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La rebelión contra la riqueza

Publicado en Libertad Digital

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Si todo se debe al azar, los desdichados sólo conseguirán sobrevivir a través de la redistribución forzosa. Como explicaba hace unos pocos días el Secretario General de Cáritas: "Para que haya menos pobres tiene que haber menos ricos".

Y, cómo no, nuestro fabuloso ZP, ese experto tras dos tardes en economía, se ha adscrito a esta frívola solución de la pobreza. Según el diario Expansión, el jefe del Gobierno propondrá ante la ONU subir el IVA 0’2 puntos porcentuales en todo el mundo desarrollado para eliminar la pobreza.

Desgraciadamente, nada hace más daño a ricos, y pobres, que estas simplistas explicaciones que no atienden a estudiar, respectivamente, las causas de la riqueza y de la pobreza.

Imaginemos que un grupo de gente, por la razón X, destruye sistemáticamente la riqueza; y que otro grupo, por la razón Z, la genera de manera continuada. El disparate de la solución altermundista para la pobreza es flagrante: si quitamos la riqueza a quienes la producen y se la damos a quienes la destruyen no reduciremos la pobreza, sino que la incrementaremos.

Despejando las incógnitas, si la gente es pobre por el excesivo intervencionismo del Estado no parece que la solución más adecuada para la pobreza sea incrementar el tamaño del Estado en Occidente y en África.

Después de la cruzada contra los viciosos, la Inquisición fiscal socialista comienza ahora su ofensiva contra el desarrollo y la prosperidad.

El fracaso de la redistribución

El guitarrista Jon Schaffer se quejaba de que la solución izquierdista a todos los problemas consistía en lanzar un fajo de dinero y esperar a que se arreglasen solos. Es curioso cómo la izquierda mantiene con el dinero una relación de amor-odio: por un lado lo considera la causa de todos los males pero; por otro, la fuente de todas las soluciones (hasta el punto de querer obtenerlo a través de la fuerza, esto es, los impuestos).

La izquierda aburguesada cree haber encontrado la solución perfecta: dado que los pobres no tienen "dinero", simplemente tenemos que proporcionárselo.

Sin embargo, las causas de la pobreza son mucho más profundas. La explicación de que los africanos son pobres porque no tienen dinero con que emprender negocios y crear riqueza no se sostiene. Por ese mismo argumento, Europa y EEUU nunca hubieran alcanzado cotas de bienestar tan elevadas. Si África no puede prosperar es porque "algo" o "alguien" se lo impide, y mientras ese "algo" o "alguien" siga bloqueando la creación de riqueza el efecto de dar dinero a los africanos será el mismo que si lo lanzáramos a un pozo sin fondo.

Como ya hemos explicado en varias ocasiones, los africanos no pueden crear riqueza porque el derecho a la propiedad privada se encuentra atacado y vilipendiado por sus gobiernos.

Es curioso que las únicas recetas del PSOE consistan en ampliar el grado de intervencionismo y de poder de los gobiernos africanos. Bajo la férula del progresismo y de la demagogia más descarnada, Zapatero se dispone a dotar de mayor poder a los principales verdugos de las libertades en África.

Pero supongamos que los tiranos africanos fueran a administrar los fondos recibidos de manera diligente (con o sin supervisión de la ONU), ¿significa esto que la subida del IVA en Occidente conseguirá eliminar la pobreza? En otras palabras, ¿la redistribución de fondos es inútil solamente porque los gobiernos africanos son corruptos y liberticidas?

La respuesta es un rotundo "no". Aun suponiendo una más que dudosa buena fe en los tiranos, la receta mágica de Zapatero para desarrollar África consistiría en volver al socialismo real, esto es, a la completa planificación de la economía por parte del Estado. ¿Es que acaso la ruina del comunismo no ha enseñado nada a los politicastros del PSOE?

Un Estado no puede planificar la estructura de capital de una sociedad, ya que carece de la información necesaria para ello. El empresario, a diferencia del Gobierno, invierte "su" dinero y ofrece a los consumidores una serie de productos; si la inversión ha sido correcta obtendrá beneficios, en caso contrario quebrará y otros empresarios reanudarán la inversión.

