No sé si perciben ustedes un punto en común en las dos explicaciones. Efectivamente, la propia SGAE y sus directivos no son culpables de ninguna de ellas.
En el reino de Teddy Bautista y Pedro Farré no existe la autocrítica. Porque aun manteniendo sus objetivos, las cosas se pueden hacer de una manera tal que no provoque tantas antipatías. Una manera de hacerlo hubiera sido evitar demandar a diestro y siniestro cada vez que se han sentido "insultados" –algunos dirían que calificados con precisión de cirujano– por aquellos a los que denominan "pendejos electrónicos", es decir, ciudadanos que cometen el tremendo pecado de conectarse a internet. No es fácil ser popular cuando se intenta acallar a los críticos mediante el llamado "terror procesal", es decir, la amenaza siempre latente de demanda que aun sin tener posibilidades de ganar obliga a contratar un abogado y sufrir gastos y molestias.
Hasta tal extremo llega su incapacidad para detectar sus propios errores que el presidente de la SGAE es capaz de decir en una misma entrevista que "nunca me habrán oído ni una sola declaración prepotente" y que Enrique Dans, que comete el grave pecado de estar en desacuerdo con él y con la institución que dirige, es "un imbécil o un inane, o cualquiera de las dos cosas".
Gracias, querido Teddy, ahora cada vez que alguien de esa santa institución que diriges proteste por supuestos insultos dirigidos contra la SGAE o alguno de sus miembros, todo el mundo podrá preguntar: "¿Eso es como llamar imbécil a Enrique Dans?". Hay que ser torpe.
Dotado como estoy de una infinita generosidad, creo que hasta puedo darle algún consejo gratuito a la SGAE. Sé que no me harán ningún caso, así que no hay peligro de que escribirlo suponga una ayuda real a los mayores enemigos que tiene actualmente en España la libertad en internet. Lo mejor que podría hacer la SGAE para mejorar su imagen sería dar una rueda de prensa en la que se anuncie la prematura retirada de sus cargos de Teddy Bautista y Pedro Farré, así como la retirada de todas las demandas en curso por "derecho al honor".
Evidentemente eso no evitaría las críticas, porque el canon digital seguiría existiendo y seguro que continuarían sus manejos para lograr que los proveedores de acceso a internet siguieran la vía Sarkozy de persecución del P2P. Pero al menos ofrecerían la sensación de que están dispuestos a entrar en un debate normal y no penal con sus críticos.