Qué tendrá la política para que sus protagonistas mientan con tanta desvergüenza y descaro.
El ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos, ha demostrado de forma fehaciente su disposición a morir con las botas puestas y dar así por concluida su carrera política con tal de defender lo indefendible, intentando salvar la cara al máximo responsable del caso Soria, que no es otro que Mariano Rajoy, ya sea por lealtad a quien le designó para el cargo que hoy ocupa –lo cual es más que dudoso– o más bien por puro interés personal de cara a una futura recompensa partidista cuyo contenido todavía no ha sido revelado –algo más que probable–.
Sea como fuere, la cuestión es que Guindos compareció en la tarde del pasado martes en la Comisión de Economía del Congreso para explicar la injustificable elección del exministro José Manuel Soria para el cargo de director ejecutivo del Banco Mundial. Injustificable, sí, pero no por resultar ilegal o irregular, sino por ser, sencillamente, inmoral, tras dimitir éste de la cartera de Industria por haber mentido a la opinión pública sobre su vinculación con empresas radicadas en el exterior.
Como era de esperar, toda la argumentación de Guindos giró en torno a un único punto: el nombramiento de Soria «no fue político». Es decir, se rigió por «criterios técnicos», siguió un procedimiento objetivo, y, puesto que Soria poseía «el perfil más adecuado», el Gobierno no tuvo más remedio que otorgarle el tan ansiado puesto.
Qué tendrá la política para que sus protagonistas mientan con tanta desvergüenza y descaro, hasta el punto de hacer el ridículo, sin que ello les importe lo más mínimo. No en vano, el cargo de director del Banco Mundial es tan político como el del propio ministro. Las patrañas en torno al caso Soria se podrían resumir en los siguientes puntos:
1. El Banco Mundial es un ente político
Para empezar, el Banco Mundial no es un banco al uso, sino un organismo perteneciente a la ONU de naturaleza pura y netamente política; sus accionistas y, por tanto, únicos propietarios son los 189 Estados que componen sus distintas estructuras; su actividad consiste, básicamente, en prestar dinero a otros Estados; se financia mediante la emisión de deuda avalada, en última instancia, por los Gobiernos del mundo (deuda pública); y, como es lógico, sus máximos representantes y directivos son también de los distintos Estados que forman parte de esta institución.
En concreto, el máximo órgano de dirección es una Junta de Gobernadores que, por lo general, está compuesta por los ministros de Finanzas y Economía de los Estados miembros. La cuestión es que, como sólo se reúnen una vez al año, delegan sus responsabilidades en un Directorio Ejecutivo formado, a su vez, por 25 directores –a uno de estos puestos es al que optaba Soria–, cuya designación depende, directamente, de los Gobiernos.
En este sentido, basta observar el perfil de los actuales directores para percatarse de que, independientemente de su valía profesional o estatus funcionarial, son políticos, expolíticos o con una trayectoria vinculada a cargos políticos. En resumen, más político, imposible.
2. La Comisión que eligió a Soria es política
En segundo lugar, la famosa Comisión de Evaluaciones que designó inicialmente a Soria no es un órgano independiente, ni mucho menos, ya que pertenece al Ministerio de Economía (Guindos) y está formada por altos cargos políticos, del PP en este caso: Íñigo Fernández de Mesa, secretario de Estado de Economía y Apoyo a la Empresa; Jaime García Legaz, secretario de Estado de Comercio; Rosa Sánchez-Yebra, secretaria general del Tesoro; Jorge Dajani González, director general de Análisis Macroeconómico, y Rodrigo Madrazo García de Lomana, director general de Política Económica.
Es decir, el Ministerio de Economía (PP), dependiente jerárquicamente de Presidencia del Gobierno (PP), es quien elige al candidato (el popular Soria, a la postre exmiembro del propio Gobierno que lo designa).
3. El proceso de elección es político
El procedimiento de designación no se realiza mediante una oposición o un concurso público, tal y como intentaron colar Rajoy y, posteriormente, Guindos para justificar la elección de Soria. Para empezar, porque el puesto a cubrir no pertenece a la Administración española, sino a una entidad política internacional. Se trata, simplemente, de una convocatoria a la que se puede presentar cualquiera, no sólo altos funcionarios del Ministerio de Economía, en la que, además, la transparencia brilla por ausencia y donde la decisión final, si bien se rige por una serie de requisitos orientativos, depende de la voluntad exclusiva del Gobierno.
¿Y quién lo dice? Las bases de la convocatoria, prestigiosos juristas, la mismísima Audiencia Nacional… ¡E incluso el propio Gobierno! A Guindos no le quedó más remedio que admitir durante su intervención que los nombramientos en organismos financieros internacionales son de «carácter discrecional». Es decir, a dedo. Por cierto, el sustituto de Soria para el cargo es Fernando Jiménez Latorre, exsecretario de Economía del PP. Casualidad, sin duda.
4. Los elegidos suelen ser políticos
Como se señaló anteriormente, los directores ejecutivos del Banco Mundial son políticos, expolíticos o ex altos cargos de designación política. Y España no es una excepción. Da igual que la regla no escrita en los últimos 30 años sea elegir a un técnico comercial del Estado. La clave es que son elegidos discrecionalmente por el Gobierno de turno y, tal y como sucede con otros muchos puestos en organismos internacionales, es casi imposible optar a ellos sin el correspondiente padrinazgo político.
Ése y no otro es el factor determinante. Y la prueba, entre otras muchas, es que de poco o nada sirvió el currículum de los candidatos para que el PSOE colocase a Bibiana Aído, Magdalena Álvarez o Leire Pajín en altos cargos internacionales, al igual que el hoy defenestrado Rodrigo Rato tampoco logró la dirección del FMI entre 2004 y 2007 por el hecho de doctorarse en Economía.
5. La dimisión de Soria también fue política
Y puesto que la designación de Soria fue política, su dimisión no podía ser diferente. Fue el PP el que exigió su renuncia tras el revuelo provocado. El Gobierno lo puso y el Gobierno lo quitó. Si el cargo dependiera realmente de criterios técnicos y objetivos de mérito y capacidad, Soria podría no haber renunciado y ser hoy director gerente del Banco Mundial.
Errores, mentiras y patrañas
El caso Soria no es más que un cúmulo de errores garrafales, acompañado de burdas mentiras y patrañas por parte del PP. Errores, porque Soria nunca debió optar ni presentarse a dicho cargo, y no precisamente por figurar en sociedades ubicadas en refugios fiscales, lo cual es perfectamente lícito –incluso necesario–, sino por decir lo contrario cuando dicha información salió a la luz. Mentiras, porque primero Rajoy y después otros dirigentes del PP intentaron justificar dicha decisión arguyendo criterios objetivos que sólo existían en su imaginación. Y patrañas porque, si bien el Gobierno acabó rectificando, Guindos ha mantenido en pie una versión oficial de los hechos cuyo único propósito es engañar. Mal Rajoy, mal Guindos y mal Soria…