¿Qué posibilidades hay de que algún partido deje la demagogia en un cajón y apueste por decir la verdad?
Cuando hablamos de pensiones, hablamos de cifras. Y es lógico: estamos ante el capítulo más importante del presupuesto público español. Más de 140.000 millones de euros de gasto al año. Un 1,6% del PIB de déficit. Impuestos en forma de cotizaciones que suman varias decenas de miles de millones de euros. Tasas de reemplazo, número de nuevos pensionistas, proyecciones de población para los próximos años, relación entre salarios y pensiones… El problema es que corremos el riesgo de que se pierda la percepción de la gravedad de la situación. No es sencillo que el ciudadano medio asimile las implicaciones de esos miles de millones de euros déficit, lo que implican esos números rojos en porcentajes del PIB o lo fiables o no fiables que son las proyecciones a varias décadas vista.
Este miércoles, Fedea presentaba su informe «¿Hacia una nueva reforma de las pensiones? Notas para el Pacto de Toledo». Y también está repleto de datos. De hecho, probablemente es el más completo de cuantos estudios se han hecho en España acerca de la evolución del gasto en pensiones y las alternativas para cubrir el creciente déficit que acumulará el sistema.
Pero Ángel de la Fuente, Miguel Ángel García Díaz y Alfonso Sánchez, los autores del informe, fueron un paso más allá de las cifras. La rueda de prensa (puede verse completa aquí; aunque la presentación de De la Fuente, entre los minuto 5 y 10 es un excelente resumen del planteamiento general) fue una demostración de sensatez, pedagogía y conocimientos poco habitual entre los académicos españoles -y eso por no hablar de los políticos-. El relato que hicieron, aunque sostenido por los datos, tiene más valor porque se construía sobre el sentido común de quien asume que la realidad es compleja y las respuestas facilonas no nos llevan a ninguna parte.
He intentado resumirlo en doce frases. Una docena de comentarios que muy pocas veces llegan a la opinión pública. En parte por la irresponsabilidad de los partidos, pero también porque los afectados no queremos escucharlos.
Prudencia
(1) Suspender la reforma de 2013 (Factor de Sostenibilidad e Índice de Revalorización) sin un plan alternativo claro no sería prudente
(2) Las cuentas públicas españolas no están en una situación especialmente boyante. En la mejor parte del ciclo económico, España mantiene una deuda pública cercana al 100% del PIB y un déficit que está por encima del 2,5%
(3) Además, esas cuentas van a tener que acomodar necesidades crecientes de gasto relacionadas con el envejecimiento de la población (sanidad, dependencia…). No conviene comerse todo el margen que podamos tener. Hay otras cosas, además de pensiones, que nos tienen que preocupar. También invertir para el futuro y adaptarnos a una economía cada vez más exigente
(4) Es mejor actuar con prudencia y corregir al alza las pensiones si la situación lo permite
En resumen, el futuro es por definición imprevisible. De la Fuente, García y Sánchez asumen que siempre que se hace un ejercicio de proyección a cincuenta años, «el margen de incertidumbre es muy grande». Pero recuerdan que, incluso así, «hay que intentar hacer números, porque no podemos ir a ciegas en una cosa tan importante en la que no podemos hacer cambios bruscos de un día para otro».
Es cierto que podrían ocurrir muchas cosas buenas que cambiasen las previsiones. Pero también malas. Además, la realidad es que nuestra situación de partida, desde el punto de vista financiero, no es nada tranquilizadora. Así que mejor ser prudentes. No ponerse en lo peor, pero sí al menos dejar de actuar como si no pasara nada.
El diagnóstico de Fedea es justo el contrario al que nos venden nuestros políticos, que básicamente nos piden que confiemos en la providencia de un futuro desconocido. Una postura entre demagógica e irresponsable, que o niega la necesidad de las reformas o las retrasa a cuando ellos ya no estén. Y mientras tanto, sobrevuela sobre nosotros la gran pregunta a la que nadie quiere responder, el elefante en la habitación al que nadie hace caso: «Si vuelve a haber una crisis de deuda en la Eurozona, ¿podría resistir España?».
¿La salvación?
(5) Podrían pasar cosas que aliviarían el problema. Por ejemplo, un enorme influjo de inmigrantes castellano-hablantes y bien cualificados. (…) Tendrían que ser muchos, tendrían que ser gente preparada y tendrían que ser gente que se pudiera integrar rápidamente en la economía española. No parece que sea muy probable, aunque tampoco es imposible
(6) La otra cosa que nos podría arreglar el problema sería una mejora espectacular de la productividad. Eso es algo por lo que tenemos que trabajar. Aunque la experiencia reciente nos dice que no es probable un milagro de productividad, especialmente si no hacemos nada
Puede que la economía española cambie por completo en las próximas décadas. Por ahora, lo que tenemos es un pasado reciente en el que los aumentos de productividad han sido tirando a escasos y, desde luego, muy alejados de los que necesitaríamos para equilibrar la tendencia demográfica. La previsión del crecimiento del PIB potencial español de la Comisión Europea es del 1,23% de media de aquí a 2040).
Por eso, nos recuerdan desde Fedea, en lo que hace referencia a las soluciones «no parece lo más probable [que todo salga según la mejor hipótesis] y no sería prudente fiarlo todo a la suerte».
