Hasta ahora pagaban un porcentaje de los beneficios más un fijo, pero una reciente decisión del Copyright Royalty Board, un organismo del Gobierno norteamericano, ha aceptado las reclamaciones de la RIAA y ha puesto unas tarifas por cada "interpretación", es decir, por cada canción escuchada por un sólo oyente.
Y eso es sólo la tarifa que deben pagar a los músicos. Luego está la que tengan que abonar a los compositores. Los cálculos que se han hecho indican que esto significaría que las emisoras de radio vía Internet tendrían que poner encima de la mesa, como mínimo, el 100% de sus ganancias. O lo que es lo mismo, la RIAA quería poner fuera de combate a estas emisoras, y el Gobierno se ha puesto de su lado. Para que vean que estas cosas no sólo suceden en la tierra de Calvo y Salmones.
La pregunta clave es por qué la SGAE estadounidense renuncia a unos ingresos más modestos que podría cobrar a cambio de unas tarifas brutales por las que jamás recaudará un dólar. Puede ser que hayan tenido demasiado éxito en su labor de cabildeo, y les hayan concedido unas cifras que sólo pusieron para que la previsible rebaja, que no se ha producido, llenara sus arcas.
Sin embargo, lo cierto es que esta decisión les viene como anillo al dedo. Lo que siempre han querido, lo que Internet les ha robado y quieren recuperar es algo que ganan con esta decisión. Control. Las discográficas se sienten cómodas en el mundo que llevan décadas analizando y gestionando, un mundo en que son ellas quienes deciden qué se va a oír y dónde, en el que pagan a unas pocas y enormes cadenas de radio para que emitan las canciones que han decidido que deben ser un éxito. Internet destruye ese mundo y por eso hacen lo que pueden contra la red. Con esta decisión creen que lograrán retener el dominio sobre la radio y, con él, una parte importante de lo que consideran suyo.
Seguramente, lo siguiente que harán será una negociación directa entre las mayores emisoras de radio por Internet y cada una de las discográficas. Les reducirán esas tarifas, pero a cambio exigirán que no emitan en formatos como MP3 que no impiden que el oyente pueda guardar la música. Les obligarán a incluir DRM. Impedirán emisoras "a la carta" en que los oyentes escogen qué quieren oír. Y, desde luego, lograrán hacer desaparecer a las pequeñas emisoras no llegando a acuerdos con ellas.
Pero éstas no morirán; se limitarán a mudarse a otro país. Los emprendedores del gremio que pudiera haber en Estados Unidos emigrarán o tendrán que dedicarse a otras cosas. Pero no, el reloj de la historia no se parará. Los campesinos búlgaros, por más que huyan, terminarán siendo vacunados. Al internauta medio, la medida no le afectará mucho: cambiará Pandora por Last.fm, que está en Gran Bretaña, y listo. Lo siento por los que montaron la primera.