Skip to content

Lo que necesitamos es una Thatcher

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Bastan un rss por aquí o un twitter por allá para escudriñar la prensa internacional (y lo que no es prensa) con una rapidez inusitada. Entre tanto titular, me llama la atención uno, que traducido del escueto twitter al castellano dice: "Los déficit amenazan la estimable forma de vida de los europeos". Sólo que el european way of life, en el idioma original, me transporta a otro continente. ¿Habrá un european como lo hay american? Oiga, esto se avisa, que uno siempre quiso encontrarse los menos impedimentos posibles para elegir su propia vida.
 
No. El corresponsal de la BBC Gavin Hewitt nos dice que quien ha hablado del european way of life es Herman van Rompuy, y que antes lo había hecho Durao. Lo del portugués tiene un pase. Pero que sea un burócrata, del que nos enteramos que era presidente de Europa por los periódicos, el que nos hable de nuestro modo de vida… en fin, me da la risa floja. ¿Qué será eso del european way of life, viniendo de un muñeco de trapo con bandera azul de fondo? Los que le colocaron en la presidencia de Europa sin contar con los europeos, ¿qué habrán decidido para nuestro modo de conducirnos en los azares de la vida?

Hewitt nos resuelve pronto las dudas. "Quiere decir un Estado de Bienestar fuerte, mucho gasto público, pensiones públicas generosas y redes de asistencia" bien cargaditas de euros salidos de nuestros bolsillos. Acabáramos. El american, que tanto despreciamos, es el modo de vida que los estadounidenses han elegido, que forma parte de la cultura popular y que los políticos se ven forzados a respetar. Y el european es exactamente todo lo contrario: nace de la oscuridad de un despacho y pasa de ahí a las agencias de prensa, a las pantallas de los televisores y a nuestros quehaceres. Conmigo que no cuenten. 

Más artículos

Liberalismo y romanticismo: Donoso Cortés

Frente al maximalismo de Donoso Cortés, quizás el supremo interés, no ya del liberalismo, sino de toda la sociedad, está en que nunca se lleguen a producir los días de las negaciones radicales o de las afirmaciones absolutas.