cantidades de dinero usurpadas al pagador de impuestos: las grandes reformas empiezan por uno mismo y sólo se producen si realmente existe voluntad real. Esta fue una lección que ya vimos en Europa en el siglo XIX con el empresario y político Richard Cobden. El político inglés hizo una proeza tan difícil de imaginar entonces como ahora. Cobden y sus aliados empezaron la abolición unilateral de los derechos arancelarios para expulsar el monopolio de ley que tenían las clases privilegiadas y aristócratas. Sin permiso de nadie y sin grandes pactos internacionales, la apertura del mercado de forma unilateral llevó al Reino Unido a la mayor época de gloria que jamás haya vivido.

Los políticos occidentales de nuestros días han optado por el camino contrario. A diferencia de Cobden y Castro, no quieren hacer las reformas en su casa, sino en la casa del vecino primero. Han creado grandes monstruos burocráticos para conseguir el objetivo contrario al que inicialmente pretendían. Los bancos centrales, cuya misión es la estabilidad de precios y la prudente emisión de moneda, han creado una crisis mundial que nadie puede parar. Organizaciones como el FMI y el BM pretenden socorrer a los países pobres y con problemas, pero no ayudan al bolsillo del ciudadano, sino al de sus Gobiernos, dejando a la gente desamparada. Tal vez el mayor fracaso conocido sea la ONU. Esta organización jamás ha impedido ningún conflicto. Al contrario, sus fuerzas de pacificación son una fuente continua de tráfico de armas, corrupción, violaciones y abusos sexuales. ¿No se creó para todo lo contrario? Un organismo paralelo, la FAO, ha presionado recientemente a los casi 200 países que la componen para que apliquen de una vez las medidas pactadas. ¿Si no lo han conseguido en 60 años, que nos hace pensar que ahora cambiarán? ¿Cómo se van a poner de acuerdo 200 países con intereses tan diferentes y que están dirigidos además por políticos que jamás han destacado por su honradez, prudencia ni mesura?

Raúl Castro podría haber mantenido una línea perfecta con la revolución socialista llamando al victimismo tal y como hacía su hermano quejándose de que todas las penas de Cuba se deben al imperialismo yanqui, o correr a países amigos, como por desgracia España, para pedirles dinero. La decisión del líder cubano está siendo valiente, va en la buena dirección para sus ciudadanos, ya que les da mayor libertad, y parece una reforma sincera, no como la Alianza de Civilizaciones o los macro pactos gubernamentales contra el hambre que se firman con la intención de salir en la prensa y no hacer nada después.

Si Cobden hubiese impulsado el liberalismo a través de alianzas librecambistas como las que pretenden el NAFTA, CAFTA y acuerdos políticos similares, muy probablemente habría disfrutado del mismo éxito que tienen ahora estas alianzas, ninguno. La intención de crear un mundo mejor no se consigue a través de la buena voluntad de los políticos ni con los supuestos consensos a los que llegan. Las reformas empiezan desde dentro, dando entrada de forma radical al capitalismo y a la libertad individual. Esperemos que Cuba no se detenga aquí y llegue a ser un símbolo del capitalismo, es decir, de riqueza, prosperidad y libertad.

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