El encuentro, más conocido como la cumbre de los escépticos, será abierta por el presidente de turno de la Unión Europea y presidente de la República Checa, Vaclav Klaus. Hasta hace pocos días estaba previsto que fuera José María Aznar quien pronunciara el discurso de apertura, pero el ex presidente ha cancelado su participación para regocijo de quienes en el Partido Popular no se despegan de la calculadora del voto ni cuándo van al aseo.
Unos dicen que Aznar no llegó nunca a confirmar su participación, otro piensan que no supo o no quiso atarse al mástil del barco que lleva sus actuales convicciones y los peor pensados, que finalmente pesó demasiado la losa de la contradicción en quien metiera a España en el atolladero de Kyoto tras una pésima negociación. En cualquier caso, la cabeza de cartel ha ganado en relevancia con su renuncia.
Cerca de mil asistentes, entre los que destacan prestigiosos académicos, discutirán durante tres días los últimos avances científicos y las consecuencias de las medidas políticas relacionadas con el Protocolo de Kyoto así como las alternativas, menos costosas y más efectivas, que el movimiento radical ecologista sigue negándose a discutir.
Escepticismo y desarrollo económico
Entre los ponentes los hay que piensan que a lo largo de este siglo veremos un ligero (no catastrófico) calentamiento y los hay que no. Hay quienes creen que deben emprenderse programas de plantación de bosques jóvenes o invertir en el desarrollo de filtros de carbono o aumentar el peso de la energía nuclear, y hay quienes piensan que la obsesión climática pasará con dejar correr un poco más de tiempo y que más vale gastar los recursos en problemas realmente urgentes. Lo que une a todos es el escepticismo ante toda teoría que no sea científicamente irrefutable y las ganas de compatibilizar cualquier tipo de medida con la libertad y el desarrollo económico.
Algunos de los máximos representantes de las devaluadas tesis catastrofistas también han sido invitados. Es el caso del ex vicepresidente de los EEUU, Al Gore, el conocido científico de la NASA, James Hansen, o el inventor de la teoría del “palo de jockey” según la cual el calentamiento del siglo pasado no tenía parangón en la historia, Michael Mann. Desafortunadamente, todos han rechazado la invitación.
La presencia entre los ponentes de prestigiosos científicos como Richard Lindzen, William Gray, Willie Soon, Roy Spencer, Patrick Michaels, Joseph Shaviv y un largo etcétera, vuelve a desmentir, para quien todavía tenga el más mínimo espíritu crítico, la noción de consenso mundial en torno al catastrófico calentamiento global provocado por la actividad de los seres humanos (especialmente si se produce en un entorno de libre mercado).
Por otro lado, la cumbre se produce en un momento en el que el escepticismo comienza a ganar terreno tras una década de creciente dominio de las tesis que defiende el ecologismo radical. Las causas de este avance pueden encontrarse fundamentalmente en dos hechos muy relevantes: En primer lugar, la crisis económica parece haber dirigido las reflexiones de la ciudadanía hacia los problemas reales (sobre los que hay certidumbre) y con efectos inminentes.
En segundo lugar, y quizá más importante aún, la temperatura global del planeta lleva sin calentarse desde comienzos de este siglo. Así es que la economía y el clima parecen haberse juntado para dar la espalda a las tesis del radicalismo ecologista.
En efecto, la crisis económica está jugando un papel importante en el debate sobre las políticas climáticas. Kyoto es un programa de racionamiento de CO2 que implica un coste gigantesco de cientos de miles de millones de dólares y un beneficio mínimo de 0,07 grados centígrados de reducción de la temperatura global para 2050 frente a la que habría en ausencia de medidas. Con la que está cayendo la cosa no está como para despilfarrar cuantiosos recursos en medidas que no producen ningún tipo de beneficio climático apreciable.
Borrachera colectiva
Ese tipo de políticas alocadas son propias de épocas de borrachera colectiva inducida por dinero abundante y barato y ahora estamos en tiempo de resaca. Además, el método de racionamiento de emisiones, que en época de bonanza requería inducir una crisis económica y suponía de hecho, aún con escaso cumplimiento, ralentización del crecimiento, elevación de la factura de la luz, deslocalización industrial y un grave perjuicio a los países más pobres, ahora se asemejaría más a un Harakiri aquí y constituiría una tremenda inmoralidad en los países en desarrollo.
Una prueba de esto es que ha hecho falta una de las mayores crisis de la historia para que España deje de alejarse de los compromisos hechos en Kyoto. Así que debido a todas estas circunstancias la cumbre europea de diciembre acabó desvirtuando el compromiso posterior a 2012, año en el que concluye el Protocolo de Kyoto.
Angela Merkel, la otrora “princesa de Kyoto”, reventó el modelo de Kyoto al negarse a hacer pasar a su país por la reconversión industrial y la deslocalización que la prolongación del racionamiento actual exigiría a Alemania, ahora que ya ha agotado el colchón del excedente de derechos de emisión producido por el cierre de las industrias de la antigua Alemania Democrática (la comunista).
Por el otro lado, la evidencia de que, en contra de la previsión de los modelos utilizados por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas, el calentamiento se ha detenido desde el comienzo de este siglo de acuerdo con las mediciones que realiza el Instituto Goddard de la NASA, hace que el catastrofismo suene cada vez más a chiste.
Este parón no significa, por supuesto, que no podamos volver a experimentar un calentamiento global en los próximos años. Pero muestra la pobreza del instrumental teórico de quienes se empeñan en meter miedo sin argumento y exigir medidas políticas propias de países sin garantías de libertades.
Verdad incómoda
Esta incómoda verdad ha hecho que la prensa empiece a hacerse eco de importantes estudios científicos que ponen en cuestión las tesis más alarmistas. El último caso ha sido el de un equipo de cinco de los más reconocidos científicos japoneses que han realizado un estudio que presentarán al gobierno nipón. En él aseguran que el calentamiento que vivimos el siglo pasado no fue especialmente anómalo y que el hombre no fue su principal causa.
Aseguran también que en estos momentos el calentamiento se ha detenido, que los modelos climáticos usados para la predicción por Naciones Unidas son extremadamente inmaduros, que la tesis del futuro crecimiento continuado de las temperaturas es una hipótesis improbable y que la perspectiva de un gran desastre climático es descartable a efectos prácticos.
De todas estas cuestiones y de muchas más se debatirá abiertamente a partir de este domingo en Nueva York en una conferencia internacional que por mucho que le pese al movimiento ecologista, se financia gracias a las entradas que pagan los asistentes y no metiendo la zarpa en la cartera del contribuyente -como hacen ellos en las cumbres de Naciones Unidas- ni con cargo a la cuenta corriente de ninguna multinacional.
El principal organizador es el Instituto Heartland (dedicado a dar soluciones de libre mercado a los problemas económicos y sociales) y cuenta con cincuenta co-organizadores entre los que se encuentra el Instituto Juan de Mariana.