Lo peor de todo es que los que están consiguiendo sus objetivos de manera espectacular son los destructores, las anti-empresas, los anti-comercio.
And you’ll see me waiting for you on our corner of the street, so I’m not moving” The Script
En el desafortunado culebrón de la no-independencia de Cataluña se juntan la irresponsabilidad, la ignorancia y la arrogancia. Recuerdo un jefe mío que decía “no me importa mucho que en la organización haya inútiles, siempre que no sean proactivos”, y el despropósito económico que ha generado la Generalitat y sus adláteres no puede ser más preocupante, porque conocían el riesgo y a pesar de todo, se lanzaron a la carrera suicida.
Más de veinte grandes empresas y un total cercano a las 400 empresas han trasladado su sede, según datos del Registro Mercantil. Las notarías colapsadas para trasladar pymes a otras regiones, y todo ello en siete días.
Pero ¿qué temen?
Un analista me decía el jueves que las empresas temen la incertidumbre.No, las empresas temen la certidumbre del asalto económico que supone el separatismo con o sin independencia.
La inseguridad jurídica no es una broma (cuando se habla explícitamente de confiscación y ruptura de compromisos financieros). La amenaza fiscalno es un invento (“estamos estudiando nuevas vías de ingresos”, “se emitirán bonos con cargo e impuestos futuros”). La llamada al corralito no la ha hecho un analista madrileño, acudir a “control de capitales” es algo que han dicho ellos, los salvadores de la inexistente patria. La presión fiscal, que solo ha aumentado a pesar de la creciente autonomía, no es un invento. Pero, sobre todo, la situación creada cada día desde las instituciones no genera un clima de confianza.
La decisión de cambiar la sede de una empresa no se toma “en caliente” y por nada. Se toma tras un periodo largo de reflexión sobre los beneficios y aspectos negativos de establecerse. El 1-O no ha cambiado las cosas de “ningún problema” a “pánico” sino que es la gota que colma un vaso que ya rebosaba. El del “bullying institucional”, tratar a las empresas como peones de veleidades intervencionistas, permitir que las calles y las instituciones sean secuestradas por radicales incompetentes y, encima, arrogantes.
Y no, tampoco se cambia de la noche a la mañana cuando todos los factores que han llevado a cambiar la sede permanecen. Es casi hilarante, por no decir vergonzante, que algunos hablen de Eslovenia como ejemplo de empresas que volvieron. Un país que pasa de un régimen totalitario y una economía planificada a una democracia liberal, Eslovenia, es lo contrario a lo que están perpetrando los separatistas, un régimen controlado por intervencionistas y totalitarios. Eslovenia era un país que pasaba del asilamiento del régimen yugoslavo y de la falta total de libertad económica a lo contrario, la apertura y el libre comercio de verdad.
Aquí, las empresas se enfrentan a una involución, de una economía dinámica y abierta a un intervencionismo feroz liderado por ignorantes económicos.
Si en un país como EEUU, las empresas que trasladaron su sede a Canadá durante la administración Obama no han vuelto con la de Trump, imaginen si la algarada de la “no-independencia-pero-sí” se mantiene durante años y la asfixia institucional se mantiene. Si en empresas que tienen la mayoría de sus ingresos en EEUU se han producido salidas equivalentes a 65.000 millones de dólares de ingresos fiscales estimados entre 2015-2020, imagínense lo que ocurre en una Cataluña donde los radicales toman las instituciones y las calles.
¿Qué razones tendría una empresa para volver?
Tal vez que la inmensa mayoría de sus ingresos provienen de Cataluña. No es el caso.
Tal vez que el entorno de seguridad fiscal y legal fuese excepcional. No es el caso.
A lo mejor, que Cataluña es un sitio donde “hay que estar”. Tampoco es el caso.
Y en eso llegan algunos liberales y, como hicieron en Ecuador o Venezuela, se ponen de perfil entre la defensa de la ley de un estado democrático y los que quieren dinamitarla. Durante años, ni una palabra ante el asalto a la libertad individual, ante la coacción diaria, el adoctrinamiento, el señalamiento del no-separatista, la coacción incesante de los ciudadanos en su día a día y la amenaza a las empresas. Y, sin embargo, abren, ahora, el debate sobre la secesión liberal.
Desde una perspectiva ridícula (“secesión del estado”) cuando es intercambiar estado por más estado, no es salir sino permanecer en la UE, y es pasar de estado “poco liberal” a intervencionismo, cuando es todo menos liberal y absolutamente cualquier cosa menos libertaria.
Y, sobre todo, porque prima el inexistente derecho de secesión de algo que nunca ha sido colonizado, sobre los derechos individuales y económicos de todos los que sufren cada día el asalto liberticida del separatismo excluyente y señalador.
Alfombra roja a los totalitarios
“La solución a la secesión es más secesión” me dicen, mientras les cuelan un documento de transición y desconexión que elimina la posibilidad de secesión de los territorios catalanes.
Discutiendo sobre el sexo de los ángeles, como ocurrió en Latinoamérica, le ponen la alfombra roja a los totalitarios. Y esos, cuando llegan, no te los quitas ni con agua caliente. Como cuando se les criticaba que blanquearan a los populismos desde la equidistancia entre los movimientos comunistas y totalitarios y las imperfectas democracias existentes, te dicen “no hombre, no creo”. Y siguen creyendo que si Cataluña la toma primero el separatismo intervencionista y la hunde, la gente se dará cuenta de que “lo bueno” es el liberalismo y, cuando todo explote, viviremos en Narnia liberal. En fin.
Lo peor de todo es que los que están consiguiendo sus objetivos de manera espectacular son los destructores, las anti-empresas, los anti-comercio. Porque la fuga de empresas no es un juego de suma cero, es un evento negativo para todos, porque incluye congelar decisiones de inversión y contratación en el mejor de los casos.
El liberalismo utópico y el nacionalismo moderado solo sirven de mechero para el pirómano. Luego lamentamos el incendio.