Los Estados, en cambio, no obtienen la financiación de sus proyectos a través de las compras voluntarias de los consumidores, sino del expolio de los ciudadanos. Si una "empresa" pública pierde dinero, al Gobierno le basta con subir los impuestos o pedir más ayuda extranjera. La propiedad privada es el punto de partida de toda la economía; sin ella no hay capital, ni división del trabajo ni cálculo económico.

Por ello, los políticos y planificadores son incapaces de planear la estructura productiva de una sociedad; por tanto, el nuevo impuesto solidario de ZP será, como poco, dañino para los occidentales (si bien hay fundados motivos para pensar que lo será también para los africanos, al ampliar el poder de sus estados).

Mientras África no garantice el derecho a la propiedad privada, sus sociedades seguirán sumergidas en la pobreza. Nadie –ni los extranjeros ni los propios africanos– puede estar dispuesto a invertir en una sociedad donde el Gobierno puede, en cualquier momento, nacionalizar la inversión o quedarse con sus rentas.

Por mucha ayuda económica que llegue a África, la sociedad seguirá anestesiada mientras los gobiernos no dejen de agredir la propiedad privada y el espíritu empresarial de sus ciudadanos. En caso de que esa agresión cesara, el crecimiento sería tan veloz y espectacular que la ayuda exterior sería innecesaria.

En realidad, detrás de las cándidas y populistas propuestas de ZP lo que encontramos es un movimiento estratégico dirigido a ampliar el peso del Estado a costa de la sociedad. Los gobiernos occidentales incrementarán su grado de intervencionismo a través de la subida del IVA; a su vez, los gobiernos africanos, gracias a los nuevos fondos, ampliarán su poder.

El círculo vicioso

Pero además este movimiento estratégico generará un círculo vicioso de mayor intervencionismo. Por un lado, como hemos visto, el mayor poder de las dictaduras africanas significará la perpetuación, incluso ampliación, del ataque a las libertades y a la propiedad privada. Por otro, hay que tener en cuenta que las exportaciones africanas a España también se verán gravadas por el incremento del IVA: no sólo pagaremos más por los productos españoles, también por los africanos. Esto significa un menor incentivo para importar productos del Continente Negro. No es que el impuesto lo vayan a pagar los empresarios africanos, sino que los consumidores españoles reducirán sus compras, entre ellas las de bienes africanos.

Con sus políticas socialistas y neoinquisitoriales, ZP no sólo castiga a los españoles, también a los pobres africanos a los que dice ayudar. El negocio izquierdista sale redondo: los gobiernos africanos incrementan su presencia y la sociedad civil sigue empobreciéndose.

La ecuación sólo puede desembocar en una mayor miseria en el futuro, argumento perfecto para volver a incrementar el IVA en Occidente. Vemos, pues, cómo el compadreo dirigista entre sus dictadores y los nuestros termina cercenando la libertad de todos. Eso sí, no duden de que los políticos actúan defendiendo nuestros intereses.

Conclusión

Pocas veces la célebre frase de P. T. Bauer acerca del intervencionismo ha sido tan certera: "La ayuda externa es un excelente método para transferir dinero de los pobres de los países ricos a los ricos de los países pobres".

Los españoles, todos, pagarán más por el hecho de consumir. El Gobierno, haciendo uso de su omnipotencia, ha decidido quedarse con una mayor porción de "nuestro" dinero. Pero, para más inri, el objetivo de tal robo no es otro que engordar las arcas de los tiranos africanos; esto es, consolidar los regímenes opresores, que son los principales culpables de la pobreza en África. A diferencia de lo que decía el secretario general de Cáritas –y parece suscribir el PSOE–, "para que haya menos pobres tiene que haber más ricos"; esto es, los pobres tienen que volverse ricos, y no los ricos pobres.

Pero ZP aprovecha el sentimentalismo contra el hambre para incrementar su poder. Los menesterosos no le importan; no pueden importarle, dado que sus políticas van dirigidas a utilizarlos como reclamo de caza, como justificación bananera a su progresivo control político y económico de la sociedad.

Los africanos no son libres; sus vidas y sus propiedades se encuentran sistemáticamente atacadas por los autócratas intervencionistas. La propuesta de ZP sólo conseguirá recortar aún más la libertad de los africanos y fortalecer los mecanismos represivos de sus estados. Sin embargo, no deberíamos olvidar que quien ha urdido semejante plan despótico es nuestro presidente del Gobierno. Los africanos no son libres, pero nosotros no deberíamos dormirnos en los laureles.

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