No se ha calculado aún la caja que han hecho los programas de televisión llevando personas caídas en desgracia. Con la idea supuesta de ayudar y dar a conocer el caso, varios programas, de contenido más o menos amarillento, llevan muchos meses rascando audiencia con este tipo de invitados. Se trata de ciudadanos anónimos que compraron preferentes, o que están siendo desahuciados, por ejemplo.
No pongo en duda la buena intención de dichos programas, pero sí creo que su información incompleta sesga la opinión de los televidentes y genera sentimientos de indignación sobre una base espuria.
De la misma forma, pero con mucho más perversas intenciones, las plataformas de afectados por desahucios y pioneros del escrache del siglo XXI, acosan a políticos solamente de un partido, atribuyéndoles la total responsabilidad por los desahucios y ponen ante las cámaras para justificarse a personas que atraviesan situaciones sin salida.
La información es una condición necesaria para poder formarse una opinión. No se trata de esconder el empobrecimiento de los españoles (que ya notamos en nuestros bolsillos), me parece muy bien poner encima de la mesa lo que está sucediendo y la situación que viven muchos miles de ciudadanos.
Hacer uso del mal ajeno está feo
Pero no estaría de más tratar a esas personas caídas en desgracia con el respeto que se merecen. Y eso pasa por decirles la verdad, en lugar de tratarles con esa conmiseración hipócrita tan típica de nuestra tierra. De repente, el olor a rancio de las damas de caridad (mal llamada caridad) de antaño, se ha convertido en rebufo progre con notas de salvapatrias.
Porque cuando una joven soltera madre dos hijas sale en la pantalla y dice: "yo tenía mi puesto interino y los recortes del PP me lo han quitado y ya no puedo pagar la hipoteca. Lo que más pena me da es que voy a transmitir esta deuda a mis hijas y vamos a ser esclavas del banco para siempre", alguien debería explicarle varias cosas.
La primera, que ha tomado muy malas decisiones. Porque asumir la deuda de una hipoteca a largo plazo teniendo un puesto interino con dos bocas que alimentar es temerario. La razón es que interino significa provisional, estás en sustitución. Es decir, no es tu puesto de trabajo. Y, efectivamente, cuando hay problemas presupuestarios, la primera medida es amortizar esas plazas.
No estaría de más explicarle qué ha llevado a esta situación, para que puestos a gritar, lo haga delante de todas las puertas, no solamente delante de las más evidentes.
Finalmente, habría que explicarle a la mujer que cuando uno firma algo hay que leerlo y no firmarlo hasta que uno entiende a qué se compromete. Estamos en un país en el que sabemos cuántos meses tienen que pasar para cambiar de operador, las ventajas de Jazztel sobre Orange, o al revés, y qué tarifa es la mejor, pero no nos leemos los contratos de hipoteca. No sabemos que hay una cláusula de dación en pago, pero que sale más cara. No sabemos que estamos firmando que, a cambio de un tipo de interés menor, si no pagamos un número de cuotas la casa se la queda el banco, y mantenemos la deuda. Y había alternativa: el alquiler. Podía no comprar una casa si no estaba segura de mantener un nivel de ahorro adecuado.
Los escraches y otras milongas
Pero, con todo y con eso, estas personas tienen derecho a expresar su descontento dentro de la ley. No seré yo quien critique el derecho al repudio social y a la libre expresión del malestar de maneras distintas a las urnas, soy abstencionista recalcitrante. Eso sí, me da la sensación de que alguien está manipulando a alguien. Porque no se protestó cuando Chacón anunció que se aumentarían los juzgados de Madrid para agilizar desahucios. Nadie protesta ante las puertas de quienes mantuvieron y reforzaron esta ley. Se protesta ante las puertas del PP mientras la oposición corresponsable, jalea al personal. Es partidista. Y ahí se le va el fuelle al tema. De nuevo, el uso por los partidos políticos de la iniciativa de los ciudadanos y la ceguera de estos, arruina cualquier intento de sociedad civil en España.
A ese sesgo que resta inspiración ciudadana a la protesta hay que añadir el carácter pacífico del escrache. Llevar a personas que están en una situación de auténtica desesperación a una casa, con cámaras de televisión por delante y señalar con el dedo a un político y decirle: "mira, ese, ese es el responsable de tu desgracia. Vamos a gritar para protestar" es, cuando menos, temerario. Es fácil que degenere en algo más. Tirar la piedra y esconder la mano está muy feo y esconder intereses políticos tras la miseria ajena también.
Sí, creo que los políticos deberían sentir el repudio social. Pero probablemente no sólo ellos. También los periodistas, economistas, activistas y gente de a pie que, en lugar de poner luz, se aprovechan del mal ajeno para alcanzar notoriedad, hacer caja o calentar los ánimos. Cada cual que asuma lo suyo.