Hasta ahora, España era atractiva por su ritmo de crecimiento y por ciertos sectores con alta rentabilidad, a pesar de las leyes jurásicas que todos los gobiernos de este país han impuesto a la economía.
Todos los partidos están comprando el voto del elector con favores que no harán mejorar la economía de forma sustancial; sólo son charlatanes incapaces de entender lo que necesitan la gente y su reflejo, el mercado. Un claro ejemplo es, precisamente, la manera en que los partidos afrontan la desinversión del capital extranjero en España. Ninguno ha dado soluciones reales.
Miremos esta situación con un poco de perspectiva y comparemos algunos números. Dos de los países convertidos en paradigma de la economía socialista son Suecia y Finlandia. Los socialistas los alaban por sus protecciones sociales, pero pocos saben que España es aún más rígida, intransigente y socialista que ellos. Los nórdicos, al menos, saben quién les da de comer.
En el ranking que compara el clima regulatorio y empresarial del Banco Mundial, Finlandia y Suecia se sitúan en los puestos 13 y 14 respectivamente. España está bastante más lejos, en el 38. Expresando de otra forma, nuestro país es casi 3 veces menos competitivo que los mencionados. ¿Las razones? España dista de Finlandia y Suecia en la facilidad para crear una empresa en 102 y 96 puntos respectivamente. En este sentido, hasta gobiernos como el de Etiopía, Burkina Faso, Botsuana o Zambia otorgan mayor libertad a los empresarios nacionales y extranjeros para crear una empresa que nuestros mandatarios.
El esfuerzo que ha de hacer una empresa para conseguir las licencias en España es 3 veces más alto que en Suecia. En España, cuesta hasta 6 veces más registrar una propiedad que en Suecia. En Finlandia, cerrar una empresa es 3 veces más sencillo que aquí. Cuando una empresa destina su inversión fuera de sus fronteras, lo primero que pregunta es cuánto le costará cerrarla si las cosas se ponen feas. Si el país receptor del capital exige muchos compromisos, entrarán pocas inversiones, pues preferirán irse a otro sitio. Comparativamente, estas leyes que tenemos no sólo afectan negativamente a la creación de riqueza, sino que también contribuyen al propio deterioro de la economía. La falta de competencia y alto nivel de intervencionismo que el Gobierno ha fomentado en estos años han hecho que España sea el último país de la UE en productividad. Algo así no anima a ninguna empresa extranjera a venir; de hecho, la baja productividad española ha merecido llamadas de atención de instituciones como el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
Sólo hay una cosa en la que España gana por goleada a los países nórdicos con los que nos hemos comparado, ¿se imagina cuál? En la concesión de crédito, uno de los principales factores del actual derrumbe económico. Evidentemente, si esta es la diferencia con países tan anclados en el pasado como Suecia y Finlandia, no es difícil imaginar el abismo que existe entre España y otros estados de tradición más liberal como Nueva Zelanda, Hong Kong o Estados Unidos. ¿Y los charlatanes del parlamento que opinan de esto? Nada, porque con políticas serias y abiertas al libre mercado no se pueden comprar votos.