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La victoria de José Padilla

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Pa(n)dilla ha ido escalando en el escalafón antiamericano desde un simple pandillero a todo un activista, como lo llamarían en muchos medios de comunicación. Tenemos suerte de que esté en la cárcel.

Pero el proceso que ha llevado al veredicto no ha podido ser más dañino para lo que resta de democracia liberal en los Estados Unidos, que sigue siendo mucho, pero en decadencia. La simple sucesión de hechos resulta escalofriante. Hace cinco años se le detuvo bajo el cargo de ir a los Estados Unidos, desde Pakistán, para hacer estallar una "bomba sucia". Bush le llamó un "enemigo en combate" y el Fiscal General le encerró en una cárcel militar sin comunicación con su familia o un abogado ni acceso al sistema judicial civil. Bush se arrogó el derecho a arrestar a cualquier ciudadano sin orden judicial ni juicio. Lincoln tiene escrito su nombre en las páginas más negras de la libertad en Estados Unidos por haber suspendido el hábeas corpus. Bush ha ido por el mismo camino.

El asunto llegó al Tribunal Supremo, que se lavó las manos diciendo que aquello no era asunto suyo. Se abrió de nuevo el caso contra Padilla y cuando parecía que volvería a la sala del Supremo y que, forzado a entrar en materia, declararía ilegal la pretensión de Bush de tener derecho a encarcelar a quien quiera y sin garantías, el Gobierno cambió de estrategia y llevó el caso a los tribunales civiles. Finalmente estos han resuelto su culpabilidad. Pero mientras, durante cinco largos años, ha tenido encerrado a una persona cuya culpa no se había probado en un juicio contradictorio. "Soy ciudadano americano", y Padilla lo era con todos sus derechos, es una frase que ha perdido gran parte de su atractivo.

Se ha visto todo este asunto como una victoria política de Bush. Lo es, pero el hecho de que consista en haberle negado a un ciudadano todos sus derechos durante tantos años sin el refrendo de una decisión judicial debería ser utilizado por sus detractores, no por quienes le defienden.

Pero más paradójico aún es que quien más ha salido ganando en este asunto es el propio José Padilla. Él es la auténtica "bomba sucia" contra la democracia estadounidense y su caso ha dañado a su país más de lo que él mismo habría soñado o está dispuesto a entender. Cada paso atrás en nuestras libertades es una victoria para el terrorismo. No seré yo quien felicite a Padilla, pero sin duda habrá quien lo haga.

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