Y un apunte importante: el escenario central del modelo incluido en este informe ya es moderadamente optimista en estos dos aspectos (demografía y productividad). Asume una entrada de neta de inmigrantes muy importante para los próximos años y asume que el nivel de productividad de estos nuevos inmigrantes será igual al del trabajador medio español -algo que no se cumple en la actualidad-; además, prevé que los niveles de ocupación-actividad de los españoles de entre 20 y 65 años pasarán de estar entre los más bajos de Europa Occidental, a igualarse con los de los países más ricos, como Alemania, Holanda o Austria -algo que no ha ocurrido en las últimas décadas y que ningún indicador apunta a que vaya a cambiar-. Pues bien, incluso con estos dos supuestos, como explicábamos este viernes, las cuentas no salen.
El reparto de las cargas
(7) En 2023 comienza a jubilarse el baby-boom [los nacidos desde mediados de los 50 a mediados de los 70, mucho más numerosos que las cohortes anteriores y posteriores]. El objetivo debe ser poder pagar sus pensiones sin poner demasiadas cargas a los demás
(8) Sin reformas, las pensiones llegarán a comerse entre un 25 y un 33% de las rentas del trabajo
(9) El gasto en pensiones / PIB ha crecido en 3,7 puntos desde 2007. La sociedad ha elegido proteger a los pensionistas. Las pensiones han subido un 20% en términos reales. Han subido en número y calidad. Y han mantenido poder adquisitivo
(10) Tiene que haber una distribución de esfuerzos entre toda la sociedad. Tienen que aportar los actuales pensionistas y los nuevos pensionistas. No se puede pensar sólo en la suficiencia de una parte de la población
(11) ¿Cuánto se puede aguantar si quitamos la reforma? Pues no muchos años. La presión [de Bruselas y de los mercados] sería fuerte. Una parte de la prima de riesgo de España bajó por las reformas de las pensiones, que es la partida de gasto público más importante. Si amenaza con dispararse, los posibles prestamistas lo tendrán en cuenta
(12) Los jóvenes también existen. No podemos ponerles cargas poco razonables. Hay que contar todas las caras del problema. Todos queremos pensiones lo más altas posibles. Pero en economía no hay nada gratis. Para tener esas pensiones altas, a otros tenemos que quitarles una parte de su renta. Ahí hay un equilibrio difícil. Pero hay que explicar también la parte de los jóvenes
¿Hasta qué punto podemos seguir incrementando la presión sobre el mercado laboral? Nadie lo sabe. Todas las soluciones de nuestros políticos están cortadas por el mismo patrón: cortoplacismo y subidas de costes a los empresarios y trabajadores. Entre otras cosas porque es más complicado identificar a los perjudicados directos o las consecuencias: esa empresa que decide invertir en otro país porque en España los costes laborales son muy altos, ese trabajador de alto nivel que acepta una oferta de trabajo en Dublín porque allí el salario neto que le queda es un 30% superior al de Madrid, esa compañía exportadora que no puede competir porque sus costes totales son superiores a los de sus rivales. Los partidos españoles llevan tensando la cuerda durante décadas y la pregunta es hasta cuándo pueden hacerlo sin que se rompa (por cierto, un escenario no tan lejano: en Grecia ya ha pasado).
Las soluciones
«La mejor garantía posible de la sostenibilidad del estado del bienestar es el crecimiento económico. La mejora de la productividad debería ser la primera prioridad de nuestra política económica». Más claro agua: cuanta más riqueza generemos, más fácil será hacer los ajustes. Eso sí, también hay que repetir que esto no se consigue solo. Hay que hacer reformas y promover una economía más competitiva. ¿Estamos en ese camino? Pues no lo parece.
Mientras tanto, desde Fedea plantean algunas alternativas, todas impregnadas de sensatez:
- «Mantener el factor de sostenibilidad o ligar la edad mínima de jubilación a la esperanza de vida en salud con las excepciones necesarias por penosidad
- Extender gradualmente el período de cómputo de la pensión a toda la vida laboral [apunte: es una medida necesaria y que habría que implementar poco a poco, pero supondría un recorte importante para los nuevos pensionistas]
- Establecer una estrecha relación entre las pensiones y las aportaciones realizadas, capitalizadas de acuerdo con el crecimiento de la economía. Una posible forma de hacerlo dentro de un sistema de reparto es a través de cuentas nocionales [mismo apunte que con la anterior: necesaria, pero no hay que engañarse, supone un recorte, porque ahora mismo los pensionistas reciben durante su jubilación, de media, más de lo que aportaron]
- Indexar las pensiones mínimas a la inflación. Y para el resto, introducir un factor diferente de actualización ligado a la situación financiera del sistema. Una posibilidad sería IPC * (ingresos/gastos) del sistema de pensiones [un nuevo IRP]»
Eso sí, hablamos sólo de lo que se refiere al sistema público; lo único que eché en falta el pasado miércoles es alguna referencia a cómo empezar a desarrollar, aunque sea poco a poco, un sistema de ahorro-capitalización. Por ejemplo, a través de planes empresariales o sectoriales como los de Holanda o Dinamarca. Dicho esto, ¿qué posibilidades hay de que algún partido deje la demagogia en un cajón y apueste por decir la verdad, la que reflejan estas doce frases tan evidentes, a los españoles? Yo tampoco apostaría por ello.