Para que no quepa duda sobre cuáles fueron las palabras de Krugman en 2002, conviene volverlas a anotar. Decía el futuro Premio Nobel, en un artículo publicado en el New York Times:
Como decía, al Sr. Nobel no le gusta que los fachorros, movidos por el odio hacia su conciencia progre, le recuerden una y otra vez sus palabras. Así que ha contraatacado en su blog negando que dijera lo que dijo. Su frase, asegura, estaba sacada de contexto:
No sé si algún fanático se habrá ensartado en el anzuelo de Krugman, pero todo esto cada vez resulta más ridículo. Es a todas luces evidente que Krugman está mintiendo, y además lo está haciendo de manera descarada.
Si al menos se tratara de un traspié aislado, de una flor marchita en una pradera de aciertos, aún cabría pensar que esa columna la escribió su alterego neocón. Pero no. Los llamamientos de Krugman a crear una nueva burbuja inmobiliaria fueron constantes en esas fechas. Pueden encontrar una recopilación aquí; por mi parte, me permito destacar los más sangrantes.
En una entrevista en Die Zeit declaró:
En otra entrevista, el 18 de junio de 2001, manifestó:
Ahora mismo, todo es posible, incluso que los consumidores contribuyan a la recuperación. ¿Recortará la Fed lo suficiente los tipos de interés? ¿Caerán bastante los tipos a largo plazo como para lograr que los consumidores se metan en el sector inmobiliario? No lo sabemos.
Ese mismo año, en un artículo publicado en el New York Times el 14 de agosto, insistía:
También en 2001, en octubre, dijo:
La política económica debería dirigirse a estimular otro gasto que compense temporalmente la reducción de la inversión empresarial. Unos tipos de interés bajos que promuevan el gasto en construcción y otros bienes de consumo duradero son la parte principal de la respuesta. (El énfasis es mío).
Parecería difícil, más bien imposible, que ante declaraciones de este calibre Krugman siguiera negando que promovió la política monetaria que nos ha llevado a la crisis actual. Pero el Sr. Nobel está en ello: en realidad, dice, no estaba defendiendo la creación de una burbuja inmobiliaria, sino sólo la reducción de los tipos de interés. La burbuja, prosigue, fue una consecuencia indeseable de la unión de unos tipos bajos, que él sí defendía, con la desregulación financiera, que él no defendía. Dejemos que él mismo se explique:
Bueno, ciertamente, su defensa de las reducciones artificiales de los tipos de interés no tendría por qué convertirle en alguien que deliberadamente promovió una burbuja, pero sí en alguien que lo hizo inconscientemente, sin conocimiento de causa, sin tener la más mínima idea de cómo funcionan los mercados; lo cual, dicho sea de paso, no deja en muy buena posición a uno de los premios Nobel que más está tratando de inspirar las acciones del Estado. ¿Deberíamos, pues, dejar todo este escándalo en que Krugman es un irresponsable y un ignorante? Si no queremos hacer sangre, sí. Pero no veo ningún motivo para dejar de probar que Krugman, aparte de irresponsable e ignorante, es un mentiroso.
Para ello nos basta con darnos cuenta de que es imposible reconciliar estas dos afirmaciones que realiza en su último post:
– Yo no promoví que la Fed creara una burbuja inmobiliaria, sino sólo que bajara los tipos de interés.
– Mi frase sacada de contexto era una reflexión sobre las limitaciones de los poderes de la Fed: sólo señalaba que lo único que podía hacer Greenspan para favorecer la recuperación económica era crear una burbuja.
Veamos. Según el propio Krugman, en 2001 y 2002 él estaba defendiendo las reducciones de los tipos para favorecer la recuperación; pero, según él mismo, la Fed sólo podía lograr esa recuperación generando una burbuja inmobiliaria a través de… unos tipos bajos. Si él buscaba la recuperación con unos tipos bajos y la única manera de que éstos la lograran era dando lugar a una burbuja, ¿cómo puede siquiera insinuar que no veía con buenos ojos la gestación de una burbuja en el ladrillo? ¿Acaso estaba defendiendo aquello que según él mismo Greenspan no podía hacer: bajar tipos y relanzar la economía sin generar una burbuja? No, nada de eso. Lo que sucedió fue lo que la navaja de Occam sugeriría que sucedió: Krugman aplaudió la expansión descontrolada del crédito que terminó generando la crisis presente y ahora está mintiendo de manera intencionada.
Alguien podría pensar que todo esto carece de importancia, que no va más allá de un episodio chusco en el que Krugman ha sido pillado con el carrito del helado y trata de defenderse como puede. Pero no creo que debamos quedarnos en la anécdota y olvidarnos de la categoría. La honestidad es una de las principales cualidades que le son exigibles a un científico. La honestidad es el primer elemento que nos permite discriminar si una teoría trata de desentrañar la verdad o si, por el contrario, es un mero subterfugio para manipular al público y al resto de la comunidad científica. La honestidad es una de las características básicas que permiten diferenciar a un científico de un propagandista, a un analista de un charlatán, a un economista de un juntaletras con pujos de ingeniero social.
No es irrelevante que Krugman haya sacrificado su honestidad en público. Ha mostrado que cuando le conviene está dispuesto a mentir, a tergiversar sus opiniones y a engañar a sus lectores. Cada uno de sus libros, cada una de sus columnas, cada uno de sus artículos académicos deberían ser leídos con mucha más cautela a partir de ahora. Muchos ya lo hacíamos desde hace tiempo. Otros deberían empezar a hacerlo desde ya. A menos, claro, que ellos mismos sean especímenes a lo Krugman: trileros con piel de científicos.
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