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La tea de la Salgado

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Los socialistas se están convirtiendo en esa figura intolerante y paternalista que quiere prohibirnos todo y que ellos siempre han achacado a la Iglesia y a la derechona. Será que se han intoxicado con el veneno de su memoria histórica. O será que a base de hacer memoria, con lo que se han encontrado es con su vena totalitaria toda desnudita. Al final, nos tendremos que escapar a Perpiñán, como antaño, pero no sólo para poder ver películas pornográficas, sino para poder llevar una vida normal.

Porque el resultado de todo esto es que las cosas más cotidianas quedarán fuera de la ley, y el ciudadano normal vivirá con la incómoda sensación de estar por una cosa u otra en el borde de la legalidad, pero por fuera. En una sociedad libre hay muy pocas cosas prohibidas y se refieren siempre a atropellar los derechos de los demás. Y si no incumple las normas, se puede sentir siempre seguro de sus derechos, porque tiene el pleno respaldo de la ley. Si todo está regulado, si hasta tomar un vino en España se mira con mal gesto desde la Administración, uno tiene la sensación de estar saltándose la ley a cada paso. Y pasamos de ser ciudadanos con derechos a ser bultos sospechosos.

No debemos ceder, y nuestro deber como ciudadanos consiste en saltarnos estas normas cuando nos convenga y mirarles a ellos, a los miembros de este Gobierno, como los sospechosos. Porque les dejas sueltos, como en Cuba, y te prohíben la homosexualidad o cualquier otro comportamiento privado. Ahora puede parecer una locura, pero si alguien hubiera dicho en la época de la movida madrileña que los socialistas nos iban a prohibir fumar, beber vino y anunciar hamburguesas le habrían tomado por loco. Hemos llegado al punto de que no nos hacemos a la idea de cuánta libertad estamos perdiendo.

Esto es lo que ocurre cuando se abre el camino a los crímenes sin víctima, es decir, a aquellos comportamientos que no atentan contra la vida o la propiedad de otros, pero que se criminalizan porque sí, porque a la autoridad se le antoja. Cuando se convierten en crímenes comportamientos que son consensuados, como la prostitución, el consumo de ciertas drogas, el juego etc, ya no hay límite; cualquier cosa puede entrar en el Código Penal o puede ser multada o perseguida hasta el fin. En los crímenes reales el daño sufrido por la víctima define el crimen. Aquí, como el perjuicio es para "la salud pública" o cualquier otro "fin social" sin más contenido que el que se le antoje a un ministro, no hay límite a lo que nos pueden prohibir.

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