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Las zonas más turísticas del mundo abrazan la explotación de petróleo

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Canarias se ha convertido en la excepción que confirma la regla. Todos los países y regiones el planeta no dudan en explotar al máximo sus recursos energéticos y minerales, ya sea petróleo, gas, carbón o metales preciosos, debido a su elevado valor en el mercado y su consiguiente potencial para generar riqueza y empleo en el lugar agraciado con esa posibilidad.

Ahí están, por ejemplo, los países árabes y algunas economías latinoamericanas y africanas que se dedican a la exportación de crudo, grandes potencias gasísticas, como Rusia, o la revolución energética que está protagonizando EEUU gracias a la técnica del fracking.

Por norma general, ningún país dice "no" a la explotación económica de este tipo de recursos. Sin embargo, Canarias lleva meses protagonizando una campaña en contra de la exploración y futura extracción de crudo a unos 60 kilómetros de sus costas, con amenazas inclusive, a pesar de que años atrás el Gobierno de las Islas veía con buenos ojos esta posibilidad.

Más allá de las motivaciones políticas que subyacen en este rechazo, el "no" de nacionalistas, socialistas y ecologistas al petróleo canario descansa, básicamente, sobre un único argumento: la explotación petrolífera constituye una seria amenaza para el turismo de la región, su principal fuente de riqueza.

Poco importa que el riesgo real de este tipo de actividades para el medio ambiente sea, simplemente, despreciable, o que el daño, en el improbable caso de producirse, sea mínimo y reversible. El alarmismo que ha tratado de difundir el Gobierno de Coalición Canaria (CC), con el apoyo explícito de los ecologistas, carece de base real.

Las autoridades isleñas dan por hecho que la extracción de crudo acabará produciendo, sí o sí, un derrame de proporciones catastróficas, pese a que dicha posibilidad se sitúa en el 0,003% como máximo, según los expertos del Ministerio de Medio Ambiente y Energía. Y, de hecho, incluso en ese hipotético caso, la experiencia demuestra que el impacto real de ese tipo de accidentes es muy inferior al que denuncian los ecologistas, como demuestra, por ejemplo, el caso del Prestige en Galicia o el derrame del Golfo de México.

Turismo y petróleo son compatibles

Pero, puesto que una imagen vale más que mil palabras, no hay más que observar lo que sucede en otras potencias turísticas para comprobar la falacia que se esconde detrás de la campaña canaria contra el petróleo. Las paradisiacas aguas del Caribe, por ejemplo, están plagadas de plataformas petrolíferas, sin que ello resulte incompatible con su potente industria turística.

Italia, quinta potencia turística a nivel mundial, con más de 46 millones de visitantes extranjeros al año, y cuyas costas son conocidas y apreciadas internacionalmente, explota también desde hace décadas sus escasos recursos petrolíferos.

No en vano, cuenta con más de 100 plataformas petrolíferas en zonas tan turísticas como las de Sicilia y el Adriático, sin que ello haya supuesto daño alguno para dicha industria ni incidentes medioambientales. Desde 1991, se han perforado 126 sondeos exploratorios en sus aguas.



Portugal 
no se queda atrás. El Gobierno luso también ha concedido permisos de exploración en su costa más turística, el Algarve, un destino de primer nivel en cruceros, con el objetivo de reducir su alta dependencia energética y diversificar su economía, tal y como sucede en España.

Portugal pretende compatibilizar los hidrocarburos con la tradicional actividad de turismo y pesca, sin que ello haya supuesto grandes polémicas o controversias sociales, como ha sucedido en Canarias.


Sin embargo, si hay un caso en Europa que destaca por encima del resto ése es, sin duda, el de Noruega. Es el mayor proveedor de petróleo y gas de Europa y el segundo exportador mundial de gas tras Rusia; su sector energético supone cerca del 21% de su PIB y el 26% de sus ingresos fiscales, y, al mismo tiempo, se mantiene como uno de las principales potencias pesqueras a nivel mundial y un destino turístico de primer orden por su elevada riqueza natural.

Noruega es un paradigma internacional en la defensa del medio ambiente, pero sus costas albergan centenares de plataformas petrolíferas.

Algo parecido sucede en California. Sus playas son conocidas a nivel mundial y supone uno de los destinos turísticos más cotizados de EEUU, con casi 100.000 millones de dólares anuales derivados de la industria turística.


Pero esta actividad tampoco es incompatible con la explotación de crudo. Sus costas albergan decenas de grandes plataformas petrolíferas, incluso a 2 ó 3 kilómetros de la costa, en localidades tan turísticas como Santa Bárbara y Newport Beach.

Curiosamente, California es un destino consolidado de sol y playa en el que conviven hoteles de 5 estrellas con vistas a plataformas de producción. Además, goza de uno de los niveles de vida más altos de EEEUU, y es sede de grandes eventos sociales y deportivos, al tiempo que aprovecha al máximo la extracción de sus recursos energéticos.

Otro ejemplo cercano es el de Marruecos, que compite directamente con España para tratar de explotar los yacimientos petrolíferos de Canarias.


Su Gobierno ha concedido numerosos permisos para explorar todo su frente litoral en busca de hidrocarburos y planea decenas de pozos en los próximos años.

Por último, el caso de Canarias no es el único a nivel nacional. Las polémicas prospecciones en el litoral canario que acaba de conceder el Gobierno no supone ninguna novedad. En España se han perforado un total de 689 pozos de exploración en las últimas décadas, de los cuales 267 han sido en el mar, sin ningún tipo de incidente o amenaza medioambiental reseñable.

Además, los actuales sondeos no serán siquiera visibles desde la costa, ya que se producirán a 60 kilómetros de la misma. Por último, incluso si se encontrara crudo y su extracción resultase, finalmente, rentable, no se contempla la construcción de plataformas permanentes para su explotación.

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