Skip to content

La migración: ¿hay cama “pa tanta” gente?

Publicado en El Cato

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Si bien el señor Trump no es santo de mi devoción ni en la forma ni en el fondo de lo que dice, sí creo que está diciendo lo que algunos más piensan y lo que muchos temen

Acaba el verano y con la vuelta al trabajo escalonada, se nos abren los ojos a los acontecimientos que el descanso vacacional nos velaba. Las declaraciones de Donald Trump despiertan viejas heridas que nos empujan a reconsiderar temas tan manidos como el racismo. Por otro lado, la guerra de Siria pone en evidencia la capacidad de los europeos de mantener dos posturas inconsistentes entre sí. Y mientras criticamos a Trump por sus atropellos contra los mexicanos (y con toda razón), cerramos las fronteras o miramos como otros las cierran frente a la dramática avalancha de refugiados que proceden de la guerra de Siria.

Pero si bien el señor Trump no es santo de mi devoción ni en la forma ni en el fondo de lo que dice, sí creo que está diciendo lo que algunos más piensan y lo que muchos temen. Y tal vez es el momento de pararse a tratar de entender todas las posturas y a ahondar en las causas y las posibles soluciones.

Los Trump europeos y los mexicanos de todos los países

Por supuesto que habrá violadores mexicanos en Estados Unidos, como hay pederastas con las manos ungidas dedicados a Dios. Pero ni una cosa ni otra son generalizables, aunque de ambos casos haya pruebas. La mayoría de los mexicanos en Estados Unidos han cuidados de niños estadounidenses, han guardado las casas cuando los padres iban a trabajar, han montado negocios, activado la economía, aportado mano de obra. Exactamente como hicimos los españoles en Latinoamérica, o en Alemania y Francia, o como hicieron irlandeses, italianos o polacos en Estados Unidos hace más tiempo, o rusos, polacos y ucranianos en Argentina. Y no sigo con los movimientos migratorios del continente asiático y africano al resto del mundo, o a cuántos emigrantes levantaron Australia, Canadá, y muchos países más. Pero ya se sabe que los “gallegos” (españoles para los argentinos) somos medio brutos, los rusos vienen con la mafia y la prostitución acoplados, los rumanos, más específicamente son asesinos que van a asaltar tu casa, los moros te van a engañar, y los colombianos, todos ellos sin excepción, van por Madrid, Barcelona o Alicante, con una pistola y un cargamento de cocaína.

¿Hay casos documentados? Sí, muchos tal vez. Pero no creo que sirva para justificar la barbaridad de la generalización que acabo de escribir con el único objeto de que se vea mejor la aberración.

Donald Trump es de los que generaliza. Pero pone voz a muchas personas que cultivan el prejuicio frente al extranjero. Por supuesto nunca es fruto de una fantasía como punto de partida. Como dice el refrán español: “Maté un perro y me llaman mataperros”. Así que, a partir de las noticias ciertas que muestran la realidad de un sector particular de emigrantes, se desarrolla toda una teoría acerca de las características intrínsecas a la raza, al país de origen y cosas parecidas.

No, no hay cama “pa tanta” gente

Y así, mientras que el vicepresidente de la República Checa y ministro de economía del país, Andrei Babish pide que se cierre el espacio Schengen para inmigrantes, por otro lado, Angela Merkel pide a los países de la UE que tomen medidas en la línea de las instituciones europeas y admitan más emigrantes en sus tierras para dar una salida al problema de los refugiados sirios. No olvidemos que en este debate, algún miembro conservador del partido de Merkel ya ha apuntado que, ciertamente es necesario tomar medidas a nivel europeo y que los demás países también se comprometan, ya que los 800.000 mil refugiados que va a recibir Alemania en el año 2015 no es un flujo de inmigrantes sostenible. No hay recursos para todos.

Y es en este momento cuando aparecen los argumentos más complejos. Para dedicar más gasto en el presupuesto a los refugiados se debería de dejar de gastar en otras cosas. Y eso no es posible en un “estado de bienestar” que extrae de sus ciudadanos una enorme cantidad de dinero para redistribuirlo al antojo de los políticos, muchas veces en cosas que no tienen que ver con el mandato que los ciudadanos les dieron. Por ejemplo, ¿van a dejar los solidarios lobbies europeos a dejar de cobrar sus prendas a cambio de votos? No creo. Y mientras, miramos la pantalla del televisor y nos escandalizamos por el abandono de quien no empezó una guerra pero la paga con su vida, su hogar y su tierra.

Supongo que esto también es culpa del mercado.

Más artículos

Populismo fiscal

Cómo la política impositiva del gobierno de Pedro Sánchez divide y empobrece a la sociedad española El nuevo informe del Instituto Juan de Mariana evalúa la deriva de la política